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Níger rompe el plan nuclear de Francia: Macron enfrenta una ‘crisis del uranio’ antes de las legislativas

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Francia es una de  los pocos países en el mundo que ha apostado de manera decidida y tajante por la energía nuclear. Con más del 70% de su electricidad proveniente de plantas nucleares, la estabilidad de su suministro de uranio es crucial -es el segundo país del mundo con más reactores (56) justo por detrás de EEUU-. Níger ha sido históricamente uno de los principales proveedores de este mineral para Francia, con Orano -anteriormente Areva- operando varias minas en el país africano.

Con todo, la reciente decisión de la junta militar de Níger de retirar el permiso de explotación de uranio a la empresa pública francesa ha desatado una crisis energética y geopolítica en Francia, justo antes de las elecciones legislativas -que se celebrarán el 30 de junio y el 7 de julio-. Este movimiento no sólo pone en jaque la estrategia nuclear de Francia, sino que revela un entramado de intereses y tensiones internacionales que van más allá de una ‘simple’ cuestión de suministro de minerales.

Francia depende de Níger

Las minas de uranio de Arlit y Akokan -gestionadas por Orano-, han sido pilares fundamentales para asegurar un flujo constante y relativamente económico de uranio a Francia -hasta un 15% del uranio que se emplea en el país galo procede de Níger-.

No es un hecho baladí: la importancia de Níger en la estrategia energética francesa no puede subestimarse. Además, la interrupción del suministro de uranio desde el país africano llega en un momento particularmente delicado para Francia. Con las elecciones legislativas a la vuelta de la esquina, la administración de Emmanuel Macron se encuentra en un momento crucial. La perspectiva de una crisis energética, con posibles aumentos en los costos de la electricidad y riesgos de apagones, podría tener consecuencias políticas devastadoras.

En un contexto ya de por sí tenso, marcado por el aumento de protestas y una creciente desconfianza hacia el gobierno, Macron se enfrente a un nuevo desafío. La decisión de Níger -como muchos países africanos-, es un campo de batalla en la lucha de influencias entre grandes potencias mundiales. En los últimos años, Rusia y China han intensificado sus esfuerzos para ganar terreno en el continente -a menudo en detrimento de las antiguas potencias coloniales europeas como Francia-.

Cabe destacar que en Níger se extiende un malestar antifrancés por décadas de expolio de sus materias primas. Y, Rusia aprovecha este sentimiento como herramienta de propaganda, apoyando los levantamientos militares que expulsan del país a las tropas occidentales. Este movimiento se inscribe dentro de una estrategia más amplia de Rusia para desafiar a Occidente en múltiples frentes, desde Europa del Este hasta África y busca instalarse en países ‘pobres’ pero ricos en recursos naturales como petróleo, gas y otras materias primas -como el uranio, en este caso concreto.

China, por su parte, ha adoptado un enfoque más económico, invirtiendo en infraestructuras y recursos naturales en toda África. Aunque menos involucrada directamente en Níger en comparación con Rusia, la presencia china en el continente contribuye a un entorno en el que Francia debe ir con cautela. De hecho, en el último acuerdo con China para la extracción de petróleo en el país africano -a finales de abril-, el ministro de economía y finanzas nigerino declaró que  «China es un gran amigo de Níger; nunca podremos decirlo lo suficiente». De acuerdo con dicho contrato de anticipo, Níger recibirá 400 millones de dólares, que se reembolsará con las primeras exportaciones de crudo en un plazo de 12 meses y con un tipo de interés del 7%.

Tensión interna

La diversificación de proveedores de uranio implica complejas negociaciones y acuerdos que no se resuelven de la noche a la mañana. Además, la transición hacia energías renovables, aunque crucial a largo plazo, no ofrece una solución inmediata a la crisis actual.

La situación en Níger plantea también preguntas sobre la viabilidad a largo plazo de la dependencia de Francia de recursos provenientes de regiones políticamente inestables. La necesidad de una revisión profunda de la política energética y exterior de Francia se hace cada vez más evidente. Por su parte, la administración Macron debe equilibrar la necesidad de una solución rápida con una estrategia sostenible a largo plazo. Con las elecciones legislativas a la vista, Macron y su partido enfrentan un campo político fragmentado y polarizado. La oposición ha criticado duramente la gestión gubernamental de la crisis, aprovechando la oportunidad para ganar terreno entre un electorado cada vez más descontento.

Francia se encuentra en una encrucijada. La manera en que gestione esta crisis no solo determinará la estabilidad energética del país en el corto plazo, sino también su posición en el escenario geopolítico mundial. Emmanuel Macron, conocido por su habilidad para navegar crisis políticas, enfrenta uno de sus desafíos más difíciles hasta la fecha. La respuesta a esta situación será crucial para definir su legado y el futuro energético y político del país galo.

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