Sin Puchi no eres nadie, Pedro Sánchez

Opinión de Eduardo Inda

Confieso que me pone superlativamente observar los caretos que Carles Puigdemont consigue sacar a ese Pedro Sánchez de falsaria sonrisa profidén. El rictus presidencial del martes, nada más palmar 179-171 la votación de la Ley de Amnistía, fue sencillamente maravilloso. El placer fue superior incluso al de un orgasmo. El careto de niño malcriado que esbozó el todavía inquilino de La Moncloa fue nuestro pasivo y no menos particular derecho al pataleo tras la impotencia que nos causó contemplar cómo quien había perdido las elecciones ganaba la gobernabilidad tras aliarse con los asesinos de 856 españoles, con quienes habían protagonizado el 23-F del siglo XXI y con los sicarios de las peores narcodictaduras sudamericanas.

Llevado por su inconmensurable prepotencia, Pedro Sánchez barruntó que todo el monte devendría en monocultivo de orégano, que Carles Puigdemont era un clon de ese Rufián que se nos antojaba Scar y resultó Simba, que podría ejercer de trilerito guapete con las huestes de Junts. No reparó en el elemental hecho de que Puigdemont no es Junqueras, tampoco Aragonés, que el gerundense es un duro con todas las letras. No cabía esperar otra cosa de un personaje que lleva seis años y medio sin pisar su país para evitar ser detenido, encarcelado, procesado y eventualmente condenado. Pero así como la bondad de Dios es infinita, en el caso de que exista, cosa que estoy empezando a dudar por culpa de su yolandesco representante en la tierra, la chulería del marido de Begoña Gómez es más grande que el mismísimo universo. Y la está empezando a pagar.

El Guapo de Comandante Zorita se pensó que el discurso de Carles Puigdemont el 5 de septiembre en Bruselas acabaría degenerando en desiderátum de cara a la galería, postureíto para esa parroquia indepe que no quiere permanecer en España un segundo más y continúa reclamando ese derecho a decidir que no figura en manual de Derecho Político alguno. El vecino de Waterloo puso encima de la mesa dos grandes requisitos sine qua non: una Ley de Amnistía «integral» y un referéndum consultivo sobre la «autodeterminación de Cataluña» en aplicación del artículo 92 de la Constitución.

Sánchez no reparó en el hecho de que Puigdemont no es Junqueras, tampoco Aragonés, que el gerundense es un duro con todas las letras

Alguien debería explicar al presidente del Gobierno que Puigdemont será lo que sea, un sedicioso, un traidor o lo que sus señorías resuelvan, pero no un mentiroso ni un incoherente. Este tío hace lo que dice y dice lo que luego hace. No miente. Igualico que ese machaca que para él es un Pedro Sánchez que no le cuenta la verdad ni al médico así lo ahorquen, así se juegue que un posible cáncer curable se transforme en terminal, así le pongan colorao un trillón de veces. Miente con tanta asiduidad que el embuste se ha convertido en algo patológico para él, al punto que definirle como un trolodependiente no constituye una hipérbole, ni mucho menos. Si es por conveniencia política éste es capaz de mentir a su madre, a su padre o a su hermano David.

Los negociadores de Junts indicaron a un Félix Bolaños que suele contar la verdad al caudillo pero no toda la verdad —y ojo porque las verdades a medias terminan transformándose en las peores de las mentiras— cuál era el camino a seguir: «No incluir la palabra terrorismo en la ley, simplemente decid que se amnistían todos los presuntos delitos cometidos en el procés entre 2012 y 2023». Fórmula maquiavélica donde las haya toda vez que mete el tipo penal de terrorismo, y eventualmente el de alta traición, en un agujero negro del que resultará complicadísimo salir a sus señorías.

Bolaños y los Bolaños boys del Ministerio de la Presidencia, muy listos para las derivadas pero muy tontos para los recados, decidieron enfrascarse en esa grotesca disquisición entre terrorismo bueno y malo, entre terrorismo que respeta los derechos humanos y terrorismo que lo vulnera, como si esta actividad fuera como la Coca-Cola, una cafeínica a más no poder y otra light. Se debieron pensar que los españoles somos tontos de baba volviendo a insultar a la inteligencia de una judicatura que es lo mejor de lo mejor en esta inempeorable España sanchista. Manuel García-Castellón y Joaquín Aguirre, veteranísimos jueces de instrucción que se las saben todas, recogieron el guante reimputando a los dirigentes de Tsunami por vulnerar los derechos humanos con actividades terroristas e introduciendo el tipo de alta traición. ¡Qué poco dura la alegría en casa del pobre!

Terror y derechos humanos son conceptos totalmente antitéticos, no caben dentro de un mismo cubilete, son como el agua y el aceite

Sólo un tonto a las tres puede sospechar que establecer esa disquisición saldrá gratis. Para empezar, porque los tratados comunitarios en particular y no digamos ya los internacionales en general establecen implícita o explícitamente que el terrorismo es purita transgresión de los derechos humanos, y para terminar, porque como su propio nombre indica una actividad cuyo objetivo esencial es sembrar el terror no parece muy respetuosa con la dignidad más elemental del ser humano. Terror y derechos humanos son conceptos antitéticos. No caben dentro de un mismo cubilete, son como el agua y el aceite.

Carles Puigdemont no se amilanó y sumó sus votos a los de esa oposición con la que alberga tantas concomitancias ideológicas. No olvidemos que el antecedente de Junts, Convergència, era un partido burgués, el representante de botiguers y pequeños y medianos empresarios, para nada unos peligrosos bolcheviques. Pasarán uno o 20 años pero, antes o después, la derecha española se volverá a cruzar con la derecha regional catalana. Tiempo al tiempo.

El líder de Junts no quiere ni desea estar al albur de la decisión de un juez de instrucción sino al amparo de una Ley de Amnistía como Dios o el diablo mandan. Y si tiene que cargarse la legislatura este verano, se la cargará sin pestañear, entre otras razones porque Pedro Sánchez le parece un cínico de tomo y lomo. Normal: le llamó de todo y por su orden en 2017 y ahora le besa los botines como el más patético de los siervos. Elocuente es el mote que le han adjudicado al presidente del Gobierno parafraseando al Alfonso Guerra de la Transición: «El tahúr».

Pasarán uno o 20 años pero, antes o después, la derecha española se volverá a cruzar con la derecha regional catalana, tiempo al tiempo

El tahúr Sánchez ordenó a los medios a sueldo y a esos asquerosos periodistas de argumentario monclovita en la noche del pasado martes que los demócratas jamás olvidaremos que vendieran la moto de que nada había cambiado. Que hay legislatura para rato. Que la agotará. Echaron mano por enésima vez de esa estúpida táctica sanchista de tomar por gilipollas al personal. Todo el sanchismo periodístico, es decir, el 80% de la profesión, se puso a expandir cual cacatúas la misma especie:

—Aquí no se termina la legislatura—, afirmaban los más prudentes.

—Sin Junts, el presidente puede llegar a 2027—, puntualizaban los más osados o/y desvergonzados.

—Puigdemont no lo dejará caer, acabará apoyando la Ley de Amnistía, tal y como está—, abundaban los más fantasiosos.

—Junts jamás respaldará una moción de censura de PP y Vox—, opinaban los más sensatos.

Por tontuna u obediencia debida, se marcaron un triple que acabó en canasta propia. ¿Qué consecuencias prácticas tendría que el ex president de la Generalitat mantuviera perennemente el dedo pulgar en dirección al centro de la tierra? No es preciso ser letrado de Cortes, ni siquiera el vendido Galindo, para pronosticar con una probabilidad de acierto del 100% que el enroque de los secesionistas dejaría a Sánchez sin Presupuestos en el primer ejercicio de su tercer mandato, que perdería todas las votaciones que a Puigdemont le vinieran en gana y que siempre cabría la posibilidad de que PP, Vox y Junts contraprogramasen las normas más nocivas aprobadas por este Gobierno —las laborales o los hachazos fiscales, por ejemplo— vía proposiciones de ley. Vamos, que sería un vía crucis que dejaría al del hijo de Dios reducido a la condición de juego de niños.

Sánchez volvió a tirar ayer de esquizofrenia política disociando la realidad. En Galicia, adonde acudió para suministrar respiración asistida a esa nada que es su candidato Gómez Besteiro, pronosticó que concluirá la legislatura. Vamos, que volará en Falcon hasta 2027. «Nos quedan 1.260 días», apuntó mientras su nariz adquiría proporciones pinochescas en el acto celebrado en Orense. Pedrito, a ver si te enteras de una puñetera vez de quién manda. Se llama Carles, se apellida Puigdemont i Casamajó, vino al mundo en Amer y te seguirá manejando cual marioneta salvo que le regales una amnistía premium, le montes las comisiones de lawfare en el Parlamento y le convoques un plebiscito consultivo para que los catalanes indiquen si quieren seguir o no en España. No pintas nada. Tu rol es el de monigote o, empleando la terminología anglosajona, el de pato cojo. Sin Puchi, no eres absolutamente nadie. Pues eso, o te arrastras mucho más o colorín, colorado.

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