Terremoto turístico

Terremoto turístico

Cuando parecía que la temporada turística por antonomasia, que es la veraniega, otro año más en España se saldaba con éxito, aunque algo menor en comparación con los años del tsunami de turistas que nos visitaban, justo cuando el estío toca a su fin un temblor económico empaña gravemente al gran motor de la economía española.

Una bancarrota siempre causa estragos. Bombazo para nuestro sector turístico con la quiebra de Thomas Cook, el turoperador por excelencia, con 180 años a sus espaldas, una flota aérea de 105 aviones y tres compañías operando, y millones de clientes. El actual escenario económico, virulento, acaba con ella.

La insolvencia de Thomas Cook se compara, para el turismo, con la estrepitosa caída de Lehman Brothers en el mundo financiero. Cada año llegan a España 7 millones de turistas de la mano del turoperador británico, de ellos 4 millones recalan en Canarias y un millón en Baleares. Y más que lo que pueda pasar a partir de ahora, preocupa lo que ya ha pasado: nuestros hoteleros tienen pendiente de cobrar de Thomas Cook la temporada estival, barajándose una cantidad en torno a los 200 millones de euros, a la que cabe agregar el impacto sobre los servicios auxiliares que se involucran en el sector, como los de transporte, guías, animadores y diferentes prestadores de servicios que, de la noche a la mañana, se quedan colgados en la percepción de sus honorarios. Solo en Baleares se habla de una suma adeudada por Thomas Cook del orden de los 100 millones de euros y en Menorca, concretamente, sería de 40 millones. Desde luego, estamos ante un golpe muy duro primordialmente para nuestros hoteleros.

Canarias, sobre todo, y Baleares, en parte, se han resentido este año de la fuga de turistas hacia otros destinos. Éste es un aspecto que últimamente estaba empeorando las cuentas del turismo en los archipiélagos, más en las Islas Afortunadas, que durante los últimos años han visto cómo se incrementaba la llegada de visitantes foráneos a causa de la conflictividad en otros rincones bañados por las aguas del Mediterráneo.

El varapalo en toda regla de Thomas Cook a nuestros hoteleros es mayúsculo. Concentrar excesivos riesgos en un gran cliente, que si todo va sobre ruedas asegura un flujo de ingresos previsibles y recurrentes año tras año, con el cobro de anticipos al efectuarse las reservas que sirven para que las finanzas hoteleras se desenvuelvan sin tensiones e incluso brindan la posibilidad de acometer inversiones en infraestructuras, a veces, por el contrario, acarrea estas detonaciones.

¿Por qué quiebra Thomas Cook? El Brexit, por una parte, es determinante como lo es igualmente una libra esterlina que desde que Reino Unido se inclinó por dejar la Unión Europea anda flojeando y a medida que se acerca la fecha clave del 31 de octubre aún se debilita más. También influye el menor gasto de las familias británicas cuyo poder adquisitivo va menguando con la preocupación añadida de la suerte que correrán las islas en cuanto el fatídico Brexit cristalice, lo que invita a una contención de los dispendios.

Desde el punto de vista de la propia empresa, de Thomas Cook, la explicación viene dada a causa de su crecimiento en los últimos años, incluyendo fusiones, con una excesiva acumulación de deuda y, en gran manera, por su falta de adaptación al entorno digital, al mercado online.

Se explica así, en síntesis, el jaque mate de Thomas Cook que pone en vilo al sector turístico, bombardeando a nuestros hoteleros. Un amargo trance, en definitiva, que ensombrece la temporada estival de 2019.

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