‘Morritos’ Sánchez, ese hombre
Este sábado también tocaba campaña y Sánchez ha viajado -no a Castilla y León, que allí ya se sabe que el PSOE se va a dar un batacazo- al Congreso de los socialistas asturianos, que en esa comunidad aún gobiernan y entre que están en un proceso de inmersión lingüística y la Lastra es colega del Barbón, pues ‘el guapo’ aún es recibido sin abucheos.
Aunque para evitar problemas -“no hay necesidad de arriesgarse, presidente…”- Sánchez no ha pisado las calles de Asturias y ha vuelto a subirse en el Falcon, que para eso es el presidente del Gobierno de España, según consta en la única verdad indiscutible que adorna su currículum.
Luego de sermonear un rato a los suyos en el cónclave, de anunciar medidas sociales propagandísticas, de adornarse con medallas sobre una gestión que la realidad le niega cada día y de insultar a la oposición por atreverse a hacer oposición, ha vuelto a tomar ‘su’ avión y se ha dirigido a la Moncloa decidido a completar el día rodando una sesión de anuncios sin palabras.
Allí le esperaba Begoña. Ella le ayuda mucho en eso de la publicidad- al fin y al cabo son una pareja que vive políticamente bajo el régimen de gananciales- y le tenía preparada una camisa de color rosa deslavado. “Tienes que dar una imagen progre, arreglao pero informal… que no está reñido con ser Presidente, Pedro…”
Durante el viaje de vuelta en el Falcon, su equipo de publicidad le había explicado que iban a rodar un spot y a hacerle una sesión de fotos «oficiales» que compartirían inmediatamente con los medios de comunicación para que toda España viera cómo y cuanto trabaja “el líder” para resolver la crisis de Ucrania.
Con un fondo ocupado casi al completo por un cuadro en el que domina el color rojo –faltaría más-, le sentaron frente a una mesa en la que habían colocado un ordenador y varios montoncitos de papeles. Le dieron un bolígrafo (que en el rodaje cambia de mano incansablemente para demostrar que “el líder” lo mismo escribe con la derecha que con la izquierda) y le pusieron en un teléfono negro, de esos que eran normales en los despachos hace veinte años pero que ya nadie tiene ni en casa ni en la oficina.
– “Mira a cámara, presidente…”. “Mueve los labios, Presidente, que parezca que estás hablando con alguien” . “Sube la ceja y frunce un poquito la frente, no demasiado… que denote preocupación, presidente”.
-“¿Estoy bien?”. “Se nota que estoy hablando con los líderes mundiales?”. “Se percibe que estoy en mi despacho presidencial?”
-“No te preocupes, presidente. Ya hemos puesto las banderas…”. «Sí, queda claro quién eres, hemos colocado la cartera de presidente del Gobierno tapando la parte de atrás del ordenador, para que no se aprecie si está o no conectado…”. “Sí, sí, tu cara de preocupación es de lo más creíble… Además, esos morritos te humanizan… Y ya sabes que lo importante de las fotos es la imagen, y estás super guapo, presidente”.
– “Sí, sí, presidente, … muy bien. Ya sabes que la gente no lee más que el pie de foto y de eso ya nos hemos encargado. Y no te preocupes, Presidente, que el video no tiene voz, nadie va a notar que el teléfono no está conectado, que es de atrezzo…”.
– “Bueno, ¿hemos acabado? Que menudo día llevo…”
– “Sí, presidente, ya hemos acabado. Ha quedado chulísimo”.
Nos partiríamos de la risa si no fuera por la vergüenza que da tener al frente del Gobierno a un tipo como este. Es lo que hay.
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