Puigdemont envidia la Semana Santa española

Puigdemont Semana Santa

La Semana Santa es indisociable de la identidad histórica, cultural y religiosa de España, lo que significa que forma parte de nuestra propia identidad nacional. Quizás sea eso lo que ha motivado a Puigdemont a hacer el domingo una llamativa crítica a la manera de vivirla en España, en el día que culmina esta Semana, el Domingo de Resurrección. El titular que deja es el de la «hipocresía del nacionalcatolicismo español» aludiendo a que «el cristianismo es contrario a la opresión».

Da para mucho comentario esta afirmación en boca de Puigdemont, ya que implícitamente reconoce la condición nacional a España, lo que para el separatismo catalán es una auténtica herejía, ya que la reduce a un mero «Estado opresor de la nación catalana». Quizás sea eso lo que le moleste, ya que sí que es cierto que sin el catolicismo, la realidad histórica de España no existiría.

Ello es lo que precisamente impulsa a los enemigos de España a aludir en términos despectivos a su «nacionalcatolicismo» como ha hecho el sanchista Puigdemont. Y le calificamos de sanchista porque sin sus «siete votos de plata», sencillamente Sánchez no seguiría residiendo en la Moncloa. Aunque quizás sería más apropiado denominarle nacional-progresista sanchista excluyendo el calificativo de feminista, que tras los ejemplos de tan cualificados progresistas como Errejón y Monedero resultaría un tanto excesivo. Y por el contrario, añadirle el de nacionalista que para él está muy justificado.

En cuanto al contexto concreto de la crítica de Puigdemont a la Semana Santa española, ha sido mediante una declaración en la red social X, afirmando que «celebrar la Pascua, y olvidar que el Cristianismo es contrario a la exclusión y la opresión, le parece de una gran hipocresía, muy propia del nacional catolicismo español». Y para que no quede margen a la duda, añade que «no os fieis de los que estos días sacan a pasear públicamente su cristianismo pero con el que practican- en política, en religión o en patriotismo- se parecen más a Rouco Varela que no a Casaldáliga».

Realmente da para mucho la declaración del cualificado residente en Waterloo que evoca cada día más a su predecesor Napoleón Bonaparte, quien diera fama universal a su actual localidad de residencia. Y no precisamente como preludio de gloria sino de su forzado exilio en Santa Elena, isla perdida en el Océano Indico. Una evidente consecuencia a extraer de su dicho es que a Puigdemont le molesta la devoción popular vivida en las calles de tantas ciudades y localidades españolas al Paso de las procesiones del Jueves, Viernes y Sábado Santos y del Domingo de Pascua. Lo que aplicando la máxima de que «del enemigo el consejo», sería motivo de legítimo orgullo su crítica, y de incrementar todavía más, si fuera posible, esa devoción popular.

Aunque en el fondo lo que realmente le motiva a esa crítica, es la envidia por no ver en la actual Cataluña procesiones como las que se viven en España desde Málaga y Sevilla, hasta Valladolid y Zamora. Sin olvidar a Murcia con su presidente cual Ben-Hur en su cuadriga. Sin duda sería un espectáculo apasionante poder ver a Puigdemont en cuadriga por el Paseo de Gracia de Barcelona, aclamado por Turull en cabeza de sus entusiastas seguidores blandiendo palmas y palmones. Pero la actual descristianización de la secularizada Cataluña no da motivo para confiar en ese eventual espectáculo.

Aunque seguro que Puigdemont conoce muy bien la contundente afirmación del que fue relevante 86º obispo de la milenaria diócesis de Vic, Josep Torras y Bages: «Cataluña será cristiana o no será». Como es seguro que Puigdemont no le calificaría a él como seguidor de Rouco, quizás siente envidia de ese catolicismo español que él querría ver encarnado en su nacional- separatismo-progresista-sanchista catalán. Que no sería opresivo como el español sino liberador, en definitiva, un genuino cristianismo a la carta del tan solidario nacionalismo separatista de Junts. En cuanto a su referencia al cardenal Rouco sin duda tiene presente aquella célebre declaración de la Conferencia Episcopal Española sobre La unidad de España como un bien moral. En cuanto a su admirado obispo Pere Casaldáliga, mejor déjele que Descanse en Paz.

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