Cristiano y Benzema no se hacen los suecos
Rotaba Benítez, pero sin llegar a marearse. Portero nuevo, Kiko Casilla, con la defensa integrada por Danilo, Pepe, Nacho y Arbeloa. El díscolo y convaleciente Marcelo aguardaba en el banquillo la oportunidad de salir a divertir al Bernabéu. El técnico plagaba el centro del campo de chavales: Casemiro (23), Kovacic (21), Isco (21) y James (24). Mucha imaginación para volver a enamorar a una grada que, faltaría más, recibió a Benítez como se merece: con una estruendosa pitada. Arriba, Cristiano para engordar su estadística goleadora y Benzema para seguir reinsertándose.
El Malmö se presentaba en el Bernabéu como un cerdo esperando su San Martín. Los suecos se sentían como sus compatriotas féminas en las películas de José Luis López Vázquez: en paños menores ante uno equipo español dispuesto a dejarles en pelotas. Eso sí, nadie podrá decir que no fueron atrevidos, porque plantaban la defensa casi en el centro del campo las veces –pocas, vive Dios– que tenían la pelota.
Una chilena interruptus y un vuelo acrobático con un cabezazo alto de Cristiano fueron los dos primeros avisos del Madrid. A la tercera llegó el gol. Fue una buena maniobra de Ronaldo en la banda izquierda. El luso le hizo un nudo a su defensor y puso el centro al área donde Isco remató a placer. El remate del malagueño se estrelló en un rival, que lo convirtió en una asistencia involuntaria para que Benzema inaugurara el marcador a los once minutos. Parecía el primero de un saco como el de Papa Noel.
Jugaba el Madrid a placer y sin nadie que le aocosara, como El Chapu Guzmán escapándose de la cárcel. Entonces el relax llegó al juego del Madrid. El fútbol de los blancos era plano y previsible. Capado en las bandas por el irreconocible Danilo y el conocido Arbeloa, los de Benítez querían jugar como Albert Rivera: siempre por el centro, pero bastaba con un centro al área desde cualquier sitio para poner en apuros a la inocente defensa del Malmö.
Asistente Cristiano
Casi sin querer llegó el segundo. Otra vez Cristiano, esta vez por la derecha, inició la jugada como en sus tiempos de chavalín en el United. Su centro al segundo palo lo cabeceó Benzema, que se suspendió en el aire como si estuviera en una pelea de Matrix. Los números del francés en la Champions –77 partidos, 45 goles– le convertirían en un delantero de época si los repitiera en la competición nacional.
Una gran asistencia de Casemiro l Cristiano, que tiró al muñeco y el meta Wiland sacó una mano espectacular. Era el minuto 35, faltaban sólo tres para que Cristiano rompiera su maldición gitana con las faltas. Lo hizo en un tiro lateral, en una posición escorada, nada fácil, pero Ronaldo sacó un golpeo seco, de empeine total, que se fue abriendo hasta botar delante de las manos del portero del Malmö y convertirse en gol. De falta. Sí, de falta. Por fin. Sonreía Cristiano como si hubiera acabado con éxito la San Silvestre después de correrla con Benítez montado a caballito: se había sacado un peso de encima.
Dos minutos después, Ronaldo volvía a fallar un gol cantado, al filo del descanso, lo que provocaba que el portugués enfilara el camino de los vestuarios otra vez con carita. Científicos de todo el mundo han estudiado lo que le está sucediendo a Cristiano con la cantidad de ocasiones que falla y han confesado desconsolados que la ciencia no siempre tiene respuestas para todo.
Ronaldo desencadenado
En la reanudación Cristiano siguió engordando sus cifras para marcar su noveno gol en seis partidos. En total, 121 partidos de Champions y 85 goles, unos números de escándalo. Fue una jugada de Danilo y Benzema dentro del área, que acabó en los pies de Ronaldo que, esta vez sí, no perdonó. El abrazo de los jugadores con Cheryshev fue bonito y puede que un punto sobreactuado.
Tres minutos después llegó el quinto del Madrid y el tercero de Cristiano –el décimo en esta Champions– ante una defensa del Malmö que eran muebles del Ikea. Centró Danilo al área y Cristiano, trompicado, se la llevó entre dos rivales y anotó con la inestimable colaboración del meta Wiland.
El Madrid no se paró. Quería más y Benítez metía a Marcelo al campo para echarle más madera a la hoguera donde se quemaban los suecos sin rechistar. Antes del minuto 60 llegó el set en blanco y lo marcó, cómo no, Cristiano Ronaldo después de una jugada en la que Benzema e Isco hicieron baile de salón con la zaga del Malmö. El taconazo de Karim en la banda fue digno de Guti, igual que el retate torero del malagueño. CR7 sólo tuvo que esperar en el segundo palo para marcar el cuarto de la noche.
El séptimo lo hizo Kovacic, su estreno goleador de blanco, después de una jugada por banda del recién salido Jesé, que rechazó al centro el meta Wiland. El Madrid seguía con el pie puesto en el acelerador. Y así llegó el octavo, después de una recuperación del joven croata. Benzema amagó, recortó y marcó con suficiencia y sin darse importancia, porque Karim es así, un tipo tranquilo que va a su bola.
Y el Madrid no dejaba de atacar con la idea de batir un récord del Liverpool también de Benítez (8-0 al Besiktas) en un partido en el que curiosamente también estaba sobre el campo Arbeloa. Intentó Casemiro marcar el gol de Aragón, pero le ocurrió lo que a Pelé: su disparo desde el centro del campo se marchó fuera. Ahí se acabó la goleada, con el Madrid al borde del noveno, pero con el público abandonando el Bernabéu satisfecho después de un atracón de goles.