Accidente de los Andes

Uno de los supervivientes de los Andes a OKDIARIO: «Perdí 50 kilos y la capacidad de digerir»

"El tema de la alimentación fue secundario, un recurso más nada agradable. Había que hacerlo para vivir"

"Fue muy duro derretir nieve para 29 personas gota a gota que de noche se congelaba. Nos deshidratamos"

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Roy Harley (Montevideo, 1952) sigue reviviendo con intensidad el accidente de avión que le cambió la vida. Concede una entrevista a OKDIARIO desde Punta del Este (Uruguay) y recuerda con pasión las dificultades de todo tipo de esos 72 días «en el infierno». Desvela que los 14 supervivientes se reunieron el 22 de diciembre, 51 años después del suceso. «De 16 flacos muertos de hambre que salieron de la montaña hoy hay 146 personas, entre hijos y nietos. Es increíble», explica.

PREGUNTA: ¿Prefiere hablar de la tragedia o del milagro de los Andes?

RESPUESTA: No fue una tragedia. Fue una historia espectacular que me tocó vivir, lo que me hace afortunado. Pero tampoco fue un milagro. Nos llegó una mano de arriba, pero nosotros peleamos 72 días por vivir. Lo llamo la historia de los Andes.

P: Usted pasó de 85 a 35 kilos.

R: Perdí muchos kilos. Fui de los que más perdí. Salí en un estado bastante mal. Tuve 15 días en tratamiento intensivo en Santiago de Chile porque tenía una enfermedad que se llama caquexia: pierdes hasta la capacidad de digerir alimentos. No tenía jugos gástricos.

P: ¿Cómo vivió el tema de alimentarse con carne de compañeros?

R: Creo que el mundo mira mucho eso. El mundo mira nuestra historia: «Son los que se comieron a sus compañeros». ¿Y sabes una cosa, Fernán? Cuando estás en esas condiciones, murieron 18 amigos y era la primera vez que yo tocaba nieve, estás en una desesperación que no sabes dónde estás. A los 10 días escuché en la radio que se suspendía la búsqueda. Lo único que quería era vivir, volver a casa a decirle a mis padres que no lloren más. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Fue un medio para sobrevivir. La gente focaliza mucho en la parte de la alimentación, pero fue un recurso más, nada agradable. Había que hacerlo para vivir, si no moríamos.

P: ¿Hoy sería posible ese accidente?

R: Los aviones tienen cajas negras, están monitoreados permanentemente. Es muy difícil que se repita. Está lo de Malaysia Airlines, pero nuestro avión funcionaba perfectamente. La máquina y el equipo nunca tuvo un error. Era un avión de última generación. Tenía navegación por radio señal. Si lo hubieran dejado solo hubiera llegado a Curicó, pero las condiciones climáticas fueron muy malas.

Visita al lugar del accidente.

P: ¿Pidieron ninguna reclamación? 

R: No. Tuvimos la bendición y el premio de la vida. Se habían muerto 29 personas y pidiendo reclamaciones no arreglamos nada. Nosotros estamos felices de estar vivos y volver con nuestras familias, ya era suficiente. Estuvimos llorando a nuestros amigos seis meses. En la montaña no habíamos podido hacerlo. Fue muy duro volver a la vida.

P: ¿Cómo ve volver a la zona?

R: La primera vez, fuimos 12 de los 16 sobrevivientes en 1994. Lo organicé yo y fue un viaje espectacular. Nos quedamos a dormir en el lugar y fue muy mágico ver donde habíamos sufrido tanto y perdimos a nuestros amigos. Fue una linda experiencia y volvimos todos muy tocados.

P: ¿Sigue nevada la zona?

R: En febrero del 2023 fui con mis nietos y sus amigos. Fuimos 36 personas al glaciar. Se ha derretido un poco. Pero claro, nosotros fuimos en febrero y el accidente fue en octubre.

P: ¿Qué le diría a las familias del caso de Malaysia Airlines?

R: Es muy difícil dar un mensaje. Hay que pensar que la vida continúa. Nadie va a poder sacar a todas esas familias del dolor. Nosotros lo vimos con los familiares de los que se murieron y no pudieron recuperar los cuerpos.

Reencuentro de los supervivientes el pasado diciembre de 2023. (Cedida a OKDIARIO)

P: Ustedes han rehecho sus vidas, tienen un grupo de WhatsApp e incluso se reúnen anualmente. ¿Cómo fue la última reunión?

R: Tenemos un grupo que se llama Cordillera, donde estamos los 14 sobrevivientes. Se han muerto dos compañeros. Increíblemente, después de 51 años, el tema de la cordillera sigue estando en la mesa, es increíble. La reunión fue el 22 de diciembre pasado. Lo festejamos cada aniversario del rescate. Hacemos una muy linda reunión con nuestros cónyuges, hijos y nietos. Fuimos 146 personas de 16 flacos. De 16 muertos de hambre que salieron de la montaña, hoy hay 146 personas es increíble.

P: ¿Que qué sentimientos le ha generado la película La Sociedad de la Nieve?

R: Me gustó. Han pasado 51 años y se han escrito 37 libros. Ya soy mayor y a mí emocionalmente no me llegó a la fibra, pero siento que es una película extraordinaria. Aprecio que en los cines cuando termina el público está en silencio. Se queda la gente callada. Es una película que realmente llega. He recibido abrazos de familiares de los fallecidos como nunca había recibido en estos 51 años. Nosotros vivimos la historia real. Es imposible mostrar lo que realmente pasamos nosotros, pero la película está muy bien hecha. Bayona buscó los detalles mínimos en Uruguay. Nos llamaba todas las semanas de grabación.

Momento del rescate.

P: ¿Qué detalle destacaría?

R: El accidente está muy bien hecho. O cuando Fernando Parrado y Roberto Canessa llegan a la cima. El primero le dice al otro: ¿Ves esas montañas? Y el otro sin mirar al horizonte dice que sí. Había perdido en el accidente a su madre y hermana y ya no había vuelta atrás. Conessa es mi cuñado y me contó tal cual. Le estaba diciendo a Nando que estaba a muerte con él y que iba a seguir caminando. Por el contrario, tuvimos muchísima sed. Teníamos que derretir nieve y de noche se congelaba. Había que hacer agua para 29 personas gota a gota. Nos deshidratamos.

P: ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de estos años?, ¿con qué se queda?

R: Mi vida hoy gira sobre mis tres hijos que me han dado siete nietos divinos con los que puedo hablar de todo. Me siento un agradecido de la vida porque me permitió vivir esa historia única e impresionante y estar vivo hoy para compartirla contigo y con el mundo. Sigo trabajando como ingeniero, pero la vida es corta y no nos podemos quejar de nada. Tenemos que aprovecharla, disfrutarla y vivirla fuerte.

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