El ninot del Rey en ARCO no es arte, es provocación

El ninot del Rey en ARCO no es arte, es provocación

Desde que se dio a conocer la imagen del ninot que representa al rey Felipe VI en la Feria Internacional de Arte, ARCOmadrid 2019, con sus cuatro metros de altura, su desmesurado precio –200.000 euros (+IVA)– y la condición de que el comprador deberá quemarla antes de un año, las creaciones de los artistas de los diferentes países que participan en la cita anual han pasado a la más absoluta inanidad. Todo lo que no sea esa gigantesca figura del actual monarca ha dejado de existir, las obras de los cientos de artistas que esperaban ilusionados este importante cita anual para dar a conocer sus obras han pasado a ser ignoradas en aras de la modernidad, la vanguardia y la provocación de una pareja de artistas formada por Santiago Sierra y Eugenio Merino. Ambos han descubierto desde hace tiempo como llamar la atención de los medios de comunicación por medio del escándalo y la transgresión que suscitan  sus creaciones.

Que parte del arte trate de despertar el interés del público por medio de obras que sugieran controversia entre los que lo contemplan es algo de todos conocido ya que es un método que lleva bastante tiempo de moda, especialmente entre los críticos de arte que están a la última en cuanto a creación plástica actual se refiere. El arte que trata de crear un profundo impacto entre los aficionados y coleccionistas de obras, con las que algunos creadores pretenden trascender otras muestras más clásicas de expresar sus inquietudes ha sido siempre y es valiente y loable. No hay más que recordar el escándalo que supusieron las pinturas de la Capilla Sixtina realizadas por Miguel Angel hace más de cuatro siglos. El pasmo causado por aquellas figuras desnudas dieron lugar a un follón monumental entre la sociedad romana y sus representantes vaticanos.

Lo que creo no equiparable es aprovechar la figura de la primera autoridad de España, el rey Felipe VI, en un país donde aceptar la monarquía está considerado por algunos de sus ciudadanos como algo demodé e incluso retrógrado, es puro oportunismo. No ya sólo por la imagen gigantesca de cuatro metros de alto que la hacen prácticamente imposible de acomodar en una vivienda o en un  espacio normal. Sino también porque junto a la obra en sí, se le ofrece al comprador el morbo de tener que quemarla sí o sí en un periodo de tiempo corto, pero suficiente para mostrarla a sus amigos como un trofeo inapreciable: no sólo han adquirido una obra de un personaje que representa a una institución que desprecian o detestan sino que además se pueden dar el gustazo de quemarla y conservar la calavera que parece ser quedará como último vestigio de un monarca.

Todo un ataque velado hacia quien da la casualidad que es una persona que se atreve cada vez que tiene ocasión a poner los puntos sobre las íes al independentismo catalán y dejar claro que la democracia nunca puede estar por encima del respeto a las leyes del Estado de Derecho.

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