Kamikazes: el orgullo japonés de morir matando
Fueron los interpretes norteamericanos los que utilizaron por primera vez la palabra kamikaze para referirse a una serie de pilotos de la armada japonesa que morían estrellándose contra los barcas de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Los kamikazes japoneses sembraron en muchos lugares el terror y se convirtieron en auténticos héroes nacionales. Para estos pilotos era una de las formas más honorables de morir sirviendo al país.
Voluntarios para morir
En junio del 44, el ejército japonés sufrió muchas pérdidas en los mares de Filipinas. El máximo responsable, el vicealmirante Takijiro Onishi, tomó entonces una importante decisión que cambiaría la vida de cientos de ciudadanos japoneses.
Onishi pensó que la única forma de que los ataques de Japón resultaran efectivos era hacerlo por medio de pilotos que murieran en batalla. Estos serían los kamikazes, pilotos voluntarios que sabían su destino final en la guerra.
Estos voluntarios se montaban en sus cazas A6M ZEro y volaban hacia el objetivo enemigo. Junto a ellos, bombas de 250 kilos para causar el mayor impacto posible a las tropas aliadas. La consigna era clara por parte del gobierno: cada piloto debía estrellar su avión en un portaviones enemigo.
Para Onishi, estos voluntarios, en su mayoría jóvenes en edad universitaria que les movía el amor a la patria, serían la salvación para Japón. Mediante un entrenamiento exhaustivo para ellos, donde la determinación eran más importantes que la pericia, cientos de jóvenes se prepararon para morir en los campos de entrenamiento japoneses.
La batalla de Okinawa
Después de demostrar el poder de los kamikazes durante varios enfrentamientos con los aliados en el Pacífico, la batalla de Okinawa, fue el ejemplo final de cómo el ejército japonés utilizó esta táctica sin descanso.
Con las tropas norteamericanas acechando Japón, el general Mitsuru Ushijima preparó la zona para vender muy cara la derrota japonesa en la guerra. Cientos de pilotos se pusieron a las órdenes del general para estrellar sus aviones contra los americanos.
Pero no solo los kamikazes aéreos participaron en Okinawa. Muchos jóvenes eran entrenados para matar por tierra. Una bomba en mano, se lanzaban contra las tropas enemigas para causar el mayor impacto de muertes. Okinawa fue un fortín durante muchas jornadas, con los americanos incapaces de traspasar la línea de defensa japonesa y siendo atacados por los pilotos kamikaze en grandes ofensivas.
Cuando parecía que Japón tenía el terreno controlado, el general Ushijima cometió un error: contraatacar.