Prisiones

Cartas rociadas con abrillantador de llantas: el nuevo método para meter droga en la cárcel de Algeciras

Además de drones, los funcionarios de Botafuegos se enfrentan ahora a correspondencia impregnada con droga sintética

"Es tan nociva que los presos quedan inconscientes con la primera calada", advierten

Cartas rociadas con abrillantador de llantas: el nuevo método para meter droga en la cárcel de Algeciras
Cárcel de Botafuegos, en Algeciras (ACAIP).
David García de Lomana

Vis a vis, drones, paquetería… Los métodos de entrada de droga en prisión son de sobra conocidos por los funcionarios, pero los internos están agudizando su ingenio para burlar los controles. El último sistema detectado para hacer llegar estupefacientes a los presos del centro penitenciario de Algeciras-Botafuegos (Cádiz) son cartas impregnadas con droga sintética.

Esta técnica ya se empleaba con derivados del cannabis, pero ahora los folios se están rociando con sustancias tóxicas que no son aptas para el consumo humano, como espráis abrillantadores de llantas o adormecedores de peces, y desde el sindicato Acaip alertan de sus consecuencias: «Son tan nocivas que con la primera calada hay quien pierde la consciencia».

«La droga entra a través de la correspondencia escrita a la que los internos tienen derecho. Abrimos la carta delante del preso y se la entregamos delante de él, pero tú no ves nada, no detectas nada», explica a OKDIARIO Andalucía el portavoz de Acaip en Botafuegos, José Luis Alcaraz.

Posteriormente, los reos cortan los folios en láminas, mezclan la droga con el tabaco de liar -permitido en prisión- y se lo fuman. «Tiene un alto poder adictivo. Las cabezas pensantes van un paso más allá y ahora utilizan productos químicos como espráis para abrillantar las llantas de los coches o sustancias adormecedoras de peces de acuario. Son tan nocivas que al dar la primera calada hay gente que pierde la consciencia. Y complica el control de posibles sobredosis», relata.

El problema es el mismo que con los drones: al igual que no hay inhibidores de frecuencia para detectarlos, tampoco existen medios tecnológicos para frenar esta nueva práctica. Ni en Botafuegos ni en ninguna prisión española. Son los propios presos quienes aportan las pistas: «Cuando se les traslada inconscientes a la enfermería, terminan confesando al médico cuando se recuperan. La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias debe planteárselo. Necesitamos algún tipo de reactivo. No tenemos nada», apunta Alcaraz.

Este técnica, que lleva años utilizándose en Estados Unidos y Países Bajos, ha llegado recientemente a Algeciras, donde hasta ahora la droga la introducían presos que regresaban de permiso o que aprovechaban la correspondencia y las comunicaciones íntimas (una cada 30 días, siempre que se pruebe que el reo y su pareja llevan al menos tres meses juntos) para tal fin. A estas técnicas se viene sumando el uso de drones, que están poniendo en jaque las prisiones. «El día que metan armas y objetos peligrosos esto será Colombia», advierte Alcaraz.

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