«Abuelitos» como Rosa Díez o Albert Boadella

«Abuelitos» como Rosa Díez o Albert Boadella

Un tuitero se queja de que “abuelitos” como Rosa Díez o Albert Boadella “se salven” del coronavirus. ¿Estamos en plena ola de edaísmo? ¿O es puro discurso de odio político en las redes? Seguramente todo mezclado. Nuestro bufón no se lo deja pasar y le responde así: “Este pollo quiere una sociedad a su medida y se desespera porque el virus todavía no nos ha matado ni a Rosa ni a mí. Ten paciencia tío que tampoco tengo tanto recorrido, pero en lo que me queda seguiré oponiendo resistencia a que fascistas de tu calaña consigan sus objetivos.”

Lo que “le queda”. Vamos a hablar de lo que le queda. Estos días he colgado en mi Twitter la celebración del cumpleaños de Raquel, la abuela de un excelente amigo mío. Cumplía 105 años, ni más ni menos. Pueden verla como se estremece de emoción y de alegría soplando las velas. 105 años son muchos, y son suyos. Si esto es lo que está en condiciones de vivir, le pertenece. Tiene todo el derecho a ello.

Raquel, con buena salud física y mental, vive en una residencia, como miles de ancianos que necesitan atención continuada por diversos motivos. Y la negligencia e incompetencia del gobierno ha arrasado con potenciales años de vida feliz de personas a las que se ha dejado de lado. Lo que les “quedaba”.

Una enfermera más valiente todavía (pues si hay un sector valiente, es el suyo) Nerea García, que trabaja en un hospital de Barcelona, ha narrado en el portal Dolça Catalunya cómo a un señor en parada cardio-respiratoria, como tenía 77 años, le negaron el ingreso en la UCI por no entrar en “los criterios de inclusión”.  Y añade: Un paciente que en situación normal habríamos recuperado perfectamente, habría bajado a la UCI y habría vivido 10 años más, no hemos podido salvarlo esta noche”. 10 años más que le “quedaban”. Que eran suyos.

De las 17.084 personas de más de 80 años que han sido hospitalizadas por coronavirus, sólo el 1,4% ha accedido a una unidad de cuidados intensivos, según los propios datos del Ministerio de Sanidad. Miles de ancianos han muerto sin siquiera recibir asistencia médica, postrados en las camas de unas residencias que se les obligó a no abandonar, impidiendo la entrada de visitantes, pero sin establecer con claridad la obligación de recurrir a los servicios de urgencia.

La pregunta es, si existía saturación, ¿por qué no se trasvasaron pacientes de unas comunidades a otras? Al parecer se priorizó el traslado de material antes que de pacientes. Por ejemplo: se llevaron respiradores de otros sitios a Madrid, y se hizo un simulacro de medicalización de un tren en la estación de Atocha. La clave podría estar en quién iba a pagar la factura “si el Gobierno central o las autonomías», sugiere el abogado especializado en temas sanitarios Carlos Sardinero. Carlos Rus, presidente de la Alianza de la Sanidad Privada Española (ASPE) afirma que 2.200 camas UCI privadas estuvieron libres en España mientras 12.000 ancianos morían sin asistencia en las residencias. Intolerable. Numerosas plataformas se han puesto en marcha y esperemos que esté actuando la Fiscalía.

El escritor Gregorio Morán, en sus “Sabatinas vespertinas”, dice: “No es mala idea la de rejuvenecer la vida, la sociedad, el mundo. Ya está bien de seguir gobernados por ancianos. Sólo hay un par de inconvenientes desde mi punto de vista de abuelo: el primero es que no tienen por qué matarnos para que ellos puedan dirigir; el segundo es que nos consta que nuestros descendientes son unos golfos.”

La mayoría de fallecidos e infectados pertenecen a la llamada “tercera edad”, pero Morán cree que pronto habrán de cambiar la denominación por la de “edad letal”. Y no le decimos que exagera.

Lo último en Opinión

Últimas noticias