Articular el tripartidismo (PSOE-PP-VOX)

Castilla y León
Castilla y León

Se ha dicho “por activa y por pasiva” que las elecciones celebradas el pasado Domingo en León y parte de Castilla la Vieja eran unas elecciones de ámbito nacional. Nacionales eran las intenciones del convocante, nacional fue el debate, y nacionales son las lecturas de los resultados y sus consecuencias. Nacional, también, es el sistema de partidos que los resultados dibujan: el futuro (anticipado en cualquier encuesta) pasa por la consolidación de un tripartidismo imperfecto en el que la tercera opción ocupa más de lo que es habitual en las bisagras o terceros partidos del resto de países.

En efecto, parece evidente que seguirá habiendo minorías territoriales (partidos provinciales en este caso, a las que se suman los nacionalismos periféricos en las elecciones generales) y minorías de ámbito nacional (Cs, Más País, Unides Podemos, condenadas a resultados como el que tenían IU y UPyD antes del surgimiento de aquellos: entre uno y cinco escaños). Pero el gran juego político del futuro inmediato parece que pivotará sobre un gran partido socialdemócrata a la izquierda (el PSOE), un gran partido socialcristiano al centro (el PP), y un gran partido de la llamada derecha alternativa (Vox). El reto, tras las elecciones del pasado domingo, será ver cómo se articula el tripartidismo que ha venido (y parece que para quedarse).

Al respecto, son dos las posiciones conocidas. Por un lado, la posición Ayusista/Voxista de favorecer coaliciones y acuerdos de centroderecha. Posición ésta defendida en la campaña por la presidente madrileña, la noche electoral por Vox, y el día siguiente por buena parte de la opinión publicada liberal-conservadora (así Bieito Rubido o la ex jefa de comunicación del ex Presidente Rajoy Carmen Martínez Castro). Por otro, la posición centro-centrado, partidaria de hacer el “cordón sanitario a la extrema derecha” (como si Vox fuera un partido fascista, cosa bastante discutible), defendida por el centro exquisito, las izquierdas, lo que queda de Ciudadanos y (según parece por las primeras informaciones) la dirección nacional del PP.

Si les soy sincero, ambas opciones me parecen muy interesantes. De seguirse la primera, las derechas están en condiciones de gobernar dándole a este país el giro conservador que lo equilibre de los abusos socialistas padecidos desde la transición. España podría ser por fin una democracia normal como la de Italia, Gran Bretaña o Francia. Una democracia donde pueda haber un gobierno “de derechas” que sea algo más que el administrador concursal de la España del PSOE. Siendo que el PP es incapaz solo, no será mala idea que dependa de Vox largo tiempo.

Con todo, tampoco me resulta detestable la otra opción: una gran coalición (que he defendido muchas veces en estas páginas) PP-PSOE. Esta gran coalición devolvería al PSOE a la normalidad atlántica/constitucionalista de la que nunca debió salir. Además, daría un margen de crecimiento inmenso a Vox, al convertirlo en el líder de la oposición al bipartidismo socialdemócrata (clave esta en la que se ha desenvuelto toda la campaña de Vox en Castilla y León). Y si les soy sincero, viniendo de la España en la que la alternativa al establishment era Podemos, prefiero que la alternativa sea Vox.

La decisión entre una cosa y otra le corresponde al PSOE. Ni si quiera es preciso el voto favorable a Mañueco como el que ofreció Esperanza Aguirre al PSOE en el Ayuntamiento de Madrid en 2015 para impedir la Alcaldía comunista. Basta con que se abstengan. Veremos lo que hacen. Si tanto le espanta al PSOE la extrema derecha, lo tiene bien fácil…

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