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Los siete pecados capitales que debes evitar para una Semana Santa saludable

La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) comparte sus recomendaciones para sortear estas fechas de dulces y comidas copiosas

Semana santa calendario
Una procesión de Semana Santa.

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El equilibrio y los hábitos sostenidos en el tiempo son ideas clave para quienes se debaten entre disfrutar o portarse bien en la lucha contra la báscula. Cristina Petratti, especialista en obesidad y nutrición de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), recuerda que «el equilibrio es más importante que la perfección» y comparte las claves para disfrutar sin sufrir más estrés, pensando sobre todo en personas con obesidad o tendencia a aumentar de peso en vacaciones.

La experta indica que «la Semana Santa no debería ser una batalla entre el disfrute y la restricción. El bienestar no es blanco o negro, no se trata de hacer todo ‘perfecto’ ni de dar rienda suelta sin medida a hábitos alimenticios perjudiciales. La salud es un proceso, no una lista de reglas».

Lo más importante, como reconoce esta experta, «es encontrar el punto de equilibrio donde podamos celebrar, compartir y disfrutar sin miedo ni culpa, sabiendo que el cuidado personal no es una exigencia, sino un acto de amor propio». Y, en concreto, en esta fechas próximas fechas vacacionales, «no es cuestión de prohibiciones ni castigos, sino de tomar decisiones de salud conscientes y sostenibles».

1. De la gula a la escucha corporal: el placer también es parte de la salud,
comer con placer no es un error ni una falta de control. La alimentación tiene un componente social, emocional y cultural que va más allá de las calorías. La clave no está en privarse, sino en encontrar un punto de satisfacción sin incomodidad, escuchando lo que nuestro cuerpo realmente necesita.

2. De la pereza al movimiento que nutre el cuerpo y la mente
El movimiento no es una obligación ni una herramienta para «compensar» lo que comemos. La ciencia nos dice que el cuerpo humano está diseñado para moverse, pero no desde la exigencia, sino desde el bienestar. Dar paseos después de comer, bailar, jugar o simplemente estirarnos son formas amables de cuidar nuestra energía sin presión ni autoexigencia.

3. De la lujuria (sobre todo por el azúcar) a la flexibilidad consciente
No hay alimentos prohibidos. La evidencia ha demostrado que demonizar ciertos alimentos solo genera más ansiedad y una relación poco saludable con la comida. En lugar de pensar en «no puedo comer esto», podemos preguntarnos: ¿Cómo quiero disfrutarlo? ¿Qué me hace sentir bien?

4. De la avaricia al disfrute sin prisa
No es la última vez que vamos a comer ciertos alimentos. Comer con ansiedad, por miedo a que algo «se acabe», solo nos aleja del disfrute real. La alimentación consciente ayuda a recordar que podemos saborear cada bocado sin apurarnos, sin culpa y sin la sensación de tener que aprovecharlo todo en un solo momento.

5. De la ira contra la báscula a la amabilidad con nuestro proceso
La salud no se mide en un número ni se define en un solo día. No necesitamos compensar ni castigarnos por lo que comemos. Lo importante es volver a los hábitos que nos hacen sentir bien, desde el autocuidado y no desde el castigo.

6. De la envidia a la conexión con nuestro cuerpo único
Cada persona tiene una historia, un metabolismo y un contexto de vida diferente. Compararnos con otros nos aleja de nuestra propia realidad. Escuchar lo que necesitamos, sin presionarnos por encajar en un molde ajeno, es un acto de respeto hacia nosotros mismos.

7. De la soberbia de «por unos días no pasa nada» a la responsabilidad amorosa
Cuidarnos no significa prohibirnos, pero tampoco desconectarnos por completo. La ciencia evidencia que el cuerpo agradece más la constancia que la perfección. Si disfrutamos más de la cuenta un día, podemos compensarlo con más hidratación, más movimiento y elecciones que nos hagan sentir bien, sin castigo ni culpa.

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