Así murió la democracia

Pedro Sánchez amnistía

El nueve de noviembre de 2023, festividad de la Almudena, se consagrará para la historia como el día en que el pacto de los sinvergüenzas fue consumado a espaldas de los firmantes de la nación, sus legítimos propietarios, los españoles. Un papel emborronado de indecencia moral y falta de respeto a la democracia, virtudes, ética y respeto, ausentes de verbo y facto en el déspota que dirige con mano de hierro los designios de un partido profundamente servicial a la causa tiránica, la plataforma sanchista de obedientes embusteros. Un acuerdo que altera y pone fin a la etapa pacífica y democrática que España vivió desde la Transición y que abre una nueva era donde la ley se someterá a la voluntad política de iluminados, previo aval de tribunales controlados ad hoc por el Ejecutivo.

Porque eso y no otra cosa significa el concepto lawfare que tanto buscó incorporar Puigdemont al pacto de la infame legislatura que sobreviene, un término que confirma a España como un país donde los jueces dictan sentencias por ideología política contra personas libres y sin manchas delictivas, el culmen de toda cesión que el régimen de Sánchez concede con sonrisa y progresía. Toda dictadura socialista del pasado y presente empieza con un déspota mesiánico que se presenta y vende como solución a un supuesto clima de crispación que sólo existe en su desequilibrada mente, una masa acrítica y obediente que le creerá todo lo que dice, aunque sea lo contrario de lo que hace, y unos medios de comunicación serviles y comprados que replicarán la mentira haciéndola pasar como verdad, primera víctima de la tiranía encumbrada en nombre del progresismo. Tan culpable es quien implanta una autocracia como los que le ayudan a diseñarla defendiendo sus acciones.

El acuerdo del PSOE con Junts, marca golpista de un prófugo de la hasta ayer independiente justicia española, es significativo del grado de deterioro político e institucional que vivimos. Una nación sometida por los mensajes simplistas que desde el Gobierno lanzan para justificar la tropelía, sabedor de que sus votantes, que representan una gran parte de ella, asumen su condición de párvulos sin lecturas ni pensamiento autónomo, educados como están en el odio, el rencor y la envidia, esa ensalada perfecta para el activismo iletrado. La ley de amnistía reescribirá el pasado como hizo la ley de memoria histórica, y España será lo que quieran sus enemigos. Ni los creadores de la Leyenda Negra lo vieron tan propicio.

La historia nos ha enseñado que hay muchas maneras de rendir una nación y someterla a sus peores adversarios. El autócrata con ínfulas ha elegido la más miserable y cobarde de todas: venderla mientras miras a los ojos de los ciudadanos que se resisten a su entrega diciéndoles que la vas a proteger. El PSOE siempre fue una mentira antidemocrática, tolerada desde su nacimiento por su pátina de defensa del obrero y las causas sociales, hitos narrativos que sólo mantuvo como partido burgués a cuentagotas y para ocupar poltrona de poder, única razón que explica su esencia y existencia. A pesar de sus continuos devaneos con revoluciones sangrientas, su decisivo papel en el robo del oro del Banco de España en pleno fervor guerracivilista, la manera en la que desapareció durante la dictadura franquista (muchos de los alcaldes con Franco pasaron a alcaldes del PSOE en la Transición) o implantó el terrorismo de Estado con los GAL, por no mencionar los ingentes casos de corrupción a sus espaldas y su papel en los momentos de debilidad nacional (1981, 2004, 2023) convierten a esta formación en causa que explica los males que hoy padecemos. A España le conviene tanto una socialdemocracia moderna que defienda la unidad nacional como la desaparición del PSOE como fuerza política. Los progresistas reaccionarios que hoy están en el Gobierno constituyen la anomalía democrática más grande habida en Europa desde 1945.

Y a todo esto, la España que no se resigna, sigue llenando las calles de digna sublevación. La izquierda, que cuando vio y cogió el dinero se aburguesó en el sillón de su propaganda, contaba con la alergia que la derecha sociológica siempre tuvo a la calle. Años de piernas ejercitadas en el brasero de la política y la subvención les han convertido en elemento sospechosos a la protesta, que sólo ejercitan cuando su pasta se pone en riesgo. En su retiro acorralado, menosprecian todo levantamiento popular que escapa a su comprensión. Los fachas quieren democracia. Y han salido a defenderla.

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