Debería importarnos a todos el declive de la natalidad
Aunque activistas, intelectuales anclados en los 70 y el periodismo de drama continuo nos siguen martilleando con lo de la «explosión demográfica», la realidad nos está contando otra situación desde hace décadas. Sólo hay que leer en serio documentos e informes. O incluso las noticias neutras de cada día.
No, no nos encaminamos a un mundo superpoblado donde la humanidad luchará por unas gotas de agua o unos mendrugos de pan. Si sucede algo parecido no será por exceso de población: será por un dramático déficit. Aunque los herederos del Club de Roma sigan con sus debacles malthusianas, el acontecimiento indeseado de este siglo XXI no será que no quepamos todos, sino la caída de la demografía global.
En España, políticos y partidos recogen el descontento por lo que ya está acuñado como “España vaciada”. Ahora entra en el juego Jaén Merece Más, una marca que surgió hace unos años como movimiento ciudadano y que compite en las próximas elecciones en Andalucía. Como también lo hicieron, y con un éxito más que razonable, Teruel existe y Soria ¡Ya! Estas plataformas denuncian la desidia y la falta de visión socioeconómica que ha despojado a su tierra de oportunidades para sus habitantes.
Seguro que se ha pecado de falta de previsión, pero en realidad ello se enmarca en una problemática mucho más compleja porque es global. En el campo y la ciudad los jóvenes no tienen intención de tener niños antes de cumplir los treinta. En el campo y la ciudad de las sociedades occidentales, uno o dos niños es la norma, si se tienen. Esto tan complicado de corregir se llama Low Fertility Trap y afecta a unas dos docenas de Estados alrededor del mundo. Japón, Corea del Sur, España, Italia y buena parte del este de Europa lideran este camino a la extinción. Crear una familia ya no se siente como un deber para los propios, la religión o la patria. Las parejas ya no consideran tener hijos como un deber que deben cumplir para satisfacer su obligación con sus familias o su dios.
Más bien, eligen criar a un niño como un acto de realización personal que se cumple rápidamente. En el siglo XXI los niños son algo que hay que atesorar en pequeñas cantidades. Y aunque la importación de inmigrantes puede compensar en parte una tasa de natalidad decreciente, los inmigrantes, incluidos los inmigrantes musulmanes, adoptan rápidamente la tasa de fertilidad del país de origen. Los recién llegados sólo tardan una generación en adaptarse al nuevo patrón familiar.
Algunos de los que temen las consecuencias de una población que declina abogan por políticas gubernamentales que aumenten el número de hijos que tienen las parejas. Pero la evidencia sugiere que no está dando los frutos adecuados. La “trampa de la baja fertilidad” asegura que, una vez que tener uno o dos hijos se convierte en la norma, sigue siendo la norma. Aunque los gobiernos a veces han podido aumentar la cantidad de hijos que las parejas están dispuestas a tener a través de generosos pagos de cuidado infantil y otros apoyos, nunca han logrado recuperar la fertilidad.
El envejecimiento de la población, la caída de la natalidad y el desequilibrio territorial, ¿exigirá nuevos planteamientos radicales? Nos veremos en un pico de 9.000 millones de personas en la segunda parte de nuestro siglo y luego descenderemos en algo parecido a una “caída libre”. Darrell Bricker y John Ibbitson son los autores de Empty Planet. The Shock of Global Population Decline y, según ellos, veremos el principio de esta caída en unas tres décadas. Darrell Bricker dará una charla en Madrid el día 23 de junio y podremos debatir con él. Pueden registrarse a partir del día 10 en www.euromind.global.