Las entrañas del vestuario

Las entrañas del vestuario

Luis Aragonés estuvo a punto de darle un cabezazo a Samuel Eto’o, que lanzó con furia una botella de agua al suelo al ser sustituido por no seguir las instrucciones que le enviaban desde la banda durante la segunda parte de un partido en La Romareda frente al Real Zaragoza. Si el amago de pelea se vio por televisión, la monumental bronca en el entrenamiento del lunes no pasó desapercibida. El camerunés siempre habló maravillas del técnico de Hortaleza, al que llamaba «el abuelo» quien, para picarle, le decía «usted no es negro, es azul».

El Zapatones no tenía pelos en la lengua, era muy exigente en aspectos disciplinarios a pesar de lo cual sus discípulos le adoraban. Al no vivirlo tan de cerca desconozco el grado de orden reinante en el vestuario actual de la primera plantilla del Mallorca, pero los comunicados de Dani Rodríguez, tan inoportunos como injustos, no son los únicos que han revelado una insana competencia interna.

La tormenta no se ha desatado después de la reciente derrota en el Santiago Bernabéu, la lluvia ya cayó antes y las nubes sobrevolaban la Ciudad Deportiva desde hacía tiempo sin respuesta alguna desde dentro y mucho menos más allá de la carretera de Sóller. Maffeo, ahora rescatado, llevaba más de un año reivindicando su desencanto y sus ansias de salir. De hecho ya se lo advirtió al jefe de comunicación Héctor Martín cuando se lo presentaron: «Espero no estar aquí el año que viene». Antes de que Copete cumpliera su deseo de causar baja, Muriqi pedía su renovación, Leo Román exigía la titularidad en perjuicio de Greif, preferido por Arrasate, Abdón ejercía su protesta silenciosa por no jugar un solo minuto en la final de la Copa del Rey, aplaudido por el club y la afición a golpe de caretas en la grada y el portugués Samu ha sido el último de la fila sin haber alcanzado su objetivo. Larin aparte, sin haber recibido la menor reprimenda por su enfrentamiento con la grada.

En El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara se colaba en las alcobas atravesando los techos que las cubrían para ver lo que en ellas ocurría al amparo de la intimidad. Si tuviéramos la misma potestad o habilidad para abrir las puertas de los vestuarios, no como las cámaras de la LFP antes de los partidos que no aportan nada, seguramente nos llevaríamos más de una sorpresa.

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