Los últimos independentistas civilizados
Cataluña (Catalunya), es una comunidad autónoma española situada en el nordeste de la península ibérica. Conviene saber que no todos sus habitantes son golpistas feroces. También hay gente respetuosa, v. g: la mayoría que vota a los partidos que blanden nuestra bandera. Y siendo menos en número los asilvestrados, parece que fueran más, debido al inmenso odio que transmite contra España Quim Torra, el mariscal de esos catalufos salvajes que llama salvajes a los hispanos, jurando que somos una raza inferior, sin analizar su propio ADN, o el de sus provincias de mercaderes, de continuo invadidas por quien quisiera asentarse en ellas. ¡Así que menos ínfulas, raza superior!
Un puñado de intelectuales puros —100, a lo más, 200—, los últimos independentistas verdaderamente civilizados, sueñan con instaurar la República en Cataluña por la vía romántica. “La paz da lo que no da la ira”. Son los leales seguidores de la idea de Lluís María Xirinacs. Desgraciadamente, tan sublime soñador, murió en 2007, año en que Quim Torra fue despedido de la aseguradora Winterthur por inútil e irascible, actitudes que plasma, a las mil maravillas, en cualquiera de sus empresas. Entre el racista Torra, y el aticista Xirinacs, no cabe parangón. El filósofo sugirió la desobediencia pacífica para escalar su vano sueño. En cambio, el mercachifle exige monedas, pues hay que cubrir el delirio del patrón a la fuga, para seguir difamándonos.
Nada se opone a que pensemos: Lluis María Xirinacs fue un hombre noble y Quim Torra es un tipo inmundo. El erudito vivió un sueño, entregando su existencia a la utopía. El otro, sobrevive a sus delitos, sin importarle un bledo los quebrantos que le causará a Cataluña. De donde se deduce que, en este levantamiento del nordeste, aún existen algunas personas íntegras e infinidad de piratas peligrosos, que han de acabar, si la Justicia es justa, en Estremera. La última obscenidad del secesionismo violento de Torra, arruinó el homenaje a Cervantes en la Universidad de Barcelona, demostrando, claramente, en qué consiste la hipócrita intención de dialogar del terrorista.
Aún así, los civilizados que se nutren con los limpios y transparentes sueños de Xirinacs, siguen soñando. Y se preguntan: “¿Cuál será el futuro político de Cataluña? ¿Alcanzaremos la Independencia por la vía pacífica, como auguró nuestro profeta? ¿Los Países Catalanes serán Independientes? ¿Viviremos en una España federal?”. Siguen en sus trece, soñando, no paran de soñar, que los sueños, sueños son.