Pablo Casado ante el reto de liderar la unión del centroderecha para conquistar La Moncloa
Muchas cosas han cambiado para Pablo Casado(Palencia, 1981) en apenas medio año. El presidente del PP afronta su segunda cita electoral con los pronósticos de cara, y dispuesto a resarcirse de las pasadas generales. Confirmado en el liderazgo, este tiempo le ha servido a Casado para relajar las críticas y consolidar la ‘renovación ideológica’ del partido, basado en su esencia liberal. Tras un ascenso imparable, el candidato ‘popular’ tiene ante sí la oportunidad de ser el presidente más joven de la democracia.
Sin estridencias, el líder del PP ha asentado en estos meses, desde el 28-A, su proyecto de refundación, ha blindado al partido como la única alternativa a Pedro Sánchez y ha consolidado su visión política con respecto a los grandes temas de Estado, como la economía o la crisis territorial en Cataluña, un asunto que aborda sin medias tintas.
En este tiempo, ha confirmado al partido como referente del centro-derecha, frenado el sorpasso de Ciudadanos y enfriado las críticas de los barones que, en su día, veían un PP escorado para competir con Vox. Casado defendió que el partido siempre había sonado con su «partitura», que es la de la moderación.
Con ese objetivo, el joven dirigente ‘popular’ ha orquestado un discurso de amable, de consenso y altura de miras hacia los temas que más preocupan a los españoles, como el empleo, las pensiones, la sanidad y la educación. Alejándose de la crispación y la división de una izquierda enrocada en el pasado.
Casado afronta el 10-N el reto de liderar la unión del centro-derecha. Si las encuestas se cumplen, las elecciones pondrán a prueba la capacidad de articular una mayoría que desaloje a Pedro Sánchez de La Moncloa. Un ensayo culminado con éxito en algunos gobiernos regionales, como el de la Comunidad de Madrid.
Con una carreta meteórica, Casado ha tenido que acostumbrase a afrontar grandes desafíos en un tiempo récord. En apenas tres años pasó de ser diputado por Ávila a presidir el partido en el que militaba desde los 22 años. Por sorpresa, se lanzó a liderar el PP en su momento más crítico, asediado por el desgaste de la corrupción, la tibia política en Cataluña y el desencanto de sus propios votantes. Con un proyecto sincero, y basado en los principios que hicieron grande al PP -familia, unidad y libertad- el entonces vicesecretario de Comunicación devoró a Soraya Sáenz de Santamaría y se convirtió en el primer líder elegido por la militancia.
El candidato del PP a la Presidencia del Gobierno estudió Derecho porque quería presentarse a las oposiciones para diplomático, pero se dejó atrapar por la política. Ha contado que fueron los atentados del 11-M los que despertaron su verdadera vocación. Por entonces, llevaba un mes trabajando como asesor en la Consejería de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid y le encargaron visitar el Instituto Anatómico Forense. El impacto fue brutal. Estuvo tres noches sin dormir, y entonces descubrió que sus pasos debían ir encaminados a la política.
En 2007 fue elegido diputado en la Asamblea de Madrid y, dos años después, saltó al cargo de director de gabinete de José María Aznar. Junto a Esperanza Aguirre, uno de sus mentores políticos. Diputado por Ávila desde las elecciones de 2011, Mariano Rajoy lo elegiría como secretario de Comunicación en un momento en que el PP buscaba un lavado de imagen. Un cargo que lo convirtió en uno de los rostros más reconocidos de los ‘populares’.
Su abuelo, su referente
A su compromiso con la política sólo lo supera otro: su familia. Casado con la psicóloga Isabel Torres Orts, tienen dos hijos, Paloma y Pablo, que nació prematuro. Una experiencia que ha marcado su vida. «Estuvo entubado, le operaron del corazón, cuando su corazón era como un diente de ajo, nos explicó el cirujano, Pero se aferró a la vida», contó en una entrevista en televisión. Ahora, presume, es un niño «guapo, deportista y del Real Madrid».
Hijo de un oftalmólogo de León, tiene cinco hermanos a los que se siente muy unido. Su abuelo, médico y sindicalista, fue represaliado por Franco. Condenado a 30 años de cárcel, pasó seis atendiendo la enfermería de la cárcel. El régimen le prohibió después ejercer la profesión.
Ese mismo abuelo, obrero, es su gran referente. De él, dice, aprendió que sólo superar las diferencias permite avanzar. Una lección que se repite como un mantra en su vida política: «Al venir del bando de los perdedores me siento legitimado para defender la concordia y la reconciliación».