La fiesta acabó en siesta
No se apeaba Zidane del once de su debut. El cambio obligado de Varane por Sergio Ramos era la única novedad en el segundo acto de Zizou en el banquillo del Real Madrid. No cambiaban los laterales (Carvajal y Marcelo), ni los mediocentros (Kroos y Modric), ni por supuesto la BBC arriba. Isco se mantenía de titular y condenaba al banquillo a un James al que le toca acelerar en el césped de Valdebebas tanto como en la M-40 si quiere estar entre los elegidos.
Salió el Sporting al Bernabéu como si fuera el bebé de la Bescansa en el Congreso: un poco asustado y fuera de sitio. El Madrid quería sacudirse el frío con ataques eléctricos y dinámicos. La propuesta de Zidane era atractiva: Carvajal y Marcelo casi de extremos, Isco y Modric en la mediapunta y los tres delanteros merodeando el área sportinguista. Era un ataque total, que pronto encontró su premio.
Apenas se habían cumplido los cinco minutos de partido y el gol vino otra vez de la pizarra de Zidane. Kroos puso un córner con ese pie que parece un taco de billar y Bale se adelantó en el primer palo para conectar un certero cabezazo como Santillana en sus mejores tiempos. A partir de ahí, los goles del Madrid se sucedieron como los tiros en una peli de Tarantino.
Dos minutos después aparecía Cristiano para devolver los elogios a Zidane en forma de golazo. Bale fue a la presión como Pedro Sánchez en el debate contra Rajoy y provocó la pérdida de balón del Sporting. Carvajal, convertido en centrocampista, se la puso a Benzema, que vio la llegada de Cristiano. El luso se dio la media vuelta como Bisbal y conectó un zurdazo a la escuadra.
Tsunami en el Bernabéu
Y a los once, en pleno tsunami blanco, cayó el tercero. Bale, un cuchillo jamonero entre las piernas de los zagueros sportinguistas, se desmelenó por la derecha y puso el centro al área. Por allí campaba a sus anchas Benzema, que se perfiló para empalar una media chilena estilo Van Basten. Zidane sonreía y el Bernabéu disfrutaba. Para el madridismo, el ceño fruncido de Benítez y el juego gris y encorsetado de su equipo ya son sólo un mal recuerdo, como Zapatero o el disco de Jesulín.
Pero no se vayan todavía, que aún hay más. A los 17 llegó el cuarto, otra vez desde la derecha, que era una fiesta para el Madrid. Isco asistió a un Carvajal disfrazado de Míchel. El lateral, que está dejando en muy mal lugar a Danilo, puso un centro medido para que Cristiano sellara el cuarto con un toquecito de primeras. Abelardo se frotaba los ojos para comprobar que no era una pesadilla.
Con el partido resuelto, el Madrid levantó un poco el pie, aunque siguió atacando. El Sporting se afanaba por defenderse y levantarse de la lona después de cada golpe madridista, pero la diferencia era insalvable. Parecía un partido en el patio de un colegio entre los mayores y los pequeños.
Rozaban las manecillas del reloj el tiempo del descanso cuando el Madrid encontró el quinto. Nació de una virguería de Isco en los aledaños del área donde se siente más cómodo que los Pujol en Andorra. El malagueño se marcó un doble sombrero, asistió a Benzema y Karim abrochó el gol como un chaqué de tercipelo: suave y elegante.
La mala noticia fue la lesión de Bale sobre la bocina. Otra vez el maldito sóleo dejaba K.O. al galés justo cuando había empezado a mostrar la versión que le convirtió en una estrella mundial y que le llevó directo al Madrid. Habrá que esperar al diagnóstico para conocer cuánto tiempo se quedará Zidane sin el jugador que se había convertido en su mayor estilete.
Sestea el Madrid
Comenzó el segundo tiempo con Bale en la caseta y Jesé en el verde. Seguía el dominio del Madrid aunque el Sporting empezaba a mostrar la pierna fuerte. No se tomó bien Cristiano un encontronazo con Cases. El luso soltó una patada sin balón que pudo costarle la roja si Undiano no se hubiera hecho un poco el sueco.
El Sporting marcaría el del honor en una contra provocada por una pérdida de balón de Carvajal. Lo consiguió Isma López en el 62 ante la pasividad de la defensa del Madrid, que de tan relajada estaba en peligro de coger frío. Estaba ya en el campo James, que había saltado por Isco, y lesionó involuntariamente a Benzema de una patada como Arbeloa aquella vez a Casillas. Por Karim entró Kovacic, el último cambio de Zidane.
Lejos de espabilar con el gol, el Madrid perdió el norte como Carmena cuando salió alcaldesa. Cristiano estaba enredado en una pelea contra todos los jugadores del Sporting, mientras que el resto de sus compañeros se limitaban a mantener la posesión, pero sin profundidad, ni verticalidad, ni intensidad.
Pasaban los minutos y la gente iba abandonando el Bernabéu con la sensación de que el Madrid fue un tsunami en el primer tiempo y un jacuzzi relajado en el segundo. La fiesta no pudo ser completa para el madridismo con un equipo que mostró el tremendo potencial que tiene, pero también algún viejo vicio en la segunda mitad. Por si fuera poco, las lesiones de Bale y Benzema dan un punto de intranquilidad para una BBC que estaba más sintonizada que nunca.