Dalmacio Negro Pavón: Una defensa del liberalismo conservador

Dalmacio Negro Pavón: Una defensa del liberalismo conservador

Sin duda, el liberalismo marca hoy el horizonte político y económico de las sociedades desarrolladas occidentales. Sin embargo, bajo el membrete liberal se esconde, en muchos casos, no poca mercancía averiada. Y es que el liberalismo no es una doctrina política homogénea. En su espléndido libro Liberalismo triste: Un recorrido de Burke a Berlin, el sociólogo italiano Carlo Gambescia distingue elocuentemente cuatro tradiciones político-intelectuales que se pretenden liberales: la microárquica, la anárquica, la árquica y la macroárquica.

La primera estaría representada por pensadores como Carl Menger, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Robert Nozick, en cuyas obras destaca la defensa del “Estado mínimo” y la hipótesis de la identidad natural de los intereses sociales guiados por la “mano invisible” del mercado. La segunda, cuyos teóricos más conocidos Murray Rothbard, Hans-Hermann Hoppe y Walter Block, rechaza la idea de “Estado mínimo”, que ha de ser sustituido por el libre ejercicio prepolítico de los derechos individuales.

La tercera tiene como precedente lejano la obra y la figura de Edmund Burke y sus críticas al jacobinismo y la Revolución francesa, que tuvieron, en
mayor o menor medida, continuidad en autores como Alexis de Tocqueville, Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca, Guigelmo Ferrero, Benedetto Croce, José Ortega y Gasset o Raymond Aron, y cuyo fundamento es el historicismo y el realismo político.  La cuarta se basa en el utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill, y continúa con las doctrinas económicas de John Maynard Keynes, o las filosofías de Jürgen Habermas y John Rawls.

¿Cuál es el liberalismo auténtico? A esta pregunta pretende contestar don Dalmacio Negro Pavón, en su nuevo libro La tradición de la libertad (Unión Editorial), que ha recibido recientemente el III Premio de la Libertad otorgado por el Centro Diego de Covarrubias. Discípulo del gran historiador Luis Díez del Corral, catedrático emérito de Historia de las Ideas y de las Formas Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y miembro numerario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, don Dalmacio ha destacado en el ámbito de la Historia de las ideas políticas con sus semblanzas de John Stuart Mill, Thomas Hobbes, Augusto Comte, Leopold von Ranke, Alexis de Tocqueville, Carl Schmitt y Friedrich Hegel. Es autor de libros como La tradición liberal y el Estado, El mito del hombre nuevo, Historia de las formas de Estado, Lo que Europa debe al cristianismo, La ley de hierro de la oligarquía, Comte: positivismo y revolución, El Estado en España, etc.

Su concepción del liberalismo es, en mi opinión, una síntesis entre la tradición árquica y la microárquica; rechaza la anárquica y es muy crítico con la macroárquica, a la que identifica con el socialismo. Y es que para Negro Pavón el liberalismo no es la expresión de un proceso revolucionario, sino de la tradición política de Occidente, que se remonta a la Grecia clásica, y cuyo curso sigue hasta la actualidad. No se trata, pues, del liberalismo como ideología, sino como categoría política fundamental. Para que esta categoría sea operativa, se desdobla en dos corrientes, el liberalismo regalista o Estatal y el liberalismo político o tradicional. Este último, a juicio de nuestro autor, es el liberalismo estricto. Existe una tensión muy fuerte entre ambas modalidades, puesto que, en último término, el liberalismo, desde su perspectiva, sólo puede “tolerar” al Estado, artefacto, forma política no natural, aparato técnico que acaba por tener vida propia, condicionando todas las expresiones de la vida natural espontánea.

Negro Pavón es muy crítico con el liberalismo intervencionista o megaárquico, al que identifica con el socialismo y el Estado benefactor, el intervencionismo, el constructivismo y el nihilismo. Y es que el estatalismo, propio del liberalismo socialista, no sólo pretende regular la economía, sino las costumbres, la vida privada, las relaciones sexuales, la memoria social y política, etc. Frente a todo ello, Negro Pavón propugna el retorno al liberalismo estricto, es decir, al que considera la tradición política occidental, basado en la Historia, la religión, el realismo político, la autonomía de los cuerpos sociales intermedios, etc. El autor insiste en el papel de la Iglesia católica como contra-poder frente a un Estado cada vez más absorbente.

En el actual contexto sociopolítico, las reflexiones de don Dalmacio me parecen enormemente clarividentes y oportunas. Y es que el denominado “progresismo”, sinónimo de liberalismo Estatal o liberalismo macroárquico, no puede ser ya concebido como una potencia inofensiva y benéfica, sino que se trata de un peligro para la existencia de las sociedades. Se impone aquí, por emplear el término de Paul Ricoeur, una “filosofía de la sospecha” ante las fuerzas desatadas de la hipermodernidad. Porque el problema planteado al individuo por el universo secular-democrático es, en realidad, el límite y el fundamento de ese límite.

Ello puede verse hoy no sólo en la problemática estrictamente política, sino, por ejemplo, en los problemas planteados por la bioética, por las tendencias transhumanistas o las posibilidades destructivas que albergan las manipulaciones genéticas -un ejemplo claro de ello son los temores expresados por un progresista como Jürgen Habermas-, los proyectos de interrumpir la vida de los recién nacidos con discapacidades o ante los inextricables conflictos jurídicos y afectivos que plantean las familias de alquiler. O, en otro orden de cosas, las intervenciones “humanitarias” en los países de la periferia. Tal es la posmodernidad trágica en la que nos encontramos y cuyos efectos más graves es preciso contrarrestar. En ese sentido, las reflexiones de don Dalmacio Negro Pavón son tan necesarias como lúcidas.

Terminamos este artículo con dos citas extraídas de La Tradición de la Libertad. Reflejan la riqueza del pensamiento de Negro Pavón. Esperamos que ambas sirvan como invitación de lectura:

  • «Los Grandes Espacios son órdenes abiertos incompatibles con los Estados, órdenes cerrados. Europa podría ser un Gran Espacio. «Una Europa que no sea potencia mundial resulta un asunto imposible», decía Sloterdijk en Si Europa despierta (1994).  Pero la burocratizada Unión Europea socialdemócrata, cuyos gobernantes son generalmente antieuropeos consciente o inconscientemente, se empeña en ser un un Superestado instalado sobre Estados clientelares y destructivos cuyo tiempo ha pasado.» -Pág. 128.
  • «Las políticas cratológicas y utópicas nunca desparecerán. Pero agotadas prácticamente, de momento, sus posibilidades, se le ofrece a los liberales emboscados la de recuperar la política como un arte, la techkné politiké, y renovar la tradición de la libertad, cuyos objetivos a batir son hoy el estatismo y las teologías políticas. No será fácil desmontar sin traumas los prejuicios, los idola, las estructuras, las clientelas, etc., y someter al Derecho los intereses enraizados en los actuales Estados, totalitarios por muy liberales que parezcan. Se necesita un cambio en la sensibilidad y en la mentalidad, tarea de intelectuales libres, para recuperar la política.» -Pág. 126.

Pedro Carlos González Cuevas es Profesor Titular de Historia de las Ideas Políticas y de Historia del Pensamiento Español en la UNED.

Lo último en Opinión

Últimas noticias