Ucrania y la UE, víctimas de la guerra
Pasada la etapa volante de las elecciones presidenciales de Francia, la actualidad nos devuelve a la guerra en Ucrania, que los portavoces estadounidenses prevén de larga duración, y por la que los aliados parecen apostar claramente.
En grandes titulares de portada se afirma que «la guerra de Putin precipita un nuevo orden mundial», y a la vista de lo que sucede en el día 68º desde el comienzo de la invasión ordenada por Putin, parece que hay interés ampliamente compartido en que esa previsión se cumpla.
A estas alturas resulta evidente por los hechos —que, a su vez, confirman las palabras— que desde luego, brilla por su ausencia el interés en conseguir un alto el fuego entre los contendientes. En el bando ruso a ciencia cierta no lo sabemos, porque sus medios de comunicación liderados por RT y Sputnik están censurados en Occidente, lo que no parece muy compatible con el pluralismo y la libertad de expresión que nominalmente caracteriza a nuestras democracias liberales. Donde no hay duda al respecto es en el bando occidental que da apoyo a Zelensky, que actúa cual portavoz oficial y permanente de Ucrania, haciendo gala de sus acreditadas dotes de actor profesional, con su look de soldado en plena campaña militar.
Esta pasada semana, el secretario norteamericano de Defensa, Lloyd Austin, convocó en una base norteamericana de Alemania una cumbre aliada de cuarenta países para coordinar e impulsar el apoyo militar, logístico y humanitario necesario para «posibilitar la victoria del ejército de Ucrania sobre el ruso». Afirmación corroborada ayer en una visita sorpresa a Kiev por la presidenta de la House (la Cámara de Representantes), la estadounidense Nancy Pelosi: «De aquí no nos vamos hasta la victoria». No es preciso ser un gran geoestratega para que sea acogida con profunda perplejidad esta seguridad en una eventual derrota de Putin ante Zelensky, ya que ese escenario sería inasumible para él y por supuesto para Rusia, que —no olvidemos— tiene un arsenal nuclear táctico además de estratégico como para arrasar a su oponente.
Ante tal cúmulo de información que no puede ser contrastada con la del otro bando, la opinión pública y publicada en Occidente requiere de un acto de fe para creer en la verdad última de lo que se dirime en suelo ucraniano, con su pueblo como víctima principal de esta tragedia. Cada vez se nos muestra con más nitidez que en esta guerra con dos contendientes en liza, la suerte de Ucrania parece instrumental al servicio de intereses de ese ignoto Nuevo Orden Mundial que se nos anuncia. A estos efectos, resulta muy reveladora la cumbre celebrada entre Xi Jimping y Putin en Pekín en vísperas del comienzo de la invasión, el 24 de febrero. En el comunicado oficial sobre su desarrollo y las conclusiones alcanzadas entre ambos, se destacó la visión compartida acerca de la oposición a las alianzas de bloques militares —en particular, oponiéndose a la ampliación de la OTAN— y a la recién creada alianza AUKUS entre Australia, Reino Unido y EEUU en la región indo pacifica.
La respuesta a ese pacto parece estar detrás de la voluntad de alargar todo lo posible la guerra en Ucrania para debilitar a Rusia y convertirla en un mero apéndice de China en un papel parecido al que la UE representaría para los EEUU en ese nuevo orden mundial que se estaría diseñando entre desconocidos bastidores. El suministro de gas ruso al mercado chino a bajo coste por la pérdida del mercado europeo, alienta una estrecha cooperación entre Rusia y China, y deja a los EEUU expedito el importante mercado de la UE, que va a ser la pagana y víctima final junto al pueblo ucraniano de esta guerra.