Cataluña: vuelve la burra al trigo
Mañana se presenta la última excrecencia, en forma de partido, del fugitivo Puigdemont. Juntos por Cataluña es un nuevo engendro del que, antes de nacer, ya han huido gentes como Marta Pascal, que pretende heredar los restos corruptos de Convergencia, la formación “de Estado” la denominaban desde la que Pujol y sus vástagos se forraron durante años cobrando comisiones persistentes durante más de treinta años. Esta presentación coincide casi milimétricamente con la nueva entrega de otro vómito memorial del fugitivo Puigdemont que, con la pluma del director de del “Punt Avui”, recuerda todas las fechorías que le condujeron a la celebración de la consulta ilegal de octubre del 17, y, claro está, la consiguiente declaración de independencia de Cataluña.
Coincide también este ridículo fasto con la declaración del sucesor, el atrabiliario Torra, en el Parlamento regional, excitando a un nuevo referéndum como método, proclama, para “estar unidos”, es decir, para reconciliarse con los hermanos separados y peleados de Esquerra Republicana de Cataluña, pero hay más; coincide también con el nuevo acto de rebeldía de la diputada Borrás negándose a hablar de sus irregularidades económicas en la organización de la consulta, financiada con dineros públicos. O sea, se trata de unos cuantos acontecimientos que se pueden resumir en este título: Vuelve la burra al trigo. A mayor abundamiento, el sedicioso Cuixart -que va a volver a la cárcel como su colega Forcadell porque todavía el Supremo de vez en cuando se comporta- ha advertido, a la salida de la trena que nunca debió abandonar que “Lo volveremos a hacer”, que no están arrepentidos. ¿Se imaginar qué pasaría con un violador en libertad vigilada como Cuixart que, ya fuera de la prisión, amenazara que “lo volvería a hacer”? ¿Cuánto tiempo tardarían los fiscales en devolverle a su celda?
Todos están en la ciénaga donde siguen chapoteando y manchando a todo el pueblo de Cataluña, pero, eso sí, ninguno se atreve a profetizar cuando sus deseos se convertirán en realidad, o sea, cuando convocarán otra vez a las urnas, no vaya a ser, son unos cobardes, que les aguarde otra sentencia mucho más duradera. Torra, como mayor pronunciamiento, anuncia que “cuando estemos juntos de nuevo”, y Puigdemont en su interminable legajo, advierte que la cosa no puede alargarse mucho porque, lacrimógenamente manifiesta que no pueden dejar este marronazo ni a sus hijos, ni a sus nietos. ¡Pobrecitos, estos los tienen que tener resuelto de antemano! En España sólo cuenta el fugitivo con la aquiescencia dolosa de Pablo Iglesias que, al parecer, en un cierto momento de sus relaciones le propuso aplazar el invento diez o quince años, “para cuando las cosas estén más serenadas”. Se debió olvidar el Lenin del extrarradio de esta conversación porque esta misma semana ha vuelto, con la excusa del derribo de la Monarquía, a proponer una “República plurinacional” en la que sus amigos independentistas se pueden encontrar extraordinariamente cómodos.
Ya escribo que vuelve la monserga catalana a revolver el trigo en el agitado, ya de por sí, silo español. Los marxistas saben muy bien que, en contra de lo que predicaba San Ignacio de Loyola, en tiempos de agitación sí que hay que hacer mudanza. Tratan siempre de aprovecharse de la convulsión general para introducir las contradicciones objetivas del sistema y volarle como si fuera una borda rural. Estando como estamos aún en plena eclosión de la pandemia, unos y otros, los separatistas y los leninistas, intentan aprovecharse de la mala salud del país, para someter a debate público sus intereses: el barrenamiento de la Corona unos, y la salida de España otros. Los demás, nosotros, contamos sin embargo con un extraño aliado: el propio COVID porque, mientras este maldito virus este causando estragos, la pesadísima reivindicación de los segregacionistas no cala en el conjunto de la población. Tampoco en el mismo Principado en el que, ni siquiera los medios afines, que son todos y bien pagados, se suman a la campaña porque bastante tienen con ocultar la penosa gestión de su Generalidad. Ahora pues: ¿quién votaría en masa a los culpables primeros de que Cataluña se haya convertido en el hospital o en el tanatorio más extensos de España? Por ahí, por esta denuncia, tenemos que trabajar.