La inocentada de un muerto viviente
El político Pedro Sánchez es en sí mismo una inocentada que no cesa. De ahí que no haya podido resistir la tentación de aparecer el 28 de diciembre para erigirse como el líder de ‘Recupera PSOE’, una facción del Partido Socialista que, para ahondar más en el absurdo —y en la irresponsable división del partido—, ha montado una sede alternativa en la misma calle Ferraz. Sujeto al clavo ardiendo de la militancia, un activo tan incierto como voluble, y pendido sobre el precipicio de la nada, mendiga apoyos aquí y allá siempre a la espera de lo que haga Susana Díaz. Ésa es su única estrategia. Mientras tanto, hasta el inefable César Luena ha desertado de los ‘pedristas’. Y es que Sánchez recuerda a ‘El rey desnudo’ de Hans Christian Andersen. Como él, padece un egocentrismo desbordado por el que se cree revestido de total legitimidad para volver a liderar el PSOE. Sin embargo, su autoridad política es inexistente después de dejar el partido en la peor situación de toda su historia.
Tan desastrosa fue la gestión que su nombre se ha convertido en un epitafio político. En sólo dos años como secretario general pasó de ferviente socialdemócrata, y bandera de España al fondo de sus mítines, al neopodemismo practicante y la defensa de «Cataluña es una nación». Esta deriva dejó al PSOE al borde de la UVI tanto a nivel interno como de cara a sus votantes. La falta de identidad y proyecto político en la formación del puño y la rosa tuvo su consiguiente reflejo en las urnas. Si en las elecciones del 20 de diciembre de 2015 consiguió la pírrica cantidad de 90 diputados —Rubalcaba había dimitido en 2011 con 110—, las del 26 de junio de 2016 fueron aún peores. Sólo consiguió 85 escaños, la peor cifra en los 137 años de vida del PSOE. Con esas credenciales, y carente del más mínimo sentido de Estado, su sola pretensión es casi una broma pesada. Pedro Sánchez haría bien en despejar el camino de su partido hacia un proyecto estable de futuro. En política es esencial saber escoger el momento para retirarse con dignidad… por muy poca que quede.