De agitador ruidoso a madeja de silencios
Cuando un futbolista cuelga las botas, un boxeador los guantes, o un torero se corta la coleta, significa que abandona su profesión. Por eso no se entiende que Pablo Iglesias, tras raparse la moña, siga sin dimitir. De quedarle algo de vergüenza y a tenor de las constantes chapuzas políticas y escándalos de toda índole que ha firmado, durante su breve y vil aventura en el Gobierno, debería rogarle a su socio de coalición que lo cese fulminantemente por inútil y demagogo, antes de que la UE se vea en el compromiso de tener que sugerirle a Sánchez que lo haga. Los ansiados fondos del rescate están en juego e Iglesias le debe un favor a quien le disfrazó de vicealmirante del naufragio. Siendo el ególatra pusilánime, habrá de ser el propio machito Alfa quien anime a su socio a que lo cese. Le debe este favor.
Tras la plural imputación de Podemos, de repente, por arte de magia, el agitador ruidoso se ha transformado en una madeja de silencios. De machito Alfa pasó a ser la dulce lila, que por sorda no responde. (A Sansón también le afectó que le cortaran las greñas). ¿Dónde se ha metido el hijo pródigo de Chávez, el adulador de dictadores? ¿Estará en su dacha el nuevo rico, contando las ganancias que acumuló desde que Galapagar le acogió y brindó la suerte de pertenecer a la casta del parné? ¿Se sentirá hundido por haber traicionado sus principios, de tener alguno?
Nadie cree en este bolchevique que se arrodilla ante el capitalismo. El morado le produce alergia, sólo le atrae el brillo del oro. Por eso no responde a las imputaciones, porque las imputaciones no rinden dividendos. Iglesias, llegó tu momento de dimitir. O te quedarás sin nada. Quienes nacen bajo una carreta -valga la metáfora-, rara vez llegan más alto que tú lo has hecho, incomprensiblemente, reptando, mintiendo y pactando con cuantos intentan derribar la Monarquía para convertir España en una república de catetos. Trinca cuanto puedas y desaparece. Vende tu dacha, que la venderás, si antes la desinfectas, vacúnate contra las enfermedades tropicales y pide asilo político en el paraíso comunista de Maduro. Sigue así, callado, sin abrir tu boca, en silencio, que es como mejor te expresas. Vete a hacer gárgaras, déjanos vivir en paz, dimite y libera a Sánchez de tener que soportarte.