Fainé, el gran impulsor de una fusión que busca convertir a CaixaBank en la entidad líder en Madrid
Desde hace meses el mundo financiero apostaba por la operación entre Bankia y Caixabank debido a un motivo por encima de todos: para salir adelante solo haría falta poner de acuerdo a la Fundación Bancaria La Caixa (Isidro Fainé) y al Gobierno, frente a otras opciones que necesitaban la aprobación de multitud de accionistas.
Desde hace meses el mundo financiero apostaba por la operación entre Bankia y CaixaBank debido a un motivo por encima de todos: había interés político por que la operación se llevara a cabo. Desde el pasado enero, e incluso antes, en la alta dirección de Bankia se conocía el interés del Ministerio de Economía liderado por Nadia Calviño, por ‘casar’ al banco público Bankia no con BBVA -con quien también ha habido movimientos- ni con Banco Sabadell, sino con CaixaBank.
Por supuesto, CaixaBank estaba al tanto de la operación. Pero más que CaixaBank, su principal accionista con un 40% de las acciones, la Fundación Bancaria La Caixa.
Decir La Caixa es decir Isidro Fainé. El veterano (78 años) bancario catalán lleva toda la vida ambicionando un movimiento corporativo que colocara a CaixaBank como el primer banco de España -algo que ya es por cuota de mercado desde hace tiempo- pero sobre todo como el primer banco de Madrid, la capital del país y principal plaza financiera. Conquistar Madrid financieramente hablando siempre fue su objetivo, y así lo manifestó en numerosas ocasiones. Fainé siempre ha sido un hombre que ha cultivado con fruición las buenas relaciones empresariales y de amistad con el Madrid financiero, contando entre sus amigos a personajes de relevancia como Florentino Pérez, presidente de ACS y del Real Madrid. También ha mantenido históricamente muy buena relación con la Casa Real.
Juego de accionistas
La operación de CaixaBank y Bankia, tal y como advertían fuentes financieras desde hace muchos meses, tenía además del apoyo político una ventaja clave: para salir adelante solamente era necesario que se pusieran de acuerdo dos actores: el Estado a través del FROB (dependiente de forma directa del Ministerio de Economía de Calviño) y la Fundación La Caixa, es decir Fainé. Con el visto bueno de estos dos agentes, la operación sale adelante, porque no existe otra mayoría accionarial de control que pudiera oponerse ni en CaixaBank ni por supuesto en Bankia, donde el 62% del capital está controlado por el Estado.
Con estos mimbres, ya desde enero las posiciones estaban claras, pero la explosión de la pandemia del coronavirus vino a retrasarlo todo. Durante varios meses, los bancos sólo pudieron centrarse en aprobar moratorias hipotecarias, en conceder préstamos con el aval del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y en definitiva en tratar de no ser arrasados por los acontecimientos.
Interés político
En el Ejecutivo, el movimiento de fusionar CaixaBank con su banco público fue el favorito. Se es consciente de que son dos entidades no demasiado complementarias, por cuanto se concentraron durante años, como antiguas cajas, en mucha banca minorista, con gran presencia de oficinas. Además, en algunas regiones como Valencia o la propia Cataluña su cuota de mercado podría ser incluso excesiva y llamar la atención de las autoridades de competencia.
Pero en términos políticos era una jugada muy redonda. CaixaBank, y antiguamente La Caixa, siempre ha sido el brazo financiero de la burguesía catalana, un grupo social pequeño en número pero grande en influencia ya que ostenta el poder económico y mediático de la región. Esta burguesía, durante décadas votante de CiU y comprometida con el constitucionalismo, se echó en buena parte al monte desde el inicio del proceso secesionista con Artur Mas en 2013. Reconducir a este grupo tan influyente para el resto de Cataluña podría ser otro de los objetivos de esta operación empresarial con fuertes tintes políticos.
Así, ‘seducir’ al independentismo y hacerle volver al redil de la Constitución a través de entregar el principal banco español a accionistas principalmente catalanes, es una idea que subyace en el trasfondo de la operación instigada por el Ejecutivo de Pedro Sánchez. CaixaBank es un banco periférico, no controlado desde Madrid pero interesado en Madrid.
Además, la gestión con dos directivos vascos que por el momento tienen una imagen inmaculada en el sector financiero -José Ignacio Goirigolzarri y Gonzalo Gortázar- para este ‘campeón’ nacional supone la cuadratura del círculo. Un triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao que entra como un guante en el marco de ‘España plurinacional’ que Sánchez y su consejero Iván Redondo tienen en la cabeza, un concepto que como casi todo en el mundo ‘redondiano’, se basa en marketing, imagen y golpes de efecto más que en contenido.
FROB y Fainé
Ahora, en las últimas semanas fueron Fainé y Jaime Ponce -presidente del FROB- quienes llevaron directamente las negociaciones para poner en marcha la fusión entre CaixaBank y Bankia, según informó el diario ‘Expansión’. La iniciativa la llevó como siempre Fainé, que a su edad no renuncia a la posibilidad de legar un CaixaBank mucho más grande, que no sea el banco número uno en cuota en Barcelona o en Valencia -donde tiene su sede, al igual que Bankia, lo cual hace muy probable que el nuevo grupo también tenga la sede en la tercera ciudad de España-.
Si sale adelante esta operación, algo que prácticamente todo el mundo da por hecho en las entidades, Fainé podrá dejar por fin el gran legado y despejar las dudas sobre qué ocurrirá con CaixaBank cuando él deje finalmente el mando.