Una oleada de violencia saca a la luz la deficiente gestión de Interior de la cárcel malagueña de Alhaurín

cárcel Alhaurín
El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska.
Alfonso Egea
  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

En la cárcel sólo hay un elemento disuasorio para mantener el principio de autoridad intacto entre los presos y los funcionarios de prisiones: las consecuencias de romper ese principio de autoridad. Esa norma de oro aplicable en cualquier prisión del mundo se está viendo vulnerada en la cárcel malagueña de Alhaurín día sí y día también, y lo peor del asunto es que los trabajadores del centro denuncian complicidad en esta situación de la propia dirección penitenciaria “por una mala toma de decisiones a priori o a posteriori de las agresiones”. Golpes, empujones, mordiscos y excrementos resumen la crónica de la realidad en Alhaurín desde principios del pasado mes de diciembre.

OKDIARIO ha tenido acceso a la documentación penitenciaria que resume los principales incidentes acaecidos en la cárcel malagueña durante las últimas semanas, pero lo que es especialmente relevante de esa documentación es la toma de medidas de prevención o de corrección que se han tomado en cada uno de los casos. Ni haciéndolo a propósito se puede hacer más para propiciar un clima de extrema violencia contra los funcionarios.

El pasado 5 de diciembre un interno de la prisión recibió una orden por parte de un funcionario. El preso, Pavel P., un hombre de origen ruso y complexión fuerte, miró de arriba abajo al funcionario, lo insultó y de un empujón lo apartó de su camino. El preso es un tipo peligroso, argumento suficiente para sancionar su comportamiento y disuadirlo de repetirlo o agravarlo, así que el funcionario agredido elevó el correspondiente parte a la dirección del centro para que se tomaran medidas. ¿Qué pasó? Absolutamente nada. Ni sanción, ni aislamiento, ni restricciones de ningún tipo. Al ruso se le llevó a un módulo distinto, nada más, y al funcionario agredido ni caso.

¿Qué sucede cuando un preso de constitución fuerte y violento no recibe castigo por una infracción? La respuesta llegó el pasado 6 de enero, la mañana de Reyes. El ruso en cuestión estaba hablando por teléfono y un funcionario le pidió que abreviara, que era hora de salir al patio. Pavel miró al funcionario, colgó, salió al patio con él y allí apretó su frente contra la del funcionario y propinó un puñetazo. El trabajador activó el código 1, por agresión o peligro inminente. Varios trabajadores tuvieron que quitarle de encima a Pavel, quien ya sabía que ese comportamiento en la cárcel de Alhaurín parece que sale gratis.

Pero es que según cuentan los propios trabajadores, la inacción de la dirección del centro afecta a otros ámbitos, desde el sanitario hasta la convivencia de los presos que no protagonizan incidentes y cuya estancia en la cárcel se ve seriamente afectada por los que sí. Para ilustrar la primera categoría basta repasar los hechos acaecidos el pasado 16 de diciembre en la enfermería de la cárcel, donde un interno extremadamente violento se enfrentó y agredió a dos funcionarios que tuvieron que ser atendidos por las lesiones sufridas durante la intervención. Las fuentes consultadas por este periódico aseguran que las instalaciones médicas de Alhaurín no son las adecuadas para este tipo de internos. ¿Dónde está el preso ahora mismo? En el mismo módulo de la cárcel de Alhaurín conviviendo a diario con al menos uno de los funcionarios de los que agredió.

Para entender cómo parece que el bienestar del resto de internos tampoco tiene específico en esta prisión hay que repasar lo ocurrido el 31 de diciembre en la zona de duchas de la cárcel. Allí un funcionario se encuentra con el preso Mohamed B. El hombre estaba defecando en el suelo de las duchas mientras escribía su nombre en las paredes usando sus propias heces. La cosa acabó como casi siempre, de camino a su celda el preso se revolvió y la emprendió a golpes con el funcionario. El colmo de los colmos es que este hombre había sido anteriormente denunciado a la dirección del centro por otros presos a los que hacía la vida imposible en el módulo y a quienes incluso robaba pertenencias en sus celdas. Un robo entre presos puede llegar a acabar en importantes disturbios, pero la dirección de Alhaurín no hizo nada al respecto y lo mantuvo en el mismo lugar.

Asociaciones profesionales como Tu Abandono Me puede Matar ponen el acento en que muchas de estas situaciones serían corregidas si la dirección del centro pusiera al menos interés en la gestión de los medios humanos de la cárcel. Por ejemplo, en la última agresión, la del interno pintor en las duchas, el funcionario atacado tuvo que aguantar una lluvia de golpes sin poder ser ayudado por su compañera de servicio, ya que al ser sólo dos trabajadores de servicio y tener ella prohibido salir de la zona de seguridad, tuvo que asistir impotente a ver cómo su compañero recibía golpes hasta la llegada de refuerzos desde otra parte de la cárcel.

Los representantes de TAMPM, ante esta oleada de violencia, han exigido una reunión urgente con la dirección de la cárcel de Alhaurín, quien hasta ahora no les ha respondido como asociación y sólo atiende a demandas personales de trabajadores. Otra muestra de la china en el zapato que esta asociación se ha convertido para Instituciones Penitenciarias.

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