OKDIARIO en el campamento donde los inmigrantes preparan un nuevo asalto a Ceuta

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Joan Guirado

Abou tiene 24 años. Es de Guinea Conakry, país que dejó atrás hace nueve meses cuando inició su particular viaje hacía el sueño europeo. El pasado mes de diciembre, partió andando desde su localidad sin prácticamente nada encima, con el deseo de llegar lo antes posible a Ceuta y cruzar, cuando tuviese suerte, la valla que separa el territorio español del marroquí. Lo intentó el pasado jueves, junto con otros 600 inmigrantes que consiguieron saltar, pero fue su segundo intento fallido. Hoy, lo encontramos escondido en una montaña en territorio marroquí, sentado ante unos arbustos, junto a otro inmigrante que observa la valla permanentemente esperando el momento. Lo volverán a intentar, dice.

Es uno de los muchos inmigrantes que desde hace meses esperan alrededor de la valla de Ceuta para cruzar a territorio español. Cualquier cosa que consigan en España será mejor que la situación que viven ahora mismo, en las montañas marroquíes. Pasan frío, calor, nos piden a nosotros alimentos para comer… y de vez en cuando, nos reconoce Abou, son apaleados por agentes de la Gendarmería.

Este joven que abandonó su familia, sus amigos y su tierra para probar suerte en Europa, asegura que la unión entre todos los inmigrantes que como él esperan poder llegar a España, es lo que les mantiene vivos. “Unimos nuestras manos, tratamos de movernos un poco, de lo contrario no es un grupo, aunque de todos modos no lo es”, nos reconoce. Allí cada uno tiene su historia y su aspiración, pero en estos momentos a todos ellos les uno uno: entrar a Europa.

Salif se marchó de Mali junto a su hermano para viajar hasta España. Lo encontramos andando solo por la montaña, mientras su hermano se encuentra a unos cuantos kilómetros pidiendo limosna en uno de los municipios poblados que hay cerca de la valla. Salif asegura que “no tenemos otra opción” que la de intentar llegar a España y afirma que “tenemos que intentar ganarnos la vida con mi hermano”. En su país dejó a su madre sola, ya que su padre murió hace unos meses. Han pasado cinco meses hasta que han llegado a la frontera, tiempo en el que prácticamente nos dice, no han podido hablar con su madre. Cuando cobren el primer sueldo, nos confiesa, la intención de los dos hermanos es reagrupar a su madre en España.

Abou y Salif son sólo dos ejemplos de los más de 1.000 inmigrantes que aún hoy, una semana después de que 609 consiguieran entrar a España de forma violenta lanzando objetos y cal viva contra agentes de la Guardia Civil, merodean la valla que petimetra la Ciudad Autónoma de Ceuta a la espera de poder llegar a territorio español. Saben, porque ya lo han intentado dos veces, que no es tarea fácil, pero que cuando lo consigan, aunque prácticamente no tengan sitio donde dormir y comer, en unas instalaciones para recibir a los inmigrantes recién llegados completamente colapsadas, todo será mejor que estos meses en las montañas de Marruecos.

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