El alcalde separatista de Manacor, marca blanca de Gabriel Rufián
Hay políticos que gestionan y luego están los que gesticulan. Los primeros arreglan problemas; los segundos los crean, pero con rueda de prensa incluida. En cada municipio hay uno de esos especímenes que confunde el ayuntamiento con un plató de televisión y la política con un concurso de egos. Nuestro protagonista de hoy se llama Miquel Oliver, el alcalde separatista de Manacor, que se ha convertido en uno de ellos.
Su manual de actuación es bastante simple: primero se proclaman adalides del pueblo oprimido, después se pelean con la bandera que cuelga en el despacho -ésa que, por lo visto, les produce urticaria institucional- y finalmente convierten cualquier acto público en un monólogo de humor involuntario.
Mientras las aceras se rompen y los vecinos esperan soluciones, ellos ensayan su próximo tuit ingenioso. No hay presupuesto para arreglar calles, pero sí para medir el impacto en redes. No hay plan de seguridad, pero sí un plan para salir en la foto. El lema: «No importa que hablen bien o mal, con tal de que hablen de mí».
Y claro, cuando llega la prensa y señala los desvaríos, entonces aparece la interpretación más dramática: la del político incomprendido. Llora por teléfono, llama a los dueños de los medios afines y se queja de persecuciones mediáticas. Se presenta como mártir de la libertad de expresión… justo después de intentar censurar a los díscolos. Ahora, en OKBALEARES lo tendrá un poco más complicado.
Lo más curioso es que muchos de estos artistas del postureo municipal sueñan con escalar. Porque si en el pueblo ya son estrellas, ¿por qué no probar suerte en la política autonómica? Total, el salto del sainete local al teatro regional es solo cuestión de ego y un poco de marketing. Miquel Oliver ya está preparando los puñales para clavárselos por la espalda al que dice ser su amigo Lluís Apesteguia, líder -hasta la fecha- de los independentistas de Més per Mallorca.
La historia se repite: cada cierto tiempo aparece un nuevo actor en el escenario que promete «cambiarlo todo» y acaba cambiando solo la cortina del despacho. Pero el público, que ya ha visto demasiadas temporadas de este reality, empieza a aburrirse. Quizás algún día tengamos políticos menos preocupados por parecer y más por hacer. Aunque, claro, eso ya sería pedir demasiado.
Uno de los momentos más comentados tuvo lugar cuando Oliver, acompañado del regidor de Seguridad e Interior, decidió que la enseña nacional en un despacho de la Policía Local estaba de más. Los agentes presentes miraban con perplejidad lo que algunos describen como «una escena digna de comedia absurda».
Pero el talento del alcalde para los titulares no termina ahí. Durante la visita de los Reyes eméritos a la academia de Rafa Nadal, Oliver publicó un tuit recordando un recuento de elefantes en la localidad, en una referencia histórica a la caza. Las reacciones no se hicieron esperar y la gente se preguntaba si la política local debía incluir siempre lecciones de historia con toque irónico, mientras la prensa nacional le daba palos hasta en el carnet de identidad. El de España.
Sea como sea, Manacor ya ha sido testigo de varios capítulos de esta especie de «teatro político local», donde cada acción polémica se convierte en material para titulares y memes. Mientras tanto, los vecinos observan con una mezcla de asombro y humor, preguntándose si la política en la isla es un asunto serio… o solo otro show de fin de semana. Al final, llegamos a la conclusión de que Miquel Oliver se ha convertido en la marcha blanca de Gabriel Rufián. Entre bufones anda el juego.
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