Yo me quedo

Yo me quedo

Me quedo, pero no a la manera de aquellos versos que cantaba Pablo Milanés, propaganda del criminal régimen caribeño. Me quedo por la sombra blanca de un destino. Me quedo como mi tía Maribel, que no se ha ido aunque su cuerpo ya no esté. Me quedo por la visión del Tibidabo, allá arriba, cada mañana cuando salgo de casa. Me quedo porque Julio, camarero gallego y de larga retranca, me da los buenos días. Me quedo también por este piso centenario que no lograrán nunca incendiar, ni con su TV3 ni con sus algaradas. Me quedo por Cristina Losada, querida amiga, siempre compañera. Y por Ricardo Pobla, que me llama para tomar un dry martini. Me quedo por el bar Anahuac, que parece de Chamberí y eso nos gusta. Por Via Veneto, legendario, Gorría, una casa nuestra, y por el Miguelitos, su esforzada familia de un pueblito andaluz, construyendo la mejor Cataluña. Por los pocos libreros que aún quedan, los limpias y el eco de la farándula, Violeta La Burra. Me quedo aunque me broten lágrimas mientras escribo esto, porque recuerdo a mi padre, subiendo en coche por la calle Ganduxer, la iglesia redonda, yo en el asiento de atrás y él mirándome en cada semáforo. Me quedo porque viene mamá en primavera a darse largos paseos y luego me da el parte de tiendas. Me quedo por mi amigo Carlos Jánovas, ácido y clasista. Me quedo por esa mujer que estoy conociendo. Me quedo por Angelito, cuántas noches en Tirsa y en otros lugares inconfesables. Y por Ignacia de Pano, una señora de la resistencia, pero la educada, la del discreto charme. Me quedo por Ignacio Iturralde, el mejor tipo que uno pueda tener cerca. Me quedo por el rat pack de los viernes, Ellakuría, Planas, Garayoa y Trillas, últimas voces de la opinión certera y salvaje. Me quedo por los miles de quilómetros de barra acariciados, por el Dry Martini y el maestro Ceferino. Me quedo por el caudal melancólico, estas aceras pateadas, la manera barcelonesa de la memoria. Y miren, me quedo a pesar de todo lo demás. Me quedo porque les jode y querrían echarme, como a tantos otros catalanes. Me quedo contra mis enemigos políticos, qué digo, sociales, estéticos, y sus votos suicidas. Me quedo porque si muero quiero ver cómo morimos todos, juntos, ellos también, por supuesto.

Lo último en Opinión

Últimas noticias