De Emili Darder a Aurora Picornell

De Emili Darder a Aurora Picornell

No estaría de más que Diario de Mallorca, tan aficionado a preguntar la opinión de los «expertos» de la universidad balear, preguntara a los historiadores Sebastián Serra y Antonio Marimón por los motivos que han llevado a la izquierda balear a cambiar gradualmente sus iconos de la represión franquista. Me explico. Hasta hace unos años el estandarte principal de la represión franquista durante la Guerra Civil era el último alcalde republicano de Palma, Emili Darder. Incluso el PSM tenía una fundación a su nombre, ignoro si todavía la conserva. La figura de Emili Darder se ha ido apagando en los últimos años, quedando relegada a un segundo plano, ocupando su espacio la comunista estalinista Aurora Picornell. Esta evolución en la iconografía memorialista reflejaría, a mi juicio, la podemización sufrida por la izquierda balear, un proceso de radicalización que también se habría trasladado al nivel simbólico.

Darder, además de alcalde republicano de Palma por Esquerra Republicana Balear (no confundir con ninguna sucursal isleña de Esquerra Republicana de Cataluña), era médico, de clase alta, católico, doctor en Medicina, intelectual integrado en los principales círculos sociales y asociaciones culturales de Palma. En una palabra, Darder era todo un patricio de Ciutat, aunque con un pecadillo que resultó ser fatal para él: era republicano. En alguna crónica de su fusilamiento en febrero de 1937 se dice que con su asesinato las fuerzas vivas mallorquinas quisieron lanzar un aviso a navegantes a los de su clase social de lo que podía suponer militar en el partido equivocado. El terror, como siempre, funcionó: los compañeros catalanistas de Darder se lavaron las manos ante su detención, encarcelamiento en Bellver e inesperada ejecución tras el consejo de guerra.

La intelligentsia catalanista que escribía en la revista La nostra terra, enrolada en la Asociación por la Cultura de Mallorca, tomó partido a favor del nuevo orden salido del alzamiento militar del 18 de julio. La Asociación por la Cultura de Mallorca, fundada en 1923, había sido la primera asociación de cierta entidad defensora del catalán como lengua propia de Mallorca.

Sospecho que para la nueva izquierda balear que se abre paso con la eclosión de Podemos, una formación íntimamente ligada a las entidades memorialistas hasta el punto de llegar a incluir en su programa electoral una propuesta para organizar circuitos de visitas para turistas a las fosas encontradas, llega un momento en el que Darder ya no da la talla como primera víctima sacrificial de la represión franquista por su condición patricia, católica, universitaria y acomodada. Era catalanista, es cierto, de ahí que el primer PSM lo convirtiera en su principal referente de la represión hasta hace poco, pero precisamente este mismo catalanismo de Darder deja al descubierto un tabú: los poetas y notables catalanistas, en su mayoría gente de orden de derechas, le dejaron en la estacada, enrolándose, no pocas veces de forma entusiasta, en las filas victoriosas del nuevo orden.

El lugar de honor en el santoral de las entidades memorialistas que antes ocupaba Darder lo ha ido ocupando un personaje mucho más controvertido y polémico pero que reunía unas condiciones de las que carecía Darder y que se adaptaban mucho mejor a los signos de los tiempos. Se trata, claro está, de Aurora Picornell, la comunista estalinista de Es Molinar fusilada en el cementerio de Son Coletes en Manacor la noche de Reyes de 1937 junto a sus compañeras conocidas como Ses Roges des Molinar.

Salvo su condición de víctima asesinada a manos de los falangistas, Aurora Picornell representa todo lo contrario que Emili Darder. Es mujer, proviene de una familia humilde, es costurera, no tiene lógicamente estudios superiores, pasa por ser una «luchadora de la clase obrera», es atea y por lo visto también feminista. Una víctima perfecta. Y así lo reconoce su principal biógrafo, David Ginard: «Aurora Picornell es un símbolo perfecto, casi como de diseño». Picornell representa, en efecto, la interseccionalidad de la víctima posmoderna. Es víctima por varios rasgos identitarios cuyos efectos no suman, se multiplican. En realidad, Picornell ya era una mártir en vida.

Es víctima por ser mujer, es víctima por ser atea en una sociedad profundamente católica y tradicional, es víctima por ser de clase humilde, es víctima por ser feminista (nada tenía que ver el feminismo sufragista y liberal de entonces con el feminismo de género actual) cuando el feminismo era una ideología más propia de mujeres con estudios y abolengo, es víctima por ser «luchadora de la clase obrera» y, naturalmente, es víctima (el culmen del victimismo) por haber sido fusilada por los falangistas. Si a todo esto le añadimos sus legendarias -nunca verificadas, claro- palabras antes de ser fusilada, nos encontramos con el cordero sacrificial perfecto. «Podéis matar a hombres, mujeres, niños. Pero, ¿y las ideas? ¿Con qué balas mataréis las ideas?». Tenía razón Picornell. El comunismo, con su largo centenar de millones de muertos a sus espaldas y tras ser calificado por la Unión Europea como un régimen totalitario homologable al nazismo, sigue gozando de una mala salud de hierro, basta leer la prensa local estos días.

No obstante, más allá del mito está la realidad. Los vínculos de Aurora Picornell con la II República de la que se ha convertido en mártir son cuando menos vidriosos. Mientras Darder sí era un republicano, Picornell nunca creyó en el régimen republicano que la prensa de izquierdas y catalanista sigue idealizando todavía a día de hoy con un encomio digno de mejor causa. Picornell estuvo en busca y captura para ser encarcelada por parte del primer gobierno republicano (1931-1933) formado por socialistas y azañistas (el partido de Darder), años más tarde fue detenida por el gobierno republicano formado por radicales y cedistas (1933-1935), trabajó codo con codo junto con su marido Heriberto Quiñones que formaba parte de la temible policía secreta a las órdenes de la Internacional Comunista. El Partido Comunista de España, del que Quiñones llegó a ser su jefe en Baleares y luego en España antes de caer en desgracia, nunca dejó de conspirar contra la II República y desde 1935, gracias a la estrategia de los Frentes Populares, trabajó para infiltrarse en las instituciones de la II República para adueñarse de ellas y convertir a España en un estado satélite de Moscú.

«Aurora Picornell y Heriberto Quiñones, su compañero, compartieron la lucha, la vida, las mismas ideas e, incluso, un destino trágico. Creo que hay muchas razones para que la reivindicación de uno comporte la reivindicación del otro», decía el escritor Antoni Serra en uno de los primeros actos de desagravio de la comunista tras la muerte del dictador. El nada ecuánime Llorenç Capellà, en su famoso Llibre Vermell, donde recoge las biografías de unas 900 víctimas republicanas identificadas, se refería lacónicamente a Heriberto Quiñones como «un personaje, ciertamente brillante y enigmático». Gracias a OKBALEARES, entre otros, la opinión pública ya conoce algunos de estos «enigmas».

La izquierda balear y su intelligentsia siguen instalados en la mentira, pervirtiendo y desvirtuando la realidad y la Historia. Han logrado, sin embargo, configurar la verdad oficial e institucional de estas islas. Igual también el Partido Popular de Baleares, tan dado a mandar a los demás al rincón de pensar, tendría que hacer una reflexión por haber abandonado la universidad, la cultura y la Historia en manos de la izquierda nacionalista para que dejara de molestar, con todo lo que ello ha significado en un ámbito fundamental en política, en la medida que configura el imaginario colectivo y el marco mental de nuestros estudiantes: los símbolos. La derecha sociológica, a la que Baleares se lo debe absolutamente todo (y cuando digo todo, es todo), no cuenta apenas con ningún Hijo Predilecto en el Consell de Mallorca ni con ningún Hijo Ilustre en el Consistorio palmesano. Con Félix Pons, al parecer, nuestra derecha política ya tiene suficiente.

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