Juego de complicidades llamado Deià Fest
El pasado 4 de junio dio comienzo el XLVII Festival de Música de Deià en Son Marroig, con el recital del pianista francés Pierre-Laurent Boucharlat

El pasado 4 de junio dio comienzo el XLVII Festival de Música de Deià en Son Marroig, con el recital del pianista francés Pierre-Laurent Boucharlat a base de la inmersión en las piano sonatas de Beethoven. Llamada de interés para los alumnos de ESO, una vez eliminado el aprendizaje de los números romanos: XLVII significa 47; la X (diez) delante de la L (cincuenta) viene a restar diez a cincuenta, y luego se añade VII, o sea cinco (V) y dos (palito y palito) resultado de lo cual nos sale un total de 47, mis queridos alumnos de bachillerato. Recomendable sacarles de la ignorancia, no vaya a ser que piensen que León XIV es una marca de chicles súper guays sabor menta.
Boucharlat es reconocido como experto en la obra pianística de Beethoven y lo interesante del recital del 4 de junio es que por primera vez se tocaba de corrido cuatro piano sonatas, cuando lo habitual en la integral de las 32 sonatas beethovianas es tocarlas de tres en tres y espaciadas en el tiempo. Además, en la presentación del XLVII Festival de Deià estuvo presente el francés, para deleitarnos con el primer movimiento de Claro de Luna, es decir, nada de canapés y sí un regalo para los oídos.
Conviene no perder de vista la naturaleza del Festival de Deià, antes Deyá, que se caracteriza «por una personalidad muy definida», me cuenta Alfredo Oyagüez, su director artístico el último cuarto de siglo, cuyo «núcleo duro es la música clásica, aunque abierto a múltiples estilos». Su público es muy diverso, «si bien hemos conseguido captar al público local, gracias a una diversificación de escenarios que nos permiten superar las distancias».
Sin ir más lejos, los palmesanos pueden disfrutarlo en el Palau March, desde hace 23 años, y en la Fundación Miró Mallorca, desde el año pasado. Sin olvidarnos de los viñedos, de Tianna Negre y Santa Catalina, en el Pla de Mallorca, o el agroturismo Sa Bassa Rotja, camino de Porreres. Aunque el corazón del Festival de Deià sigue siendo la sala de música de Son Marroig y de poco tiempo a esta parte, la casa de Robert Graves y el Mirador a los pies del cementerio de Deià, todo él un emblema de majestuosos legados.
Probablemente, el secreto de la singularidad y vitalidad del Festival de Deià resida en el hecho de que estemos hablando de un juego de complicidades. Por ejemplo. Este año, el mes de septiembre el pianista australiano Piers Lane ofrecerá la integral de los nocturnos de Chopin, primero el día 17 en Son Marroig y el 19 en el Auditorio Juan March Cencillo del Palau March.
Esta circunstancia se hizo posible, tras el encuentro en Alaska de Alfredo Oyagüez y el cellista estadounidense Zuill Bailey, quien el año pasado se presentó precisamente en el Auditorio de la Fundación Miró Mallorca para interpretar las suites de cello de Johan Sebastian Bach. Antes había estado en Son Marroig con acompañamiento de piano. Previamente, coincidimos en una comida de trabajo. Estuve en ambas citas y comprendí por qué ganó un Grammy, por su excelencia en las recreaciones con el violonchelo.
Zuill Bailey le recomendó vivamente a Piers Lane, que estaba embarcado en esos momentos en la integral de los nocturnos de Chopin. «Siempre me hablaba de él», recuerda Oyagüez, «y me preguntó si me interesaría poder presentarlo en el Festival de Deià». Esta es la consecuencia de coincidir en el mapa de las convocatorias sin grandes recursos unos promotores con el compromiso de anteponer el juego de complicidades a programaciones de corte estándar. «Hay relaciones personales que generan proyectos», subraya con cierto apasionamiento Alfredo Oyagüez. «El Festival de Deià no deja de ser algo que acaba siendo una familia y entonces no es de extrañar que acudamos al equipo titular, donde hay relaciones personales que generan proyectos. He visitado más de sesenta países presentando ideas, y en este proceso vas bordando relaciones personales que van tejiendo tu vida».
La aventura más reciente del Festival de Música de Deià ha sido abrirse a un ciclo dedicado a Miró y la Música. El origen de la idea se debe a la directora de la Fundación, Antònia Maria Perelló Ferrer, quien entró en contacto con Oyagüez para sopesar posibles sinergias. En el encuentro de primera hora, Oyagüez fue obsequiado con un libro editado directamente por la Fundación Miró Mallorca: Miró y la música. Entonces, lo tuvo ya muy claro. «El 2024 fue una prueba de calentamiento y ahora con nombre propio, porque leyendo ese libro quedaba claro que Joan Miró amaba todo tipo de música, lo que nos permitía crear un ciclo muy abierto».
En la presente edición comienza a rodar el ciclo Miró y la Música con la presentación de tres citas específicas. El 4 de julio Boris Berman tocará un pasaje difícil de John Cage. El 1 de agosto se presentará Paraíso perdido, un espectáculo flamenco con apoyo del chelista Fahmi Alqhai y el 12 de septiembre le llegará su vez al pianista catalán Josep Colom.
Los últimos seis años, además, el Festival de Deià, a través de Oyagüez, ha llenado de contenidos el Festival de Sineu, creado por iniciativa de Marti Wallen, el cantante de ópera finlandés que decidió pasar los últimos años de su vida en Sineu (falleció a mediados del año pasado) y movió hilos al objeto de regalarle a Sineu un amabilísimo refugio musical.
Es la primera vez que los contenidos del Festival de Sineu no figuran expresamente en el dossier de prensa del Festival de Deià, técnicamente su benefactor. Pero esa ya es otra historia, a propósito de la idiosincrasia del público de Sineu.
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