Un trilero infiable

Un trilero infiable
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Ha convertido Sánchez la Moncloa en una fábrica de argucias repulsivas. Para el menester tiene a un coach, como se dice ahora, que le pone en forma todos los días; todas las mañanas, cuando se levanta, Iván Redondo se pregunta: ¿Cómo tapar hoy nuestras vergüenzas? ¿cómo disimular nuestra inanidad? ¿cómo seguir engañando al personal? Y como el hombre tiene en el cerebro, bajo su testuz recientemente empapelada de cabello cogotero, una batidora donde tritura a todo aquel o aquello que se opone a su único objetivo –sostener en la poltrona a su jefe Sánchez–, se pone en movimiento.

Sánchez acoge con entusiasmo todos los ardides de su asesor que, además, cuenta con el apoyo inconmensurable de un voluntarioso analista de apellido Bolaños y del ínclito Tezanos, un cántabro que cuando pasea por Santander exclama la gente más instruida. “Mira, mira, ese es el cocinero de las encuestas”. Pues con estos mimbres y su natural tendencia a decir una cosa y la contraria y afirmar con gran ufanía que las dos son verdad, Sánchez está tejiendo una tela de poder que ni siquiera pudo entrelazar Alfonso Guerra en sus mejores días en el machito.

La última ocurrencia de este grupo letal es rescatar de nuevo la momia de Franco para, esta vez, presentarle como un “okupa” de tomo y lomo. ¿Cómo disfrazar –se preguntaron los susodichos- el hecho incontrovertible de que el cadáver de Franco no fue sacado de su sarcófago del Valle el pasado 10 de junio? ¿Cómo hacer que la gente, propia y asociada, se olvide de que el Gobierno con la intransferible Carmen Calvo a la cabeza, lleva jactándose más de un año de que Franco tiene los días contados en Cuelgamuros? Pues fácil -se dijeron los fontaneros de Sánchez- vamos a montar toda una campaña para desalojar del Pazo de Meirás a los nietos del general ya que a éste no les hemos podido levantar de su tumba donde lleva postrado desde hace cuarenta y seis años. Y en eso están: ahora resulta que Franco no fue nunca el dueño de Meirás porque los ingeniosos se han inventado un documento que, según cualquier notario (y hemos consultado a alguno) no tiene el menor valor jurídico. Pero la cosa les trae por una higa a los barreneros de España: ponen a sus medios a trabajar y Franco se convierte de nuevo en el objeto a batir de nuestra democracia.

Esto, bien dicho y escrito que de eso no hay duda, sirve al trilero para que la gente no caiga en la cuenta de sus dos última piruetas políticas: la primera, su pacto en la poderosísima Diputación de Barcelona con los acólitos del conocido delincuente, prófugo de la Justicia, Carlos Puigdemont. El pacto para repartirse el gobierno de más de mil millones de euros anuales no tiene desperdicio. Iceta, el bailarín que por cierto estuvo ausente, él sabrá por qué, de la fiesta del Orgullo, ha bendecido el acuerdo en aras de la estabilidad. A él y a su patrocinador Sánchez ¿qué le importa haberse dado el morro con los separatistas más ferices?. Todo sea por la estabilidad general, o sea por la conveniencia de Sánchez y sus corifeos.

Pero si esta nueva argucia en forma de trágala con el separatismo es infame, ¿que decir de la segunda? ¿qué decir de la ocurrencia presuntamente constitucional del presidente? Se ha dicho, bien es cierto, de todo… Menos una cosa: la propuesta de Sánchez de agitar la Constitución para reformar el reglamento electoral, es sobre todo una martingala para tender un trampa ratonera al Partido Popular. Sánchez y sus monaguillo ya sabían de antemano que las hemerotecas no les resultaban favorables, que Sánchez había rechazado de plano la idea de Rajoy de dejar gobernar al más votado; ya lo sabían, pero les daba igual, lo que les interesaba es colocar al PP en el aprieto de abjurar de su propia iniciativas. Redondo ya ha dado la consigna que ha sido fielmente seguida por todos los medios, como el NODO, a su alcance:

Regañar a la derecha porque ni siquiera acepta la generosidad de Sánchez de transformar en suyas sus iniciativas. Es tan grosero el fin que no se yo cómo colegas mediáticos de la siniestra la han comprado sin ambages, con un obediencia frailuna al poder. Y por si fuera escasas en su alcance estas dos maniobras de la fábrica monclovita, aún han puesto en marcha una tercera: la legalización de la eutanasia que, con toda certeza, puede agrietar todavía más el débil entendimiento entre el PP y Ciudadanos. Ya hay un millón de firmas bailando por las redes acogiéndose esta vez al caso del hombre francés que, contra los deseos de su propia familia, probablemente también de él mismo si hubiera podido expresarse, ha sido rematado por el Estado en su cama de enfermo pertinaz.

La eutanasia vale para todo; para un roto y para un descosido. Sus partidarios expanden la especie que cualquiera puede adquirir. ¿cómo evitar que un paciente terminal sufra encarnizamientos terapeúticos sin fin? Nadie puede responder negativamente a este principio, pero ahí no está el problema. La cuestión surge, como denunció no hace ni siquiera un año la Asamblea Anual del Consejo General de Colegios Médicos de España, cuando se coloca a los facultativos en el brete de aplicar medidas coercitivas para la vida del enfermo, o cuando, en último caso, perfectamente posible por otro lado, el Estado pretende, como está sucediendo en Holanda por ejemplo, aligerar los hospitales de enfermos sin remedio. La eutanasia es el último globo fletado por Sánchez para disimular sus mentiras de trilero, su incapacidad para pilotar el Gobierno nuestro país, y para disfrazar la certeza de que en pocos días puede volver a ser presidente con los votos de los rebeldes separatistas que pretenden reventar España. Este sujeto es el que nos gobierna a trancas y barrancas: un trilero infiable.

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