Iglesias, tonto útil del separatismo

Iglesias, tonto útil del separatismo
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Que Pablo Iglesias se ha convertido en el tonto útil del separatismo lo demuestra el hecho de que los medios digitales subvencionados por la Generalitat de Cataluña han coincidido en hacerse eco de sus declaraciones  en ‘El programa de Ana Rosa’. El secretario general de Podemos no encontró ocasión para condenar a los CDR encarcelados de forma preventiva por terrorismo, pero sí para subrayar hasta la reiteración que había que respetar su «presunción de inocencia». Iglesias se permitió incluso la indignidad de dudar del trabajo de la Guardia Civil -«vamos a ver si es verdad que estaban fabricando bombas», frase que refleja la mezquindad del personaje y, lo que es peor, alienta la estrategia de las terminales mediáticas del separatismo.

El problema de Iglesias es que es víctima de una irrefrenable pulsión ideológica que le lleva siempre a cuestionar los pilares básicos del Estado de Derecho, muy en la línea de lo que hace el independentismo. Que a Pablo Iglesias le merezcan más dudas la actuación de la Benemérita que la actuación presuntamente terrorista de los miembros de los CDR le convierte, a ojos del separatismo, en un chollo, en un auténtico tesoro para su estrategia victimista.

Pero esa irrefrenable pulsión ideológica que le coloca siempre cerca de quienes pretenden subvertir el orden constitucional le separa a la vez de quienes, incluso desde posiciones de izquierda, no pueden comprender que alguien que aspira a tener responsabilidades de Gobierno no sea capaz de distinguir lo más elemental en una democracia. El problema de Iglesias es que es víctima de un sectarismo genético que no discierne entre el bien y el mal, entre los que vigilan por el cumplimiento de la ley y quienes pretenden violentarla.

Sus declaraciones resultan aberrantes desde un punto de vista democrático, pero como no hay mal que por bien no venga, también sirven para que los españoles comprueben de qué pasta está hecho el personaje y lo empujen en las urnas hacia su precipicio político.

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