Bombazo sin precedentes en la astronomía: la NASA encuentra la primera estrella supernova del universo
El Telescopio Espacial James Webb ha captado una señal que podría cambiar lo que sabemos sobre el origen de las estrellas. Una explosión lejana, antigua y difícil de explicar apunta a una supernova ocurrida cuando el universo era casi un recién nacido.
La NASA y varios equipos internacionales han detectado lo que podría ser la supernova más antigua jamás observada. La explosión se habría producido solo 720 millones de años después del Big Bang, en una etapa clave del cosmos primitivo. No hay certezas absolutas, pero los indicios son sólidos.
En este artículo nos centramos en el hallazgo del James Webb y en el contexto científico que rodea a esta posible estrella supernova.
Una supernova en los inicios del universo
Todo empezó con una señal breve y potente. El satélite SVOM detectó una ráfaga de rayos gamma muy intensa, conocida como GRB 250314A. Este tipo de eventos suele estar asociado a la muerte explosiva de estrellas muy masivas. Su duración ya hizo sospechar que no se trataba de cualquier fenómeno.
Poco después, el Observatorio Neil Gehrels Swift de la NASA y el Very Large Telescope del ESO siguieron la pista del estallido. El análisis de su luz permitió calcular la distancia y, con ella, la antigüedad del evento. Los datos apuntaban a una época en la que el universo tenía apenas un 5 % de su edad actual, dentro de la llamada Época de la Reionización.
Ahí entró en juego el James Webb. Debido a la expansión del universo, la luz de estos eventos llega estirada en el tiempo. Los astrónomos programaron la observación meses después y lograron captar el pico de brillo asociado a la supernova. El resultado fue claro: la señal encajaba con la de una explosión estelar.
El análisis espectral sorprendió a los investigadores. La luz de esta posible supernova se parecía mucho a la de supernovas más recientes, observadas en galaxias cercanas. Eso sugiere que algunas estrellas muy antiguas no eran tan distintas de las actuales, algo que no se daba por hecho.
Andrew Levan, astrofísico de la Universidad de Radboud y coautor del estudio, lo resumió así: «Solo se han detectado unos pocos brotes de rayos gamma originados en los primeros 1.000 millones de años del universo». Por eso, aunque se habla con cautela, el hallazgo destaca.
Qué aporta este hallazgo a la ciencia
Detectar una supernova tan temprana no es solo una curiosidad astronómica. Ayuda a ajustar modelos y a entender mejor cómo evolucionó el universo en sus primeras fases.
Este tipo de observaciones permite a los científicos avanzar en varios frentes concretos:
- Comprender cómo eran las primeras generaciones de estrellas y cómo morían.
- Afinar los modelos sobre la Época de la Reionización y la transparencia del universo primitivo.
- Estudiar la formación temprana de agujeros negros y estrellas de neutrones.
- Confirmar el papel de los brotes de rayos gamma como faros del universo lejano.
- Comparar estrellas antiguas con estrellas modernas a nivel químico y estructural.
El James Webb sigue demostrando para qué fue diseñado. Si bien los expertos insisten en la prudencia y en la necesidad de más observaciones similares, cada evento como este amplía el mapa del cosmos temprano.