La razón por la que es más difícil hacer amigos de adulto que de niño, según una experta
La energía compartida es un factor muy importante en las interaccines sociales
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Hacer amigos durante la infancia es un proceso completamente natural, algo que sucede de manera fluida y sin grandes esfuerzos. Sin embargo, al llegar a la adultez, las dinámicas de las relaciones sociales cambian de manera significativa. El espacio donde antes se formaban amistades, como el colegio o el parque, se ve reemplazado por otras realidades más complejas. Según Mel Robbins, escritora y experta en desarrollo personal, la razón detrás de este cambio radica en cómo los factores de proximidad, tiempo y energía afectan a nuestras relaciones a medida que crecemos, razón por la cual es tan difícil hacer amigos de adulto.
En la infancia, los niños están inmersos en un entorno social que facilita la interacción social. Según Robbins, la vida de los niños está estructurada de tal manera que la amistad no sólo es fácil, sino casi una necesidad. Los niños, por lo general, no necesitan hacer un esfuerzo consciente para ser amigos, ya que las circunstancias les ofrecen un espacio para interactuar. Sin embargo, todo esto cambia al llegar a la adultez. Robbins lo llama «la gran dispersión». El trabajo y las obligaciones familiares desplazan a las amistades, y el tiempo para socializar se reduce de manera drástica. Las personas ya no tienen la misma facilidad para encontrarse y compartir momentos, lo que hace que la vida social se desvanezca gradualmente.
¿Por qué es tan difícil hacer amigos de adulto?
Uno de los principales cambios que experimentamos al llegar a la adultez es que las amistades pasan a ser algo mucho más individual. De acuerdo con Robbins, cuando somos adultos, las relaciones no se dan con tata facilidad. Mientras que en la infancia era habitual formar lazos de amistad de manera casi automática, en la adultez debemos buscar activamente nuevas conexiones.
En su conversación con Jay Shetty, Robbins explica cuáles son los tres pilares fundamentales afectan las relaciones en todas las etapas de la vida: proximidad, tiempo y energía. De niños, la proximidad está garantizada, ya que compartimos el mismo colegio. Pero a medida que crecemos, la proximidad disminuye. En la adultez, ya no pasamos todo el día en la misma aula o en el mismo grupo de amigos, lo que limita las oportunidades de conocer gente nueva y mantener viejas relaciones.
Otro factor crucial es el tiempo compartido. Mientras que en la infancia pasábamos mucho tiempo con los amigos, en la vida adulta el tiempo se convierte en un recurso escaso. Por lo general, tenemos horarios más ocupados debido a las responsabilidades laborales, familiares y personales. Las oportunidades de socializar disminuyen, y las interacciones suelen ser mucho más breves.
Por último, la energía compartida es otro factor importante. Durante la infancia, los niños suelen tener intereses y rutinas similares, lo que les permite compartir su energía de manera sencilla y fluida. Sin embargo, en la adultez, nuestras prioridades cambian. Estos cambios en la energía compartida no son personales, según Robbins, simplemente ocurren porque los tres pilares fundamentales que sustentan las relaciones han cambiado. Si una persona empieza a priorizar su salud y bienestar por encima de salir de fiesta, por ejemplo, puede que algunas de sus amistades se vean afectadas.
Las claves del éxito
Para hacer amigos de adulto, Robbins sugiere un enfoque más intencional. En lugar de esperar que las relaciones se formen de manera natural como ocurría en la infancia, los adultos debemos ser más proactivos. Esto significa salir a conocer gente, organizar encuentros y actividades que fomenten la interacción social, e incluso aceptar que algunas amistades pueden ser transitorias. Es importante entender que las amistades en la adultez pueden ser diferentes a las que se formaban de niños. Algunas serán breves, otras duraderas, pero todas tienen un valor.
Las reflexiones de Robbins nos ofrecen una perspectiva valiosa sobre cómo la amistad evoluciona con el tiempo. Aunque las relaciones en la adultez puedan ser más difíciles de formar y mantener, no son imposibles. Con esfuerzo, intencionalidad y flexibilidad, es posible establecer nuevas conexiones y seguir cultivando amistades valiosas.
Las claves para tener éxito en este ámbito son la disposición para adaptarse a las nuevas circunstancias, ser proactivos en la búsqueda de nuevas relaciones y entender que no todas las amistades serán para toda la vida. A pesar de los cambios, el vínculo humano sigue siendo una de las necesidades más fundamentales de las personas.
En resumen, la infancia presenta un entorno ideal para hacer amigos, donde la proximidad, el tiempo y la energía compartida garantizados. Pero al llegar a la adultez, estos factores cambian, lo que requiere un enfoque más consciente y proactivo para establecer relaciones duraderas. Aunque «la gran dispersión» de las amistades en la adultez puede hacer que las relaciones sean más difíciles de mantener, las personas pueden adaptarse a estos cambios y seguir cultivando vínculos significativos a lo largo de su vida.
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