Crónica del día

Pregunta: ¿Es consciente el Rey de que le quieren derribar?

Rey
El rey Felipe VI y el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en la entrada del Palacio de Marivent (Palma).

Una vez Sabino Fernández Campo que fue, durante años y años jefe de la Casa del Rey (que no de la Casa Real), le advirtió al cronista: «Al Rey le están poniendo tan alto, tan alto que un día no se le va a ver». Eran los tiempos en los que el Gobierno de Felipe González jugaba a que Don Juan Carlos hiciera más o menos lo que le viniera en gana, al tiempo que le llenaba de elogios, para -como decía el general Sabino- «No dejarle tocar la gaita». Fernández Campo, asturiano él, sabía muy bien lo importante que es saber tocar la gaita a tiempo. Si ahora viviera el general modificaría su advertencia y, por el contrario, la transformaría en algo así como esto: «Al Rey le están colocando tan bajo, tan bajo que el menor día le dejamos de ver porque le he han mandado lejos». Hace poco más de un mes, en la Fiesta palaciega del 12 de octubre, otro antiguo responsable de la Casa, me avisaba: «Es inadmisible este ninguneo al que están sometiendo a Don Felipe».

Pero no es ninguno; es, y así hay que denunciarlo con toda crudeza, una operación perfectamente orquestada en las que unos, los leninistas de Nicolás Maduro y Pablo Iglesias, están trabajando como arietes para el acoso y derribo de la Monarquía, mientras otros, u otro más concretamente, Pedro Sánchez, está dejando hacer  porque la Corona le resulta francamente molesta. El titular, Felipe VI, se encuentra más indefenso que nunca: «¿Quién protege al Rey?», se preguntaba recientemente un ministro de los que antes podían ser llamados «de la Monarquía». Pues ni le protege nadie, ni le ampara nadie, ni nadie guarda el menor interés por su prestigio. Este mismo ministro, tan asiduo él de las librerías, añadía: «El problema es que ahora mismo no hay nadie que le diga a Don Felipe: ‘Hasta aquí hemos llegado, no se deje torear más’».

Con ocasión de su impresentable viaje a la dictadura cubana, la Casa del Rey, oficiosamente, sólo lo explicaba así: «Nosotros vamos adonde nos mandan», una afirmación bastante incompatible con el rango de un jefe de Estado. Ahora parece -no es nada seguro, desde luego según mis noticias- que el Monarca se ha negado a cruzar nuevamente el charco para asistir a la toma de posesión de Alberto Fernández, el electo presidente de Argentina que, con su mentora la corrupta Cristina Kirchner, la emprenderá contra España en muy  breve tiempo.  Le querían mandar otra vez de viaje, mientras aquí en España el aún presidente se da el morro con los barreneros que quieren derribar la Monarquía. Algo inaceptable. Pregunta: ¿Es consciente el Rey de que van a por él?, ¿consciente de que ya es molesto y le pretenden derrocar?.

Es seguro que si en octubre del 17 Sánchez hubiera ocupado La Moncloa, Felipe VI no habría podido articular su gran mensaje contra la sedición catalana y, en definitiva, la disolución de España. Es más, se puede añadir lo siguiente: desde que el aún presidente lo es o por una censura vil o sencillamente en funciones, el Palacio de La Zarzuela no ha podido producir en ocasiones diversas, un discurso tibiamente parecido al de aquel octubre. Cuando se pregunta en la Casa por qué ha ocurrido esto, la respuesta es sencillamente evasiva: «Porque esto es lo que hay». Las relaciones de la cuadrilla de Sánchez con la Jefatura del Estado están dirigidas por el gurucillo Iván Redondo, una «mercenario sin escrúpulos» (así le califica el presidente del PNV, Andoni Ortuzar) al que la Monarquía, como a su jefe, le trae exactamente una higa.

Aquí lo que se está preparando es un programa de actos para hacer de la Corona una institución perfectamente invisible; es más, perfectamente inconveniente. Si nadie lo remedia -que nadie lo va a remediar- es  muy posible que esta brutal agresión sea dirigida por el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias con el que, ni siquiera en ese caso, Sánchez querrá romper. Iglesias tiene claro que para instalar en España su modelo caribeño de leninismo feroz lo único que de verdad estorba es la Monarquía, el gran bastión en la defensa de la unidad de la Nación más vieja de Europa. Exiliada la Corona con la complacencia de esta pesadilla universal que se llama Sánchez, la Constitución del 1978 quedará vista para sentencia. Finiquitada. El único dique de contención de estos planes es Felipe VI. Por eso le están machacando. Y encima, como concluye el ministro antes citado: «Es el único español que no puede defenderse». De los que le quieren derrocar. ¿Es consciente de ello?.

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