La Sanidad inglesa cierra su ‘clínica trans de los horrores’: hormonó a la brava a cientos de menores

El Servicio Público de Salud de Inglaterra financió durante décadas una unidad que llegó a cursar los cambios de sexo tras entrevistas de apenas un par de horas

clínica trans de los horrores
Hospital de Travistock, escenario del escándalo.
Roberto Pérez
  • Roberto Pérez
  • Periodista y licenciado en Ciencias Políticas. Especialista en sector público, economía política y presupuestaria, e instituciones político-administrativas. Trabajó para Agencia Efe y Cope, ejerció durante más de 20 años en ABC -etapa que incluyó el ejercicio temporal de la corresponsalía de Nueva York- y actualmente es subdirector de OKDIARIO.

El hospital Tavistock de Londres pasa a formar parte de la historia negra de la Sanidad británica tras destaparse la negligente atención que, durante años, prestó a cientos –incluso miles– de niños y adolescentes que a temprana edad manifestaban su deseo de cambiar de género, lo que derivaba en intervenciones directas que interferían en su desarrollo sexual mediante hormonaciones e incluso extirpación de atributos como los senos en el caso de púberes que creían sentirse hombres.

Muchos de quienes fueron tratados en ese servicio público de la clínica londinense Tavistock se han ido arrepintiendo años después y han denunciado que sus casos no fueron analizados por los expertos psicólogos y psiquiatras de forma adecuada. El escándalo empezó a asomar en 2018, pero no ha sido hasta hace unos días cuando el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra (NHS, en su siglas en inglés) ha consumado el cierre de esta clínica de los horrores que ha roto la vida de jóvenes que, tras cambiarse el sexo en la adolescencia, ahora sufren las consecuencias del drama entre su transformado cuerpo y su identidad sexual real.

En 2018 trascendieron las primeras informaciones en la prensa británica en las que se apuntaban a las malas prácticas del Servicio de Desarrollo de Identidad de Género (GIDS) que la Sanidad inglesa tenía en la clínica Tavistock. No hubo una respuesta inmediata de las autoridades. El controvertido servicio siguió abierto ocho años más. Al cerrar, hace unos días, a finales de marzo, el GIDS de la clínica Tavistock sumaba 35 años de actividad.

Ha tardado años en cerrar

En 2019, una indagación interna sacó a la luz más datos tan sorprendentes como alarmantes: 10 profesionales que trabajaban en ese servicio, alarmados por lo que veían desde hace tiempo, se dirigieron al prestigioso psiquiatra David Bell para exponerle sus inquietudes. Diez profesionales son muchos en un servicio de esa dimensión. El dato era en sí mismo alarmante.

Para entonces, el GIDS de la clínica Tavistock llevaba tiempo recibiendo un disparado número de solicitudes de cambios de sexo de niños y adolescentes que no recibieron un cuidadoso y riguroso análisis clínico para constatar que su disforia de género era real y no confusa. Los hechos lo acabaron demostrando, pero ya era tarde para muchos adolescentes que, al madurar, sufrieron las consecuencias de una atención especializada que se demostró trivial, negligente.

Procedimientos irregulares

En 2020, una indagación interna confirmó el desastre. Personal del propio servicio revelaron que, ante el volumen de peticiones que les llegaban de niños púberes y de adolescentes, las instrucciones de los responsables de esa unidad trans les urgían a «procesar rápidamente las derivaciones» de esos casos para someterlos a los tratamientos hormonales para frenar su desarrollo sexual natural. Incluso la BBC destapó informes internos en ese sentido.

Los responsables, en el punto de mira, sostuvieron durante tiempo que actuaban correctamente, que seguían los «protocolos reconocidos internacionalmente». Los hechos demostraron que no era así y que, si lo era, esos protocolos eran disparatados.

En 2022, las autoridades de la Sanidad pública inglesa, ante el cúmulo de evidencias, anunció que el GIDS de la clínica Tavistock cerraría en 2023. No fue así. Ha seguido funcionando hasta su clausura definitiva que se produjo a finales del mes pasado.

Lo ocurrido en este servicio sanitario británico, teóricamente preparado para evaluar en términos psiquiátricos y psicológicos la aplicación de tratamientos trans, ha puesto en evidencia los dramas a los que conduce la trivialización de la realidad transgénero. Una controversia que ha cundido con fuerza en España en los últimos años, fruto de las reformas legislativas impulsadas por la izquierda sobre los procesos de cambio de identidad de género y sexual que alcanza a los menores de edad. La legislación ha sido contestada por expertos que han advertido precisamente de la necesidad de imponer un exhaustivo rigor para que esos tratamientos se apliquen con objetividad clínica muy meditada, al tiempo que ven peligrosos agujeros en este sentido en la legislación que se ha abierto paso en España en estos últimos años. También la han contestado trans arrepentidos, a los que las autoridades de izquierdas no les ponen fácil expresar su experiencia. Madrid ha endurecido el marco normativo para extremar las precauciones.

Heira Bell
Heira Bell, víctima de la ‘clínica trans de los horrores’.

El drama de Heira Bell

El caso de esa clínica trans de los horrores de Londres se ha traducido incluso en demandas judiciales. Una de sus víctimas, Heira Bell, lo llevó ante los tribunales tras ver truncada su vida. Siendo adolescente sintió, momentáneamente, que había nacido mujer, pero que quizás se consideraba un hombre. El quizás se convirtió en certeza certificada con rapidez por los especialistas que le atendieron en esa clínica incardinada en la Sanidad pública inglesa. Como acostumbraban a hacer con frecuencia, rápidamente empezaron a aplicarle severos tratamientos hormonales para bloquear la pubertad, le administraron testosterona y le practicaron una masectomía para eliminarle los pechos.

Muy poco después, la afectada se dio cuenta de que todo había sido un error, un dramático error, fruto de una atención inadecuada por parte de los expertos que supuestamente tenían que haberla orientado con criterios clínicos, psiquiátricos y psicológicos adecuados. no lo hicieron, denuncia. Su caso ha sido paradigmático de las prácticas de esa clínica trans de los horrores que, en no pocas ocasiones, se despachaba la decisión de empezar los tratamientos trans tras apenas dos sesiones de evaluación psicológica: en una o dos horas. A los 22 años, Heira Bell ha dado testimonio de su drama personal, ejemplificador de esa realidad traducida en escándalo sanitario en el Reino Unido. Ha dado fe, en definitiva, de las consecuencias de esas malas prácticas que le han truncado la vida bajo el marchamo de la política trans en el Servicio Público de Salud de Inglaterra.

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