Trump, la antorcha de Lincoln en manos de un patán

Trump, Zelenski, Ucrania, Rusia, Estados Unidos
Agustín de Grado
  • Agustín de Grado
  • Subdirector y responsable del Área Política en OKDIARIO. Antes jefe de área en ABC, subdirector en La Razón y director de Informativos en Telemadrid.

Abraham Lincoln debió removerse en su tumba. La encerrona de Donald Trump a Volodimir Zelenski es la escena más abyecta vista en el Despacho Oval, desde donde se lidera el mundo libre con mayor o menor acierto. Hasta ayer.

Cuesta comprender que Trump sea hoy el representante del Partido Republicano que fundó Lincoln, el presidente que aboliendo la esclavitud refundó la república de Jefferson bajo la promesa incumplida de que «todos los hombres son creados iguales» y que siendo un pacifista, no le volvió la cara a una guerra que él no quería para defender, como ahora hace Zelenski en su país atacado, la integridad de la joven nación norteamericana.

El presidente más espigado de la historia de América usaba gafas, pero le sobraba altura de miras. Con una oratoria inigualada desde entonces lideró a los que preferían mantener la Unión con la idea de que para preservarla no bastaba sólo con defender la integridad del territorio, «sino también la pureza de sus principios». Como ahora Zelenski frente a un enemigo exterior, Lincoln defendía la nación de quienes querían romperla desde dentro para salvar así la democracia.

La bronca del Despacho Oval despierta también a todos aquellos que creyeron ver en Trump la reencarnación de Ronald Reagan, el último gran presidente surgido de las filas del Partido Republicano. Reagan no hubiera pasado a la historia como el hombre que derrotó al comunismo si se hubiera cruzado de brazos ante el status quo impuesto tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto es, que el precio de la paz condenara a media Europa a vivir bajo la bota de Moscú. El republicano no se resignó y desafió el orden establecido. Estaba convencido de que la batalla por la libertad debía darse, podía ganarse y acabaría con el marxismo en el basurero de la historia.

No necesitó un solo disparo en ocho años. El Muro se vino abajo cuando Reagan ya no estaba en la Casa Blanca, pero él había puesto muchas de las cargas explosivas que terminaron volándolo, como el memorable discurso del «¡Señor Gorbachov, derribe este muro!» que pronunció en la Puerta de Brandeburgo en junio 1987.

Trump prefirió echar a Zelenski con cajas destempladas de la Casa Blanca por no aceptar una paz impuesta que premia al invasor y permite a un dictador salirse con la suya. Y lo hizo con la desfachatez de culparle de trabajar por la tercera guerra mundial. Como si la Historia no hubiera enseñado hasta la saciedad que la guerra empieza precisamente al revés, cuando los gobiernos creen que el precio de la agresión es barato.

Es posible que no haya otra alternativa inmediata a la paz que no pase por la renuncia de Ucrania a recuperar los territorios ya ocupados por el invasor. Pero el trato humillante que Trump desplegó con Zelenski nunca lo hubiera recibido de Reagan. El último gran presidente del Old Party tenía la convicción de que en momentos de dificultad, como en el caso de Ucrania, puede no haber respuestas sencillas, pero sí hay respuestas simples «y debemos tener el coraje de hacer lo que sabemos que moralmente es correcto».

Lo último en Opinión

Últimas noticias