Examen a una Ribera desbordada
El examen de hoy de Teresa Ribera ante los parlamentarios europeos, previo a la ocupación de su codiciada poltrona de comisaria y vicepresidenta de la Comisión, habría sido mucho más tranquilo si se hubiera celebrado hace dos martes. No es que hace 15 días no se tuviera suficiente información para evaluar la adecuación de la ministra para un cargo tan relevante, sino que los acontecimientos han desnudado descarnadamente las vergüenzas del personaje.
Quiero dejar claro que en este momento hay oportunidad de hablar sobre uno de los protagonistas del día, pero no hay ningún oportunismo. Porque este artículo ya lo he escrito muchas veces, entre ellas con ocasión de la crisis energética o con motivo de los conflictos de los agricultores y ganaderos. Y es que, al contrario de lo que hoy está mostrando la ministra, lo normal y coherente, e incluso lo decente, es opinar siempre lo mismo sobre las mismas situaciones y los mismos problemas.
Efectivamente, la catástrofe del día 29 de octubre descorrió el velo de traslúcida respetabilidad que aún le podía quedar, y no porque hasta ahora haya hecho algo que la avale, sino por tratarse de un servidor público con grandísimas responsabilidades. Y es que en el propio Gobierno es conocida su personalidad oscura y con pocos escrúpulos, propia de quien no tiene ningún rubor en ponerse siempre de parte de sí misma. Comparte con Pedro Sánchez tanto la ambición como la insensibilidad ante las necesidades ajenas, y tanto los problemas como las oportunidades solamente son tales si lo son para ellos. Se diferencia, eso sí, del presidente en que ella no es una prima donna y por eso desarrolla una notable habilidad para el escaqueo, que es la que se ha evidenciado en los últimos quince días.
La cosa viene de lejos. Con su ideología de pijiprogre y su trasnochado ecologismo nos ha ido generando problemas e inconveniencias desde que comenzó su desatinado desempeño en el ejecutivo. Y da igual la materia que examinemos, sus obras la delatan: una matriz de generación eléctrica que impide la reducción del precio de la electricidad y el cierre de centrales nucleares que nos aboca a la dependencia energética; unas políticas de gestión del agua con la eliminación de infraestructuras y la no realización de nuevos proyectos; la saturación de plantas aerogeneradoras y de huertos solares que ya serán obsoletos cuando lleguen a ser rentables y que nunca pagarán los costes de su instalación y su desmantelamiento; unas prohibiciones a la venta de vehículos diesel que perjudica gravemente a una de nuestras principales industrias exportadoras; una absurda limitación en el uso de fertilizantes que pone en riesgo la viabilidad económica de muchos cultivos en España y en Europa; una visión prohibicionista, animalista y demagoga de la caza o de la fiesta taurina que, además de perjudicar la ganadería extensiva o el mantenimiento de espacios naturales, daña a importantes sectores económicos y a las actividades culturales y de ocio de millones de españoles.
Pero, además, ese aciago martes se ponía drásticamente de manifiesto lo mendaz y absurdo de algunas de las actuaciones pseudoconservacionistas de la futura comisaria: las restricciones en la limpieza de cauces y la decisión de no acometer (o incluso destruir) obras hidráulicas de encauzamiento, recogida y retención de aguas. En nuestro país no se han realizado obras importantes desde que en los años 80 se completaron las que se empezaron en el franquismo, y eso que la población se ha incrementado en una tercera parte y se han triplicado los consumos. Más en concreto, la cancelación de pantanos, trasvases y otras obras en las cuencas del Júcar y del Segura no solamente están reduciendo las capacidades de la feraz agricultura levantina y de los emprendimientos turísticos y de ocio, sino que, como lamentablemente hemos sufrido, también incrementa los riesgos para la población ante los fenómenos meteorológicos.
Pues esto es lo que hay señores europarlamentarios: Ribera no es sino una exacerbada activista del cambio climático que no hubiera sido candidata a nada sin haber sido ministra; y éste es el verdadero examen a lo que ha hecho durante los seis años que se ha desempeñado como tal en el Gobierno del Reino de España. Como el wokismo cotiza a la baja y ella sabe lo que quieren oír, les va a colocar un discurso moderado y edulcorado, con guiños a todos los grupos políticos y con propuestas diametralmente opuestas a lo que ha defendido hasta ahora. Ustedes se dejarán engañar y harán como que la evalúan, pero todos sabemos que el cargo lo tiene asegurado porque es parte del pago del propio sillón de la presidenta de la Comisión. ¡Qué se vaya cuanto antes y Dios quiera qué no nos dé mucho la matraca!
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