crítica

Hwaya Kim, un ejemplo ‘cum laude’ de Juilliard School en el auditorio del Palau March

El recital del 11 de julio escondía una gran historia personal, la de la violinista canadiense de origen asiático

Lo realmente sobresaliente de la velada fue ver en escena un dúo magnífico: Oyagüez al piano y Hwaya Kim al violín

palau march
Alfredo Oyagüez y la violinista canadiense de origen asiático, Helen Hwaya Kim, en el Palau March.

El recital del 11 de julio en el auditorio del Palau March escondía una gran historia personal, en realidad, varias como se verá. De entrada, la invitada era la violinista canadiense de origen asiático, Helen Hwaya Kim, quien a los seis años de edad debutó como solista con la Calgary Philharmonic, y con el paso del tiempo desarrollará el grueso de sus estudios en la Juilliard School neoyorquina y con premio extraordinario.

En la actualidad ocupa la Cátedra de Violín en la Facultad de Música de Kennesaw State University cuyo campus se levanta en las proximidades de la ciudad sureña de Atlanta en la que reside desde hace dos décadas. De allí vino directamente a Palma.

Viene a cuento la introducción porque nos disponíamos a seguir un recital con mayúsculas, también gracias a un programa exquisitamente preparado. En ocasiones Alfredo Oyagüez, director artístico del Festival de Deià, suele sentarse al piano para acompañar a alguno de los invitados, solo que en esta ocasión estábamos a punto de presenciar un auténtico recital en igualdad de violín y piano. En efecto, sobre el escenario, teníamos a dos intérpretes que iban a transmitirnos gestos de deliciosa complicidad y como digo ayudando a crear esta plácida atmósfera, la estudiada selección de las obras.

Abriendo la primera parte escuchamos la Sonata para violín y piano nº 17 de Mozart, considerada una de sus primeras obras maduras en la que ensaya el papel del violín dialogando con el piano, instrumentos que conocía bien. Le siguió la Suite Popular Española de Manuel de Falla, colección de seis canciones del folclore español que en 1914 fueron arregladas por Falla para piano y voz. Posteriormente, en 1926, Paul Cochanski las transcribió para violín y piano, que es la versión escuchada en el Palau March. Tratándose de historias con temperamento, todas ellas, nos disponíamos a escuchar el duelo dialogante entre ambos instrumentos. Así llegamos al intermedio.

La segunda parte llevaría la intensidad a un estadio superior. Oyagüez nos recordó que este año el Festival Internacional de Música de Deià tenía a la mujer como elemento principal, ya fuera como intérprete, compositora o simplemente musa. La intérprete estaba allí presente y la musa no tardó en aparecer. Pero antes, abriendo la segunda parte, un monumento colosal: los tres preludios para piano solo compuestos por George Gershwin en 1926 y posteriormente, en 1942, adaptados para violín y piano por el violinista de origen lituano y nacionalizado estadounidense, Jascha Heifertz. Un duelo maravilloso entre el jazz y el blues que encuentra su zénit en el agitato. Era la ocasión perfecta para escuchar al unísono dos instrumentos soberanos.

Ahora sí, llegó la Violín Sonata nº 1 de Johannes Brahms, fechada el año 1879, coincidiendo con el deterioro de la enfermedad mental que padecía Robert Schumann. Se ha especulado mucho sobre la verdadera intención de Brahms al componerla, especialmente el adagio. Lo que ha supuesto darle veracidad a que la relación entre Brahms y Clara Schumann fue más allá de un simple amor platónico. Efectivamente, la respuesta está en la evolución, un tanto ambigua del violín, moviéndose constantemente entre ensoñación  y arrebatos. Helen Hwaya Kim estuvo colosal en este punto de la velada y en absoluto quedando en un segundo plano el trabajo de Alfredo Oyagüez.

Se acercaba el final, que llegaría sin bises, que no hacían falta alguna, vista la grandeza del momento experimentado, no solamente vivido. Esta vez, el turno era exclusivo para Hwaya Kim por su condición de ser ejemplo cum laude de la Juilliard School, plantado por unos instantes en el Palau March. 

Se optó por la Fantasía Carmen para violín y orquesta compuesta en 1881 por Pablo Sarasate, a partir de la ópera de Bizet. Al año siguiente, el propio Sarasate hizo la adaptación para violín y piano. Siendo él mismo violinista virtuoso reconocido mundialmente, sus composiciones son, prácticamente todas ellas, una llamada al gran desafío virtuoso para cualquier intérprete de violín. Ella, la canadiense de ojos rasgados, cumplió con nota muy alta.

En definitiva, fue una velada agradable que Oyagüez quiso adornar con su sentido del humor y sus dosis didácticas indiscutibles. Aunque por encima de todo, lo realmente sobresaliente fue ver en escena un dúo magnífico.

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