López Simón se gana los únicos aplausos en una tarde muy gris en San Isidro

San-Isidro
Alberto López Simón durante la faena a su primer toro (Foto: EFE).

Alberto López Simón se ganó los únicos aplausos de una tarde muy gris en San Isidro. El torero madrileño logró la mejor faena en el primero de su lote, sin duda el mejor toro de este jueves, pero sus ganas no bastaron y además estuvo negado con el estoque. Sus compañeros de cartel tuvieron incluso peor suerte en una corrida mansa de Puerto de San Lorenzo.

Ese tercer toro, en concreto, fue la excepción de bravura y calidad de un encierro aparatoso de cuerna y desmesurado de hechuras, con altura y longitud casi propias de contenedores industriales, aunque sin apenas continente de raza.

Frente a la mansedumbre de los otros cinco ejemplares, contrastó la calidad de ese tercero, menos pesado y más afinado de hechuras que, probablemente por eso, se movió y se empleó más tras los engaños de López Simón, que una tarde más confirmó así su ya reconocida «baraka» en los sorteos.

El madrileño contó, además, con la fortuna de que el viento, que sopló fuerte toda la tarde, amainó en el preciso momento en el que abrió la faena de muleta de ese toro con pases por alto de hierática verticalidad, a cuyo remate en el de pecho ya se pudo ver con toda nitidez el gran recorrido de la embestida del animal.

Ligó los pases con limpieza y serenidad el madrileño en las tres primeras tandas de derechazos, aunque nunca pasó de tres muletazos y el remate. Y el público reconoció sus méritos, sin llegar a entusiasmarse por esa falta de intensidad.

A mitad de faena se echó por fin la tela a la mano izquierda, para encontrarse por ese lado con unas embestidas aún más largas, pero como tampoco llegó a apurarlas y se asentó menos sobre la arena, el trasteo decayó a golpe de nivel.

Para intentar levantarlo, recurrió Simón a las ya manidas bernadinas, un muletazo efectisa y de adorno de final de faena que, en este caso, por falta de ajuste acabó costándole una aparatosa voltereta sobre el lomo del toro, que no llegó a herirle.

Entonces sí que reaccionó la plaza, impresionada por el percance, con un clamor que hacía esperar que, a poco que matara a la primera, López Simón podía llevarse algún trofeo.

Y, buscando soprender aún más para recuperar terreno, el madrileño entró con la espada de una forma extraña e inusitada, dejando caer la muleta al suelo en mitad del embroque para, ya con el toro descolgado y fijo en la tela, tirarse encima del testuz para llegar a herirle. Pero, sin verdadera fe en la ejecución, falló hasta en dos ocasiones de la misma guisa y todo se difuminó.

El resto de la corrida tuvo escasa historia, apenas la que se resume en los esfuerzos vanos de Antonio Ferrera -al que el público hizo saludar tras el paseíllo por su éxito del pasado sábado- y sobre todo, de Miguel Ángel Perera por sacar algún muletazo aislado de sendos lotes muy descastados o dados a la huida, como el quinto.

Ya con el sexto, vencida la ventosa tarde de mansos, López Simón se alargó sin convicción alguna con el menos áspero de los casi negados toros de Puerto de San Lorenzo. Su verdadera ocasión de triunfo hacía ya una hora que le había pasado por delante.

 

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Puerto de San Lorenzo, aparatosos de pitones y de desmesurado volumen salvo 3º y 4º, más finos y menos pesados.

Antonio Ferrera, de azul noche y oro: pinchazo, estocada perpendicular y descabello (silencio); bajonazo (silencio).

Miguel Ángel Perera, de blanco y plata: estocada honda (silencio); estocada atravesada y tres descabellos (silencio).

López Simón, de gris perla y oro: cuatro pinchazos y descabello (ovación tras aviso); dos pinchazos, trasera desprendida y siete descabellos (silencio tras aviso).

Vigésimo cuarto festejo de abono de la feria de San Isidro, con los tendidos casi llenos (22.310 espectadores), en tarde ventosa.

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