ETA IX Asamblea reelige a Otegi, cómplice de Sánchez

Otegi
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Tras bastantes aplazamientos, la coalición de Bildu, cada vez más convertida en una organización política unitaria, se reúne este fin de semana para diseñar su estrategia y elegir, de paso, a la nueva dirección. No es baladí que los proetarras que, nunca han condenado un solo atentado de la banda asesina, viajen a la capital de Navarra e instalen allí la sede de este atípico Congreso. Se trata, ni más ni menos, que de fijar, ladrillo a ladrillo, le preeminencia del nacional-independentismo vasco en el Viejo Reino. Y la verdad es que lo tienen, afortunadamente crudo, porque ahora mismo las estimaciones más reales apuntan a que más del 74% de los navarros ni se consideran vascos, ni desean en manera alguna ser absorbidos por la comunidad limítrofe. Puede que no se molesten en salir a la calle a manifestarse en este sentido, pero la verdad es incontrovertible: nada de Euskal Herria ninguna otra mandanga inventada por el PNV y este satélite del que estamos hablando. Pero lo advertimos: tal realidad les trae exactamente por una higa a los sucesores de ETA, no están ellos para exquisiteces.

Lo más cardinal de esta Asamblea, derivado de las otras muchas que perpetró ETA durante todos los años de plomo, es que tiene todas las trazas de trasformarse en una tremendo aquelarre en el que van a participar centenares de individuos que, por alguna u otra parte, guardan en su mochila un apoyo directo, cuando no un protagonismo armado, a la cuadrilla terrorista. Cómo será que hasta el último jefe de los forajidos, el tal Plá que anunció el cese de la «lucha», figura entre los escogidos especiales que van a mandar en Bildu en los próximos años. Cualquier ciudadano decente se estremece ante la constancia de que los criminales de siempre se presenten ahora mismo como defensores de los derechos humanos, caso de Maite Aizpurua, que de pregonera de amenazas y atentados, ha pasado a aparecer como lideresa de la concordia. Los socialistas y algunos periodistas -bastantes para que vamos a ocultarlos- han comprado esta conversión y se van de copas con la citada agitadora. Espeluzna que una parte de los ciudadanos vascos, y también de los españoles en general, consideren «chicos normales», equivocadillos de antaño, a los que se dedicaron a pegar tiros sin mirar a quién o a fabricar bombas para matar a personas dignas, como usted y como yo.

Todo esto es el resultado de la operación de blanqueamiento que inició el millonario -ahora- Zapatero y que ha concluido con las órdenes, cómplices de tanta ignominia, del presidente actual Pedro Sánchez. En todo este enjambre de indeseables poco importan las víctimas a las que los sujetos adjetivan poco menos de moscas cojoneras que están dificultando la permanencia de la paz. Pero las víctimas tienen toda la razón del mundo: la auténtica paz no existe ahora en el País Vasco. Antes ETA mataba, ahora no deja vivir, si no que se lo digan a los pocos habitantes que se han quedado por ejemplo en El Goyerri, donde o eres de ellos o eres sospechoso de complacencia con los invasores. Tal cual. Es la paz de los cementerios, los camposantos de toda España, que no visitan precisamente, como causantes de tanto mal, la multitud de terroristas que este sábado se enorgullecen de ser los verdaderos protagonistas de la resistencia democrática. Vivir para ver. Y encima de todos ellos el secuestrador Otegi que ya se pregona a sí mismo como el próximo jefe abertzale del Gobierno de Vitoria, Vitoria que no Gasteiz, una ingeniosidad estúpida que el PNV lleva a años tratando de acreditar en la provincia más española del País Vasco.

Otegi y su cuates no va a dar tregua a Sánchez en los años venideros. Poco a poco están consiguiendo que en la ponencia que estudia la remodelación del Estatuto de Guernica, se incluya, de manera indubitable, la consideración del País Vasco como una nación apartada de España, y la subordinación de cualquier acuerdo con el cómplice y complaciente Sánchez, a esta exigencia.
ETA promueve este cónclave, en realidad su IX Asamblea heredera de todas anteriores, en un ambiente en el que no se prevé el estallido de lo que siempre han sido las predecesoras: las escisiones persistentes.

ETA tiene mucha bibliografía presentada sobre el particular, pero ahora, mutada golfamente, en partido político «normal», no padece de esta patología, lo cual no encubre la verdadera sustancia de la reunión. Porque ya no exhiben la Alternativa Kas como bastión imprescindible para dejar las pistolas; no lo hacen por una sola razón: porque ETA, o sea Bildu, ya ha logrado todo lo que ha venido durante centenas requiriendo, lo último, el control de las fronteras. Por cierto, una pregunta: ¿hacia dónde pretende el Gobierno de Pradales enviar los muchos inmigrantes ilegales que van a ir llegando a sus puertos o aeropuertos. ¿A Navarra? ¿A Cantabria? ¿A la Rioja?

Y otra pregunta: ¿va a mandar Sanchez a algún invitado especial a la Asamblea proetarra? No lo descarten. Febrero es un mes especialmente propicio para concluir la repugnante operación diseñada por el dúo Zapatero-Sánchez. En un mes como este, ETA, la que se reúne a partir de hoy en Pamplona, mató al ingeniero-jefe de la construcción de la Central Nuclear de Lemóniz; a Fernando Múgica, un dirigente vasco del PSOE de siempre; y a Francisco Tomás y Valiente, que fue presidente del Tribunal Constitucional en su tiempo revestido de todo el prestigio del que hoy carece. Dos de estas personas asesinadas acumulaban una fuerte querencia socialista. Hoy, ellos y otros mil españoles, vilmente ejecutados, contemplan cómo sus matarifes se personan en Pamplona como adalides de la convivencia. Eso sí, con la hermandad que les ofrece el Gobierno de España. No existe mayor indecencia.

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