El mejor tridente del Barça no viste de azulgrana
Corren buenos tiempos para el Barça. Con el simpatiquísimo Luis Enrique en el banquillo, los azulgrana han encargado otro tiplete. Según los gurús que saben de esto el secreto del éxito culé está en su tridente: Messi, Neymar y Luis Suárez. Puede. Los tres son buenos de narices, de eso no hay duda, puede que los mejores delanteros que hayan coincidido jamás en un equipo desde Di Stéfano, Puskas y Gento.
Pero el oscuro secreto del éxito de este Barcelona está en el otro tridente, el que no viste de azulgrana, ni marca goles, ni da asistencias, ni pone en pie al Camp Nou. Ese tridente silencioso que hace una labor sorda, oscura, poco reconocida por la prensa del movimiento culé, siempre está de guardia para echar una mano si la cosa se pone fea.
¿Gana el Barça sus partidos por los árbitros? La respuesta es, rotundamente, NO. ¿Es el Barça el equipo más favorecido por los árbitros en los últimos 20 años? La respuesta es, rotundamente, SÍ. Puede ser cuestión de suerte, pero suena raro que cada vez que la ruleta da la vuelta los azulgrana siempre saquen un pleno. Las ayudas al equipo azulgrana, desde las Ligas de Tenerife –con García de Loza y Gracia Redondo como brazo ejecutor–, han sido si no constantes, sí al menos muy, pero que muy frecuentes.
El último capítulo en Villarreal ha resultado hasta un poco obsceno. Desde luego que el Barça no necesita ni una sola ayuda arbitral para conquistar una Liga que ya tiene ganada, pero la actuación parcial, temerosa y acomplejada del novel Sánchez Martínez dejó bien a las claras que se plantó en El Madrigal con dos reglamentos: uno para los azulgranas y otro para los amarillos.
Piqué, indultado por el colegiado para que juegue un Clásico descafeinado, montó en cólera por la primera amarilla y luego esperó al partido del Madrid para mostrar los síntomas de su madriditis aguda desde su cueva tuitera. Lo del penalti de Neymar fue otro escándalo, pero con el Barça ha dejado de ser noticia que el colegiado se vaya al punto fatídico a las primeras de cambio.
Puede que el Barcelona hubiera conquistado los mismos títulos en las dos últimas décadas sin las ayudas arbitrales, aunque yo personalmente lo dudo. Un gol expoliado a Shevchenko en el Camp Nou en las semifinales de Champions abrió al Barça las puertas de su segunda Copa de Europa, lo de Obrevo en Stamford Bridge fue el mayor escándalo de la historia del fútbol mundial desde Mister Ellis y la expulsión de Pepe en el Clásico del Bernabéu allanó el camino a otra Champions del Barça de Pep. Son pequeños empujoncitos que te sacan de un apuro, como el ciclista al que le suben del sillín cuando se atasca en un puerto.
El Barça de los últimos años ha vivido del dopaje arbitral. Es un dopaje indetectable, que pasa todos los controles, cuyas sustancias no aparecen en la lista de medicamentos prohibidos, pero es el dopaje más efectivo: el que te ayuda a ganar los partidos que se atascan y te empuja viento en popa hacia los títulos.