Gasolina para el fuego nacionalista

Gasolina para el fuego nacionalista

Alfonso Dastis ha sorprendido a propios y extraños al decir que ve «respetable y legítimo» que Carles Puigdemont defienda su referéndum en la Eurocámara. Si no fuera porque el Partido Popular mantiene una postura de sólida vigilancia ante los golpistas, podría parecer que Dastis ofrece la rendición del Estado al secesionismo catalán. No se entiende en ningún caso la postura y las palabras del titular de Exteriores, por mucho que alegue que «en Europa se defiende la libertad de expresión y es legítimo que cada uno defienda su visión política». Menos aún cuando figuras relevantes entre los populares como Esteban González Pons, Pablo Casado o Ramón Luis Valcárcel han criticado con dureza la presencia de Puigdemont en las instituciones europeas. De hecho, el propio González Pons, portavoz del PP en el Parlamento Europeo, ha advertido de que el presidente de la Generalitat cuenta con el apoyo de la extrema derecha continental, acusándolos de querer «romper un poco más la UE».

Ni que decir tiene que el intercambio de ideas y la contraposición de las mismas es enriquecedor para el desarrollo de cualquier sociedad. No obstante, esas ideas deben redundar en el bienestar del país y, sobre todo, acogerse escrupulosamente a la ley vigente. Algo que, por supuesto, no hace en ningún caso Carles Puigdemont ni el resto de los falsos padres de la patria catalana. Un grupo más cercano a la piromanía institucional que al respeto por la nación. Tanto ellos como sus socios de la CUP ultrajan y menosprecian constantemente dos de los símbolos más importantes de nuestro país: la Constitución y el Rey. Unos comportamientos basados en la beligerancia con España que este mismo lunes ha tenido un nuevo capítulo. Puigdemont ha asegurado que la agresión a las aficionadas de la Selección Española no fue «violencia de verdad». Es en ese tipo de aberraciones donde se resume la verdad política e ideológica del independentismo. Esas son las actitudes revanchistas que no debe olvidar Alfonso Dastis por muy bien que lo hayan tratado de manera puntual en el Palacio de Pedralbes.

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