Una buena noticia para el bipartidismo

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El discurso de la «cal viva» se ha impuesto en la Asamblea de Vistalegre II. Tras dos semanas de juego sucio y acusaciones mutuas, Pablo Iglesias se ha impuesto por una holgada mayoría a las pretensiones del todavía secretario político de Podemos, Íñigo Errejón.

La pugna entre ambos sectores ha sido demasiado bronca para esperar que las heridas se cierren de inmediato y se hagan realidad los deseos de «unidad» coreados por los asistentes de Vistalegre. Todo parece indicar –y así lo ha anticipado hoy Monedero– que Errejón será la primera víctima de una larga purga que se llevará por delante a destacados miembros de la dirección de Podemos integrados en su candidatura. Un cisma que va a trasladarse ahora al Grupo Parlamentario de Unidos Podemos en el Congreso de los Diputados –completamente fracturado entre pablistas y errejonistas– y en el resto de instituciones.

Salvo para montar espectáculos circenses que atraigan la atención de los fotógrafos, Iglesias ya ha dejado claro que la labor en el Parlamento le aburre soberanamente: su objetivo es alcanzar el poder mediante la agitación en las calles. Esa hipótesis podía ser viable hace tres años, cuando nació Podemos alimentado por el desencanto de la crisis económica. Pero a medida que se consolide la recuperación económica y la creación de empleo, le será más difícil retener su actual suelo electoral.

Tras deshacerse de los que han sido hasta ahora sus compañeros de viaje, Podemos queda en manos del «nuevo entorno» de Pablo Iglesias, como lo han bautizado Íñigo Errejón y Luis Alegre: Irene Montero, Rafa Mayoral, Juanma del Olmo y un puñado de náufragos procedentes del hundimiento de Izquierda Unida (IU). Con Juan Carlos Monedero y Jorge Verstrynge como principales intelectuales orgánicos y asesores áulicos de Iglesias, ¿qué puede salir mal?

Aunque probablemente sus posiciones ideológicas no sean muy dispares, Íñigo Errejón era partidario de un Podemos más moderado y transversal, capaz de romper la desconfianza de amplias capas del electorado y tender puentes con el PSOE, el único socio con el que algún día podría gobernar. En cambio, con el nuevo equipo y proyecto político de Pablo Iglesias se impone el Podemos más radicalizado, el del discurso de la «cal viva» que dinamitó cualquier posibilidad de entendimiento con los socialistas.

Esta es la mejor noticia para el PP, y especialmente para el PSOE, ya que sólo un Podemos pilotado desde el mensaje de moderación de Errejón podía disputarle el espacio político a los socialistas. Y es sabido que, en España, la gran mayoría de los votantes huye de las posiciones extremas. Todo parece indicar que, después de tres años de crecimiento fulgurante, Podemos va a quedar confinado en el nicho electoral de la extrema izquierda, del que buena parte de sus votantes huirán despavoridos. Antes de que les alcance la purga puesta en marcha por Iglesias y Monedero.

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