La República Sanchista de Cataluña
Cataluña, gracias al actual Gobierno de PSOE y Podemos, está a punto de dejar de ser una comunidad autónoma para convertirse en un territorio independiente de facto, con unas instituciones propias con la Generalitat al frente que no sólo no se coordinan ni tienen lealtad con las del resto de España, sino que se dedican en cuerpo y alma a intentar destruir el poder que todavía no controlan: el Judicial.
La Generalitat, para conseguir un virreinato absoluto, en el que el Estado no pinte nada y España sea una cáscara vacía de contenido, sólo necesita doblegar a los jueces y otros organismos de control del Poder Ejecutivo. Y puede conseguirlo gracias a Pedro Sánchez, que ha desautorizado al Tribunal Supremo con los indultos a los golpistas, ha iniciado una guerra contra los jueces y está intentando acabar con la autoridad del Tribunal de Cuentas. Lo que ERC, Junts y CUP no consiguieron el 1 de octubre de 2017 y días posteriores con algaradas callejeras y ocupaciones de edificios públicos lo tienen al alcance de la mano gracias a Podemos y, sobre todo, al PSOE: la República Sanchista de Cataluña.
En este nuevo ente territorial los separatistas ayudarían a Pedro Sánchez a acabar con la oposición, sea en el Congreso o en los gobiernos autonómicos ‘molestos’ como el que preside Isabel Díaz Ayuso, a cambio de la impunidad total en Cataluña. ERC, Junts y la CUP tendrán barra libre para amedrentar a los millones de catalanes no independentistas, bien para que se callen y no levanten la voz, bien para que cojan las maletas y se vayan de Cataluña, en una reedición actualizada del exilio vasco que provocó el terrorismo de ETA.
Los independentistas podrán generalizar el ‘puta España’ desde TV3, mientras los socialistas miran hacia otro lado, haciendo ver como que se indignan mientras son sus aliados en un buen número de instituciones locales. Entidades radicales subvencionadas que odian el español podrán seguir espiando la lengua que hablan los niños en los patios de Cornellà o Sabadell para en el futuro amenazarles si siguen hablando castellano, por supuesto ante la inacción del Gobierno de España y todo ello pagado por los impuestos de todos los españoles.
Las escuelas catalanas públicas, tanto públicas como privadas, seguirán profundizando en el adoctrinamiento infantil mientras el Ministerio de Educación se dedica a insultar a PP, Vox y Cs por protestar ante la conversión de las aulas en celdas de propaganda. Los secuaces de ERC, CUP y Junts podrán seguir creando chiringuitos separatistas con dinero público sin ningún control del Tribunal de Cuentas, cuya buena fama está siendo demolida por el PSOE, y que acabará de ser desactivado cuando los socialistas y podemistas consigan su control.
Las universidades catalanas seguirán su camino para convertirse en instituciones que no producen conocimiento, sino legitimación de todas las barbaridades separatistas. No solo se dirá que los profesores discrepantes son “fascistas” y “colonos”. Se les hará la vida imposible hasta que abandonen sus cátedras para poner en su lugar a un fanático secesionista que defienda que España es una dictadura y que la Cataluña independentista es el pueblo escogido.
La República Sanchista de Cataluña es el fruto de la “agenda del reencuentro” y la “mesa de diálogo”. Es abandonar a su suerte a los millones de catalanes que nos sentimos españoles. Es consagrar la alianza entre el PSOE y los separatistas de diverso pelaje que quieren romper España, desde los socios independentistas de Francina Armengol en Baleares; los de Ximo Puig en Valencia; los de María Chivite en Navarra y los que se vayan añadiendo a la nueva coalición de poder. El culmen de dicha república se dará cuando se reedite el tripartito en la Generalitat y el PSC acabe aceptando formar parte de un gobierno que presida ERC.
El problema es que en Cataluña la Resistencia a este nuevo orden está desarbolada, dado que Vox, Cs y PP carecen de la fuerza necesaria para plantar cara con eficacia. Y el movimiento cívico, después de los errores que cometió Societat Civil Catalana en los dos últimos años, está muy debilitado. Los intentos de crear una unidad de acción entre las diversas asociaciones no han conseguido, todavía, suficiente músculo. Hay trabajo.
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