GUERRA CIVIL

El sanguinario marido de Aurora Picornell también asesinó al abuelo del conseller del Mar de Prohens

El militar Lorenzo Lafuente Vanrell fue ejecutado en 1936 por orden de Heriberto Quiñones

Una vez asesinado, la pareja de Picornell le dio a su viuda 24 horas para que dejara su casa

Cuando tuvo el domicilio de Lafuente instaló allí el Partido Comunista de Baleares

El sanguinario marido de Aurora Picornell también asesinó al abuelo del conseller del Mar de Prohens
Tomeu Maura

Lorenzo Lafuente Vanrell, abuelo del actual conseller del Mar y Ciclo del Agua, Juan Manuel Lafuente, fue uno de los 73 menorquines encarcelados en el barco-prisión Atlante que fueron ejecutados por orden de Heriberto Quiñones, pareja de Aurora Picornell. Quiñones, que en realidad era un espía moldavo enviado a España por Stalin llamado Yefim Gradonodowski, obligó a la viuda de Lafuente a abandonar su domicilio 24 horas después de haber asesinado a su marido para instalar allí la sede del Partido Comunista de Baleares.

Menos de 20.000 personas habitaban en la ciudad menorquina de Mahón cuando estalló la Guerra Civil. Más de 150 fueron asesinados por las fuerzas republicanas en agosto y en noviembre de ese mismo año 1.936. 85 en La Mola a golpe de ametralladora, 73 en las playas o en el mismo puerto pocos meses después como represalia por los bombardeos efectuados por la aviación italiana enviada por Mussolini. La identidad de los ejecutados la decidió Yefim Granodowski o, como se le conocía entonces, Heriberto Quiñones González,  pareja de Autora Picornell, mártir de cabecera para el Partido Socialista en Baleares y sus socios.

La ejecución en masa de casi un centenar de sus vecinos que permanecían prisioneros en el interior del Atlante, anclado en el puerto, quedará siempre adherida a la memoria negra de la historia menorquina, pero no fue ni mucho menos un episodio aislado. Los barcos-prisión, o checas flotantes, se convirtieron en un patíbulo habitual desde que en agosto de 1936 fuera asaltado el Isla de Menorca, anclado en el Grao de Castellón, por una turba ante la que por supuesto no opuso ni la menor resistencia la policía republicana. El autodenominado Comité Popular Antifascista, formado por socialistas, comunistas y anarquistas, llevó a los 57 presos a las playas del Pinar y de Almazora y allí los asesinaron. Los más afortunados fueron fusilados. El resto cayó a machetazo limpio.

El Isla de Menorca se trasladó luego al Club Náutico de Barcelona para hacerle compañía al Uruguay, al Argentina, al Villa de Madrid y, sobre todo, al Río Segre. Sólo en este último barco, que alojaba a 300 prisioneros, fueron sentenciados a muerte 218. Del Alfonso Pérez, fondeado en Santander, salieron 156 ejecuciones el 27 de diciembre de 1936, todas ellas independientes por supuesto de las tres checas que funcionaron en la ciudad cántabra a pleno rendimiento para «limpiar» el entorno de «fascistas».

Por «fascista» se entendía todo aquel que no comulgara abiertamente con el comunismo o el anarquismo o que no se prestara a hacer apostasía pública de la religión católica. Fue el caso de la monja Apolonia Lizárraga, que se negó a perjurar de su fe. Tras ser torturada en la checa de San Elías, en Barcelona, la colgaron por los tobillos y la aserraron viva. Luego arrojaron sus restos a los cerdos.

Cualquier puerto de España bajo el control republicano era candidato a albergar una checa flotante. Hubo dos en Mahón, aunque la peor fue la del Atlante. El historiador Juan José Negreira Parets, en su libro «Menorca 1936. Violencia, represión y muerte», lo describe con detalle al recordar lo sucedido con la primera «saca» de prisioneros, el 18 de noviembre de 1936: «cincuenta personas fueron asesinadas de forma inhumana a tiros y machetazos nada más bajar del barco».  No todos eran menorquines. Al sacerdote ibicenco José Planells lo llevaron al día siguiente junto a otros 22 condenados al cementerio de Es Castell, en Villacarlos. Allí les esperaban un pelotón de fusilamiento y dos sepultureros.

Lorenzo Lafuente Vanrell fue una de las 73 personas que perdieron la vida en aquellas trágicas 48 horas. Comandante de Infantería retirado. Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII, de las militares de San Hermenegildo y del Mérito con distintivo rojo, condecorado con las Medallas de Marruecos, de la Paz, del Centenario de las Cortes de Cádiz. Miembro de la Academia del Mediodía de Francia, Corresponsal del Museo de la Infantería Española, Secretario del Ateneo de Mahón en su fundación en 1.905.

Hijo Ilustre de Mahón. Lorenzo Lafuente era una persona «altamente peligrosa», según la República. Escritor e historiador de vocación, destruyó las armas que conservaba cuando estalló la revuelta porque no quería causar daño a ningún compatriota. Nacido en 1.881 en Mahón fue asesinado a los 55 años dejando viuda y tres hijos. Su nieto se sienta hoy al frente de la Conselleria de Mar y Ciclo del Agua, una cartera de nueva creación en Baleares. Su padre, vivo todavía a los 94 años, vivió en primera persona el día en el que Quiñones, tras haber asesinado a su progenitor, les obligó a abandonar el domicilio para instalar allí la sede del Partido Comunista de Baleares.

Todos y cada uno de los prisioneros en el Atlante estaban bajo la custodia de las autoridades de la República, que no hicieron absolutamente nada para evitar que milicianos rojos les sacaran del barco para ejecutarles. Nadie se atrevió a contradecir las órdenes de Heriberto Quiñones, que había llegado a Menorca en septiembre de 1936 frustrado por no haber podido participar junto al capitán Bayo en la expedición que fracasó en su intento de conquistar Mallorca. «Estoy aquí para limpiar la isla de fascistas», dijo tras poner un pie en Mahón. A fe que cumplió su palabra.

En 1936 se desató en Baleares el infierno en la tierra. Mientras en Menorca los republicanos ejecutaban a todos aquellos que consideraban «fascistas», en Mallorca las tropas italianas del Conde Rossi hacían lo mismo con los de izquierdas. Nunca se sabrá cuántos inocentes perdieron la vida. Según difundió el Govern de Armengol en 2019 hubo 2.007 asesinatos en Baleares en la Guerra Civil, pero por supuesto sólo cuenta las víctimas del bando republicano. Las otras para ella nunca existieron. Lorenzo Lafuente y los otros 72 ejecutados del Atalante son, para el socialismo, hojas en blanco.

 

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