Con el Rey y con la ley

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Hay una España republicana y atea que empieza a ponerse frente al televisor cada 24 de diciembre buscando árnica sensata en las palabras del único bastión constitucional que hoy nos queda frente al sanchismo autocrático. Se escuchan palabras de apoyo de frentes diversos al popular, creado en su versión posmoderna por los herederos de Indalecio Prieto, el pistolero socialista del Congreso cuyo escolta asesinó en 1936 al líder de la oposición. No hace ni un siglo de aquello y ya quieren volver a repetirlo. Los mismos haciendo lo que entonces les funcionó. Pero entonces había una república débil y colapsada y ahora tenemos una monarquía constitucional que, a pesar de sus detractores a izquierda y derecha, demuestra ser una garantía de mantenimiento del orden jurídico y la integridad territorial. Lo hemos vuelto a evidenciar atendiendo a la alocución que el Rey pronunció en su tradicional Mensaje de Navidad.

Felipe VI humilló a Sánchez en cinco minutos de discurso bien construido e hilvanado, donde dejó claro que frente a un gobierno que constituye una amenaza para la democracia, los españoles podemos contar, por el contrario, con un jefe de Estado comprometido en su defensa de la Constitución y de la ley. El degenerado contexto político en el que entramos desde la moción de censura de 2018 que llevó a Sánchez al poder, ha motivado que los últimos alegatos del monarca sean cada vez más políticos, dejando atrás sus primeras intervenciones donde analizaba los diferentes retos y problemáticas desde una óptica más neutra y geopolítica.

No sorprende el aplomo en un consumado comunicador que además ha sabido entrenar bien sus déficits iniciales en la gestualidad y el lenguaje tonal. Toda su intervención fue un compendio bien armado de estructura, potencia argumental y palabras resonantes, donde tres conceptos sobresalieron por encima del resto, ideas ejemplificadoras de lo que tenemos en Moncloa y qué debemos esperar desde Zarzuela.

Si tienes que repetir tanto las palabras Constitución, democracia, unidad y España es que algo no va bien en la nación. La retórica educada del Rey contrasta en su comparativa con la minoría analfabeta y desleal que tiene aprisionado al país con el chantaje como divisa oficial. Se quejaba el nacionalismo de fruto seco y golpismo pijoprogre que Felipe VI se dirigiera al noventa y cuatro por ciento de la población y no atendiera a ese seis por ciento restante que hace de la delincuencia y deslealtad institucional una constante improcedente. Cuando unos matones con escaño usurpado se colocan extramuros de la Constitución y les ayuda un gobierno situado fuera de la ley y la democracia, sólo nos queda apoyar a quien denuncia, en su cometido institucional, tal deriva que acabaría por descoser la nación.

Tenemos razones para temer la deriva iliberal de un partido cuyo jefe se considera por encima de ley y que se sienta a cenar con caraduras morales y chupatintas del presupuesto público, auténticos profesionales del desprestigio institucional que han sometido toda autoridad del Estado de derecho a sus caprichos personales y políticos. Todo eso, con más eufemismo de la cuenta, declamó ayer Felipe VI, quien ofreció al pueblo su perfil de estadista y de verdadero líder de la oposición al régimen liberticida que encarna el sanchismo.

La enésima reivindicación de la Constitución como elemento de certidumbre, en la que los españoles podemos seguir confiando para tener un futuro de libertad, como muro de contención a veleidades fanáticas que luchan por destruirla, aunque hablen de reformarla, y como vía que garantiza la libertad del ciudadano para satisfacer sus propias necesidades y aspiraciones vitales fue, sin duda, el momento culmen de un discurso que dejó el titular, no sólo de la noche, sino de la legislatura recién comenzada: fuera de la Constitución, no hay paz ni libertad, esto es, no hay España. Mientras el PSOE regala Pamplona a BilduETA, Cataluña al golpismo independentista y el País Vasco al racismo sabiniano y a los delatores de Otegui, los españoles confirmaron otro 24 de diciembre que, mientras haya Rey, España no será la república violenta, asesina y bolivariana que anhelan en los pasillos de la Moncloa Sánchez, Bolaños y los cuarenta ladrones.

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