¿Qué hará Trump con los indultos de Biden a Fauci y Hunter?

Todas las descalificadas como teorías de la conspiración por la prensa seria en estos últimos cinco años se están revelando como verdad. Las redes sociales y los periódicos digitales anticipan los titulares de los periódicos de papel. Y no me refiero únicamente a los prostíbulos del suegro del presidente del gobierno español.
Durante los primeros meses del mandato de Joe Biden, los periodistas de EEUU, y de España, ocultaron las meteduras de pata del anciano presidente; luego, las mostraron como equivocaciones simpáticas, propias de alguien sometido a tanta tensión; después, acusaron a quienes difundían los vídeos de ser unos conspiranoicos o de estar a sueldo del Partido Republicano; y ya por último, después del ridículo que hizo en el debate con Trump, celebrado en junio de 2024, reclamaron su sustitución por un candidato sano.
Pero Estados Unidos tiene una gran ventaja para los periodistas. En la película Red de mentiras, sobre la lucha de la CIA contra los yihadistas, el jefe del espionaje jordano le espeta a Russell Crowe: «Vosotros, los norteamericanos, sois incapaces de guardar secretos, porque sois una democracia». Y es verdad. Más tarde o más temprano, todo se acaba conociendo, como la identidad de Garganta Profunda y el uso de un bolígrafo automático en la Casa Blanca de Biden.
Desde que el New York Post publicó en marzo la noticia, que primero fue negada con los habituales aspavientos y luego reconocida, el escándalo ha ido creciendo.
En el comité de la Cámara de Representantes que investiga la salud de Biden y el funcionamiento de la Casa Blanca en esos años compareció en junio Neera Tanden, presidenta del Center for American Progress (CPA), una ONG que mueve miles de millones de dólares. La jurista dejó su excelentemente retribuido puesto en 2021 para convertirse en asesora y consultora del presidente.
En las cinco horas de la sesión, que como todas las celebradas transcurrió a puerta cerrada, Tanden declaró que se le autorizó en varias ocasiones a dirigir la impresión automática de firmas en nombre de Biden, aunque desconocía quién le daba el permiso cuando lo solicitaba. Así, Tanden imprimió la firma de Biden en numerosos decretos, que, entre otros asuntos, concedían de subvenciones al sistema de ONG del que forma parte y al que se ha reincorporado.
Biden ya ha pasado a la historia de su país como el presidente que más indultos ha firmado, por encima de los 4.200; sólo queda por debajo de otro demócrata, Andrew Johnson, aunque los casi 7.700 que éste aprobó se debían al final de la guerra civil del siglo XIX. La avalancha de indultos se produjo en las últimas semanas de su presidencia y, sobre todo, en sus últimas horas.
En un reciente reportaje en el New York Times, Biden, al que su partido obligó a retirarse de las elecciones, aunque había ganado las primarias, dijo que había permitido a su equipo el uso del autopen para firmarlos, incluidos los que concedió al médico Anthony Fauci, al general Mark A. Milley, a su hijo Hunter, sus hermanos y los cónyuges de éstos (a pesar de que había dicho que nunca usaría su poder para favorecer a su familia). Y subrayó que siempre fue consciente de lo que hacía.
Pero la autorización a los empleados para que recurriesen al bolígrafo automático para estampar la firma de Biden en la montaña de indultos la dio el jefe de gabinete de éste, Jeff Zients, en un correo electrónico.
La línea de defensa de los demócratas y de su batallón de abogados y de tertulianos es que Biden estaba al tanto de los indultos y los decretos, los aprobó y recurrió al bolígrafo automático sólo porque estaba cansado y eran muchas firmas. Los republicanos están empeñados en anular esos indultos. De conseguirlo, tanto Fauci como Hunter Biden, podrían ser procesados; el primero por las medidas que tomó durante la pandemia y la recomendación de las supuestas vacunas, y el segundo por sobornos recibidos de la dictadura china y de otros corruptores.
Las sospechas de que Joe Biden era presidente sólo de nombre y que detrás de él gobernaba una camarilla oculta, como ocurrió con Woodrow Wilson, incapacitado por un infarto cerebral durante el último año y medio de su presidencia, también empiezan a pasar del rumor a la realidad. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, reveló en enero de 2025 que meses antes se reunió con Biden y éste le confesó que no recordaba haber firmado un decreto que tenía su autógrafo y, como tal, se había promulgado.
¡Lo que les faltaba a los demócratas, días después de que un joven autodeclarado socialista y convertido en ciudadano hace menos de ocho años, Zohran Mamdani, ganase las primarias para las elecciones a la alcaldía de Nueva York! El panorama en el Partido Demócrata es tan penoso que Barack Obama sigue dando mítines, en vez de disfrutar de su retiro en su mansión de 11 millones de dólares junto a ese Atlántico cuyas aguas deberían inundarla antes de fin de siglo según los creyentes en el cambio climático como él.