Decálogo para mejorar Madrid
Comenzamos a escuchar los primeros compases de un giro político que pretende ser de 180 grados. Sólo de esta forma podrá ponerse en día y hora a una ciudad que ha perdido demasiados trenes. Y los ha perdido por dos motivos: el primero, la falta de preparación de Manuela Carmena y su equipo y, en segundo lugar, por su culto ideológico a la Administración Pública, culto que en la práctica excluye y anula todas las demás esferas sociales. Este enfoque resulta especialmente grave en una ciudad como Madrid, donde la acumulación de talento y capital propicia una mayor colaboración de los sectores público y privado, es decir; del Ayuntamiento con la Universidad; del mundo político con la sociedad civil. Justo lo contrario de lo que ha hecho Ahora Madrid con sus ocurrencias radical-chic.
El paisaje después de la batalla es desolador. Proponemos darle la vuelta y convertirlo en diez retos sobre los que construir un Madrid mejor:
1.- Limpieza. Madrid está sucio por falta de la necesaria dedicación. Carmena prometió a la Villa dejarla limpia como una patena en tres meses. No lo consiguió, pese a poner en marcha planes urgentes. No puede volver a pasar algo así. Además, en dos años acaban los contratos integrales de limpieza. Hay que acertar y que las empresas contratadas limpien mejor todos los rincones de la ciudad, a diario, con intensidad.
2.- Espacio. Frente a ocurrencias como Madrid Central, ese gueto de 400 hectáreas que ha arruinado o ha estado a punto de arruinar a miles de comercios, restaurantes y hoteles, es necesario cuidar más y mejor el espacio efectivo del peatón, en particular en estos años secos que vivimos. Plazas históricas y muy turísticas, como la de Oriente, en vez de césped tienen jardines descuidados y setos interrumpidos. En toda la ciudad convendría poner fin a los alcorques de árboles sin árbol, a las medianas con césped que se seca, a las pintadas en la M30 que envilecen. Empieza a ser perentorio reforestar masivamente la Casa de Campo y el interior de la ciudad. Urge igualmente el embellecimiento del entorno de los centros de reunión: estadios de fútbol, mercados, bocas de Metro, iglesias, polideportivos, centros de espectáculos públicos, bibliotecas, museos, así como cuidar las fuentes decorativas existentes y añadir otras nuevas. En el plano decorativo también podría trasladarse a lo largo del Paseo del Prado las obras de escultura contemporánea que –casi invisibles– ahora están bajo el paso elevado de Juan Bravo.
3.- Tráfico. Revisar las restricciones en el distrito Centro implica descubrir la necesidad de más aparcamientos subterráneos en el centro histórico, y que éstos sean menos caros. Si el PP triunfó con el soterramiento de la M30 en este mandato se deben construir los aparcamientos disuasorios que prometió Carmena, de los que tras cuatro años no puso ni la primera piedra. La persecución al vehículo privado tiene que acabar. De paso, hay que rediseñar en profundidad –muy en profundidad– esos carriles bici por los que sólo circula un ciclista a la hora, mientras miles de automovilistas se desesperan al doblarse la duración de sus trayectos por el estrechamiento de la calzada.
4.- La Plaza de España. La Plaza de España tiene que dejar de ser un punto muerto estético y urbanístico. La solución a este problema no es abrir –más aún– el grifo de las ocurrencias. Ejemplo de ello son las obras que ya se han iniciado para unir esta zona con la calle Ferraz y el Templo de Debob. La Comunidad las ha frenado por obviar el perceptivo informe arqueológico. Hay que buscar la colaboración con el ente regional para que esto no suponga un retraso de meses en la inauguración. Hay que recurrir a urbanistas expertos. Madrid los tiene en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica.
5.- Soterramientos. Resulta perentorio terminar de derribar el estadio Calderón en desuso y acometer el soterramiento de la M30 en el tramo que falta. Del mismo modo, convendría estudiar la posibilidad de soterrar el área de Atocha, plaza incluida, y la plaza de San Juan de la Cruz para así dotar mejor al que ya es uno de los ejes culturales más emblemáticos de España y de Europa. A las zonas degradadas de la ciudad –áreas de Retiro, Azca, los distritos del Sur o Chamartín– hay que darles un lavado de cara, que buena falta hace. El pasado mandato se hicieron muchas consultas vecinales. Luego no se hizo nada. La Administración no puede generar falsas esperanzas a la gente. Manos a la obra desde ya.
6.- Madrid Nuevo Norte. La puesta en marcha de la Operación Chamartín, ahora renombrada como Madrid Nuevo Norte, sería útil que incluya más bloques, que éstos sean más altos, y que las zonas verdes sean más grandes y densas. Carmena ha hecho bueno el lema: “Madrid ni crece ni crecerá: crecimiento cero” –el copyright es del PSOE–. Recortó un proyecto muy ambicioso. Al diablo, pues, con aquellos pobres diseños con los que el inefable equipo anterior achicaba la proyección internacional de la capital. Madrid necesita un downtown a la altura de otras capitales de Europa. Por supuesto, con grandes y hermosos rascacielos.
7.- Personas. Hay que cumplir la eterna promesa de trasladar la Organización Internacional del Turismo al Palacio de Exposiciones de la Castellana, hoy en día desaprovechado. Sería la mejor manera de lucir su mural frontal, diseñado nada menos que por Joan Miró. Hay que apostar por el turismo de calidad, por una ciudad abierta y acogedora. Las personas migrantes necesitan que sus problemas sean tratados con seriedad y respeto, no con gestos vacío hacia la galería que sólo beneficia a las mafias. La barra libre con los manteros debe terminar. Convendría, al mismo tiempo, aumentar la protección a los colectivos vulnerables: ancianos -atención domiciliaria, residencias, centros de día y fomentar su participación en el desarrollo y cuidado de la ciudad- madres solteras –pisos y guarderías–, enfermos crónicos, huérfanos, migrantes, etc.
8.- Vivienda. Habría que multiplicar por diez la construcción de viviendas sociales dignas, articuladas en barrios humanos, vivibles, que incluyan colegios, escuelas y centros comerciales, sanitarios, culturales y de culto religioso. Desbloquear los desarrollos del Sureste y finalizar con el acoso mafioso a los negocios de los barrios que no te han votado sería, desde luego, un buen comienzo.
9.- Impuestos. Almeida es plenamente consciente de la fiscalidad excesiva de Madrid, que asfixia la vida –no sólo la económica– de la ciudad. Urge una reducción de la fiscalidad municipal en campos tan relevantes como la actividad cultural –entendida en sentido amplio–, los jóvenes profesionales o la creación de empresas. Las ordenanzas fiscales que se están preparando tienen que suponer un antes y un después. Que todos los madrileños, especialmente los más humildes, noten la recuperación de dinero en su propio bolsillo.
10.- Mérito. La indolencia que esconde el radicalismo chic de Manuela Carmena y su equipo ha hecho más mella de lo que pudiera parecer en la cultura de los jóvenes madrileños. Este mal ejemplo convendría contrarrestarlo desde la Administración Pública alentando una cultura del esfuerzo, que incluya premios importantes a los mejores maestros y profesores de la enseñanza infantil, primaria, secundaria, universitaria y FP. El ejemplo de excelencia marcado por Alemania puede servir de inspiración para potenciar centros municipales de Formación Profesional. En cuanto al derecho a la propiedad privada, tiene que estar plenamente garantizado por la autoridad, entre otros motivos porque así es como se crea más riqueza y más empleo. Por tanto, hay que poner fin al ‘okupismo’. Del mismo modo, podría promoverse que desde el sector privado se otorguen más premios a la personas que destacan en sus respectivos ámbitos y profesiones.
- Coda: El Ayuntamiento no está para crear trabas, sino para fomentar los vínculos de libertad entre los ciudadanos. En Madrid hay energía y talento. Tiene que servir de materia prima para crear una Cultura del Sí, fuerte y generosa. Del ‘Sí’ al reconocimiento a quienes levantan la ciudad para que todos tengamos un mejor Madrid.